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Cuando solo una buena gestión no basta para lograr la rentabilidad que necesitamos

La mejor gestión es condición necesaria, pero necesitamos un buen asesoramiento para asegurarnos de tener la cartera adecuada para cada momento

Las bolsas subieron con fuerza en abril tras los desplomes históricos de marzo, como consecuencia del cierre de las economías para frenar la COVID-19, y en mayo están viviendo semanas desiguales, en la que, además, se observa mucha dispersión por sectores, y por regiones. Y muchos inversores tienen la sensación de ir con el paso cambiado y de perder dinero cuando otros ganan, o de no haber sabido elegir en cada momento de mercado los vehículos o productos más adecuados o la exposición a riesgo más oportuna.

No resulta fácil acertar cuando no se cuenta con la información, las herramientas y la ayuda adecuadas para gestionar los vaivenes de los mercados en un contexto en el que tanto la volatilidad como la incertidumbre se han disparado y en el que, además, hay mucha carga emocional que también hay que saber gestionar.

En el acumulado del año las bolsas europeas acumulan pérdidas importantes, del 22,4% en el caso del Euro Stoxx 50, que desde los máximos pierde casi un 25%, pero que ha subido casi un 22% desde los mínimos. En Estados Unidos las pérdidas son más moderadas (el S&P 500 cae un 8,5% en el año) e, incluso, el Nasdaq (el índice tecnológico) está en positivo (gana casi un 4%). Sin embargo, fijarnos solo en los índices puede ser engañoso, ya que por detrás tenemos compañías que lo han hecho muy bien, mientras que otras, las más cíclicas, se han quedado rezagadas. Y hay jornadas en las que, precisamente, los valores que peor lo han hecho parecen tomar carrerilla al calor de noticias que arrojan esperanzas para el medio plazo.

Para un inversor particular es muy complicado poder hacer un seguimiento correcto de todas las variables que están afectando a las cotizaciones de los diferentes activos y tomar las decisiones adecuadas sobre distribución de activos, forma de vehiculizar la inversión, selección de productos, optimizar el binomio rentabilidad-riesgo implementando coberturas en el momento óptimo, etc. son muchas las variables que afectan a una correcta gestión de una cartera de inversión.

Pero, además, no basta solo con una gestión correcta. Esa gestión, sin una estrategia definida a través de un plan financiero global -que combine los diferentes aspectos del inversor- puede no dar los resultados deseados.

Además, en una crisis como la actual, derivada de un problema sanitario y de unas medidas extraordinarias de confinamiento y parón económico, que añaden emocionalidad, el desánimo puede adueñarse de estos inversores. ¿Cómo me recupero de las pérdidas que acumula mi cartera? ¿Cuánta pérdida y durante cuánto tiempo podemos aguantar? ¿Vendo y entro cuando lo vea más claro? ¿Aprovecho que tengo liquidez para comprar -y qué compro-? ¿Qué producto es el más adecuado para mí? ¿Nuestras inversiones se corresponden responden realmente a nuestro objetivo de rentabilidad?

Cuando invertimos, como hemos explicado en otras ocasiones en este blog, es importante empezar por el principio: ¿para qué invertimos? ¿Qué necesitamos conseguir de los mercados financieros? A partir de ahí, podremos ir despejando dudas. Es fundamental tener claro que, a la hora de invertir, el vehículo es tan importante como la manera de dirigirse a los mercados, partiendo de una adecuada distribución de activos en nuestra cartera, que, en un entorno como este debe responder a una construcción equilibrada, ser robusta, contar con las protecciones adecuadas, tener una correcta diversificación y estar vehiculizada de la forma más eficiente.

Y esto solo es posible contando con un plan global y un asesoramiento enfocado en la persona y sus proyectos, que entiende que la rentabilidad sirve a estos y no al revés. ¿Te has planteado si tu cartera de inversión se ajusta a tus necesidades vitales?

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