La política medioambiental como palanca económica
Las deducciones fiscales por I+D+i y por inversiones medioambientales son claves para movilizar la inversión
El Gobierno de España presentó el pasado martes, 19 de mayo, su proyecto de Ley de Cambio Climático. Un texto ambicioso que sitúa al país dentro de las exigencias firmadas en los acuerdos de París y que supondrá la neutralidad en emisiones de CO2 para el año 2050. Y no es el único movimiento que el Ejecutivo está poniendo en marcha como parte de su programa de gobierno y su agenda medioambiental. En respuesta a los requerimientos del citado acuerdo de París y a sus compromisos en el marco de la política energética de la Unión Europea, presentó recientemente ante la UE su Plan Nacional Integrado de Energía Clima (PNIEC).
El PNIEC establece una inversión de 241.412 millones de euros entre 2021 y 2030 para alcanzar unos ambiciosos, y más que necesarios, objetivos climáticos. A su vez, considera que el 80% del total de la inversión deberá ser realizada por el sector privado. Obviamente, los cálculos realizados por los expertos no consideraron que al poco de enviar un nuevo borrador a la UE íbamos a encontrarnos con una situación de parada en seco de la actividad económica a nivel nacional.
Tras la crisis de 2008, la producción industrial española sufrió una caída de aproximadamente el 30% respecto al año 2007. Con los datos presentados nos pueden venir a la cabeza varias cuestiones, ¿debemos mantener nuestros objetivos climáticos? ¿Se podrá movilizar la cifra de inversión cuantificada por el PNIEC? ¿Disponemos de las herramientas necesarias para incentivar este nivel de inversión?
Con las crisis económicas surgen siempre dificultades, pero también nuevas oportunidades, y nos encontramos ante una que debemos aprovechar.
Las inversiones en I+D y nuevas tecnologías y la consolidación de un sector industrial potente y moderno tienen una relación directa con la capacidad de blindaje y recuperación económica tras las crisis. La relación entre el desarrollo industrial y la inversión de la I+D+i de los países, y su capacidad de recuperación tras las distintas crisis económicas, es directamente proporcional.
Las nuevas figuras de contratación energética, por ejemplo, son una herramienta clave en la reducción de la volatilidad del precio de la energía. La configuración de contratos PPA (contratos de suministro eléctrico a largo plazo basados en las tecnologías renovables) son una tendencia a nivel mundial y suponen un gran apoyo en la reducción de la incertidumbre sobre el precio de la energía.
No obstante, el aporte de las energías renovables no es suficiente para cumplir nuestros objetivos y el PNIEC lo deja claro en su apartado 2.2: “Primero, la eficiencia energética”. Una mejora de la eficiencia de entre un 30 % y 40% requiere de un nivel de inversión alto, en el que los programas de ayudas y subvenciones cobrarán más importancia si cabe, teniendo en cuenta la situación de crisis actual. El apoyo de los fondos europeos estructurales y herramientas nacionales como el Fondo de Carbono o el Fondo Nacional de Eficiencia Energética son una herramienta efectiva que hay que mejorar e impulsar.
El PNIEC contempla dos puntos clave para poder llegar a los niveles de inversión y reducción de emisiones fijados y que podrán suponer el punto de apoyo de esa palanca necesaria para salir de la crisis económica que nos acecha: I+D y fiscalidad.
La I+D+i va a ser clave para el desarrollo de nuevas estrategias sostenibles. El desarrollo de nuevas tecnologías más eficientes, que pongan el foco en la reducción de consumos energéticos y de materias primas, economía circular, captura de CO2 y generación renovable, deberá ser la base de un modelo económico-energético sostenible en el tiempo.
La máxima de que “quien contamina paga” es adecuada para marcar el camino, pero no suficiente si queremos que tanto empresas como ciudadanos, aporten esos 192.000 millones de euros que se requieren de la inversión privada.
Los programas de apoyo, basados en subvención y financiación, obviamente son una de las llaves para movilizar la inversión necesaria, pero la ecuación requiere despejar otra de las incógnitas, ¿qué pasa con ese volumen tan alto de inversiones que podrían suponer una reducción importante de las emisiones y que no se adaptan a los programas de subvenciones?
Una fiscalidad ambiental preminentemente impositiva puede ser útil en épocas de bonanza como forma de recaudación y protección medioambiental, pero de ninguna manera esta vía va a incentivar la movilización de las inversiones que pretende el PNIEC.
Si de verdad queremos llegar a movilizar esos 192.000 millones de euros, es necesario incentivar a las empresas, y una herramienta excepcional para ello la tuvimos en nuestra política fiscal hasta hace relativamente poco con las deducciones medioambientales. Creo que sería el momento de la recuperación de esta herramienta, con una serie de modificaciones que permitan asegurar que la deducción responde al objetivo fijado y eso no es otro que las herramientas de cálculo de emisiones.
Las deducciones fiscales por I+D+i y por inversiones medioambientales son sin duda un aliciente efectivo, justo y sostenible necesario para que el PNIEC cobre sentido y siente una base sólida en la movilidad de inversión necesaria para cumplir con nuestros objetivos de crecimiento económico y sostenibilidad.
El PNIEC en efecto, puede ser una herramienta que nos ayude a paliar un poco la próxima crisis económica, pero si se apuesta con firmeza y se desarrollan aquellos puntos clave que incentiven tanto a empresas como a ciudadanos, puede convertirse en la palanca que nos permita salir reforzados de la situación actual y que fundamente los cimientos de una economía potente, sólida y sostenible.
Daniel Ramos Blasco es Mánager de eficiencia energética e inversiones de FI Group