Covid-19: hacia una sociedad sin pago en efectivo
Las entidades financieras y las empresas tecnológicas están preparadas para ese paso, pero una implantación masiva exige un tiempo de transición
Hace algunos años participé en un proceso de selección para una entidad financiera, donde la directora de Recursos Humanos me hizo una pregunta sobre la cual giró toda mi entrevista: “¿Crees que el dinero físico desaparecerá?”. Hasta ese momento nunca había reflexionado sobre esto. Sin embargo, después de un largo rato analizando la pregunta, la conversación nos fue llevando a una conclusión rotunda: sí, pero aún no estamos preparados.
Poco después, en 2012, realicé un viaje a China y tuve mi primera experiencia pagando con el móvil a un taxista por medio de un código QR, a través de una conocida app local. A día de hoy, artistas callejeros, aparcacoches no regulados o, incluso, el mercado negro utilizan este tipo de pagos en el país. La tasa de uso de pagos digitales en China supera el 35% de la población, la más alta del mundo.
En Europa, la situación es muy similar. Cada vez es más común abonar pequeños importes de dinero con tarjeta, o incluso vemos con total normalidad que alguien pague con su móvil o su smartwatch. Pero, si nos vamos a núcleos de población por debajo de los 40.000 habitantes, todavía hay mucho camino por recorrer, sobre todo en España y Alemania, según el BCE.
Aunque no ocurre lo mismo en otros países. Por ejemplo, Suecia va camino de postularse como la primera sociedad sin efectivo. Con poco más de 10 millones de habitantes, más del 70% de los usuarios utilizan Swish, una aplicación de pago instantáneo similar a Bizum. El Covid-19, por su parte, ha hecho que el término cashless society vuelva a tener más sentido que nunca y que el pago sin efectivo, incluso sin contacto, sea prioritario.
En España, el número de usuarios de Bizum aumentó un 17% desde inicios de 2020, el límite del pago sin contacto se ha ampliado a 50€ con respecto a los 20€ prefijados y los pagos móviles se han disparado. La mínima posibilidad de que el uso de billetes y monedas sea un foco de transmisión de la enfermedad ha generado, incluso, que, desde los propios comercios, se promueva el pago a través tarjetas, evitando así el contacto físico entre el personal y los clientes. Una tendencia que ha llegado hasta el propio Congreso de los Diputados, al que el PSOE ha llevado una propuesta que pretende eliminar de forma gradual el uso del dinero en efectivo con el horizonte de su desaparición definitiva.
Lo cierto es que nuestra sociedad necesita adaptarse a este nuevo modelo de relación con los pagos. Una transición que hemos visto acelerada de forma exponencial a raíz de esta pandemia, que tan duro está golpeando a la economía global.
Tal y como ocurre con otras tendencias del siglo XXI, como es el caso del coche autónomo, la tecnología está suficientemente madura para que sea una realidad, sin embargo, existen otros factores que a día de hoy lo hacen poco viable. Algo similar ocurre con el cashless society. La tecnología, las entidades financieras (fintechs y no fintechs) y las empresas tecnológicas, quienes también empiezan a tener un rol fundamental en los medios de pago, están muy preparadas para una sociedad sin efectivo, pero hay otros factores que influyen de manera significativa: ¿qué pasará con la población más vulnerable y al borde de la exclusión financiera?, ¿está la silent generation (los nacidos antes de 1948) preparada para la desaparición del efectivo?, ¿se pondría fin a sobornos, evasión de impuestos, falsificaciones…?, ¿qué pasaría con los paraísos fiscales?
La realidad es que en las zonas rurales la despoblación, la falta de educación financiera y el cada vez más habitual desmantelamiento de oficinas bancarias físicas hacen que las entidades financieras tengan el reto de poner al cliente en el centro de sus estrategias con el objetivo de facilitarle al máximo los procesos de pagos de manera digital.
Por otra parte, las personas que pertenecen a las generaciones más ancianas de la sociedad son claves para las entidades financieras, ingresan matemáticamente una pensión todos los meses y, en muchos casos, disponen de ahorros o algún producto financiero, pero el rechazo al cambio y la limitada experiencia con soluciones digitales hacen que la experiencia de usuario sea un factor determinante en el uso de medios de pagos on-line.
Al mismo tiempo, el fin del dinero en efectivo también puede suponer una gran ayuda en la lucha que mantienen los Estados contra la delincuencia financiera. Dado que todas las transacciones digitales dejan un registro, su rastreo es fácilmente controlable. Tecnologías como el blockchain y la inteligencia artificial permitirán reducir el fraude e incrementar la seguridad en los pagos.
En definitiva, este cambio de paradigma deja varios retos por resolver antes de llegar a una implantación masiva, pero no hay duda de que se están dando los pasos firmes en la dirección adecuada.
Volviendo a la pregunta inicial que me hacía la directora de Recursos Humanos de aquella entidad financiera, “¿Crees que el dinero físico desaparecerá?” Mi respuesta 10 años más tarde es: sí, y no estamos tan lejos.
Alberto Juárez Maillo es Head of Digital & Tech Innovation Financial Services de Altran España