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Contante y Sonante
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El año de la segunda reconversión de la banca, 2022

Los expertos y el sector esperan que sea el año de las fusiones y de la digitalización total de las entidades, pero aún no de la rentabilidad

Sede del Banco Central Europeo (BCE). EFE/Armando Babani/Archivo
Sede del Banco Central Europeo (BCE). EFE/Armando Babani/ArchivoEFE

Desde hace ya 12 años parece que la banca se encuentra en un proceso de reconversión continuo. La crisis financiera hizo estragos en el sector y solo en España se han cerrado más de 22.000 oficinas desde entonces. También se volatilizaron decenas de entidades financieras. De 56 bancos y cajas se pasaron a 15 (sin contar las cajas rurales y otras cooperativas de crédito).

Esta criba se llevó por delante a las cajas de ahorros, algunas con más de 300 años de historia, como Caja Madrid. La rentabilidad pasó de superar con creces los dos dígitos (en Bankinter su ROE en 2007 fue del 23,46%) a caer en picado, tanto, que aún no han logrado recuperarse. Y lo malo es que parece que no lo harán en bastantes años. Hasta 2025, según un reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), y solo lo harán aquellas entidades que sobrevivan, y tampoco es seguro que en un lustro consigan remontar su rentabilidad para cubrir el coste de capital. Casi 20 años con rentabilidades sin rentabilidad para los inversores.

El problema de la banca es la propia banca. Es un sector muy regularizado, muy vinculado a la situación económica del país de origen y en el que se asientan sus filiales, si es que las tiene. Su función, dar créditos, la convierten en una utility tan vinculada a los Gobiernos de turno que, pese a que sea una entidad privada, su presente y su futuro estarán marcados por los vaivenes estatales, además de por su cada vez más y mayores competidores.

En esta ocasión, 2020, la pandemia del coronavirus ha estrechado nuevamente los lazos entre lo público y lo privado, entre el Estado y la banca.

El recorte de costes está muy bien para compensar malos tiempos, pero sin ingresos no hay fórmula mágica

La banca ya hizo una reciente travesía por el desierto, que la transformó en gran parte. Fue su gran revolución industrial, su primera reconversión. Menos bancos, con menos oficinas, con menos plantilla y con nuevos canales digitales.

Ahora, la pandemia ha dado otra vuelta de tuerca a su transformación, a su segunda reconversión. Todas las principales entidades españolas parece que se han enzarzado en una carrera por ver quién es la primera en llegar a una meta invisible, a ser la más digital. A ver quién puede lograr reducir más costes con este cambio, que supone más cierre de oficinas, más recorte de plantilla, una banca más impersonal. Parece que el objetivo es parecerse cada vez más a su principal competidor en estos momentos (no lo digo yo, lo dice el Banco de España en su última revista financiera), las big tech.

Es cierto que reducirán costes, muchos, lo que les permitirá ser un poquito más rentables, pero el principal ingrediente para agitar la coctelera de la rentabilidad son los ingresos y no se sabe aún si siendo más digitales y menos físicos lo lograrán.

Recetas para agilizar e intensificar fórmulas para su transformación, haberlas, haylas.

Agotada la vía de crear sociedades de crédito al consumo, ahora desplomado, queda por explotar más las alianzas de bancaseguros. No hay banco que no se precie de su acuerdo con una aseguradora.

La venta de las depositarías también se ha puesto de moda en el último año. Y es que hay que tener una masa crítica importante para que este negocio sea rentable, además de ser muy especializado. Otra vía, al margen del cierre de sucursales, la venta de todo lo que se pueda. Incluso se habla entre los consultores de vender trocitos de una entidad. Por negocios y por geografías, como hizo BMN hace años con su red en Cataluña, o como hizo en 2007 ABN Amro, que se desmembró y fue vendido por partes a Fortis, a Royal Bank of Scotland y a Banco Santander.

También se habla de impulsar nuevamente la colaboración para compartir costes, aunque en esta ocasión no sea entre bancos, que también; sino entre empresas de tecnología, de consultoría..., lo que se llama externalizar la gestión de procesos y negocios.

Y sobre todo están las fusiones. Tanto los bancos como los supervisores ya han avisado de que este año no está para distracciones con operaciones corporativas, salvo, claro, un caso de fuerza mayor. En 2021 parece que también será difícil si las proyecciones económicas tan negativas de Gobiernos y expertos se cumplen. Ninguna entidad va a poder levantar capital en el mercado para la compra de otra homóloga, ni va a estar en posición para intercambiar capital con acciones.

Habrá que esperar así a 2022, según apuntan los expertos y el propio sector. Será el año clave de su reconversión. La digitalización estará funcionando a pleno rendimiento, el Covid habrá pasado a ser una enfermedad más con una lista de medicamentos incluidos en el vademécum (eso esperamos todos) y la economía habrá dejado la forma de V, o de W, o de L o de virgulilla, para retomar la senda de la recuperación. Además, los Gobiernos comenzarán a soltar lastre de los sistemas financieros y las fusiones transfronterizas podrán ser una realidad. Entonces las oficinas en la banca serán un lujo.

El problema es que deberán esperar aún para ser rentables porque la morosidad derivada de la crisis económica provocada por el coronavirus estará en plena expansión. Eso sí, en 2022 las entidades esperan ya que las dudas sobre si podrán retomar ya el reparto de dividendos se habrán disipado (es otro de los inconvenientes del sector para que los inversores apuesten por estos títulos, que cotizan incluso al 0,2% de su valor en libros).

Será entonces cuando los bancos hayan perdido casi por completo cualquier parecido con el pasado. Serán más impersonales y solo centrados en su labor de intermediarios para la concesión de financiación y de plataforma digital para ordenar tus finanzas. O eso dicen los expertos.

Mientras, Ibercaja parece que no saldrá a Bolsa ni este año, claro, ni el que viene, según los bancos de inversión. Liberbank y Unicaja se fusionarán, puede que juntos o puede que con otros como Abanca, y Banco Sabadell, el eterno jugador que aparece en todas las quinielas de fusión, seguirá independiente, por lo menos en 2020 y 2021. Y Bankia también. ¿Puede ser una buena baza para hacer amigos en otros países protagonizando la primera fusión europea en 2022, no? Todo se verá, tampoco queda tanto.

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