El sector energético, en medio de la batalla
Las grandes se resisten a cambiar su política de dividendos, pero el hundimiento del negocio cuestionan su estrategia
gunas de las grandes compañías eléctricas, como Iberdrola y Naturgy, han presentado ya sus resultados del primer trimestre del año, en los que el efecto pernicioso de la crisis del coronavirus, que se extendió por España en marzo, ha sido aún limitado. La energética que preside Ignacio Sánchez Galán ha salvado las cuentas gracias a la jugada de la venta en enero del 8% de Siemens Gamesa por algo más de 1.099 millones de euros al grupo alemán. El efecto extraordinario de esta operación (casi 500 millones de plusvalías) se prolongará a lo largo del año y servirá de colchón para lo que pudiera ocurrir, porque, si bien Iberdrola tiene la fortaleza de su tamaño, este se convierte en su debilidad teniendo en cuenta que sus negocios internacionales se concentran en algunos de los países más azotados por la pandemia: Reino Unido, Estados Unidos y Brasil, aparte de España.
En cuanto a Naturgy, quinta compañía del mundo de gas natural licuado (GNL), esta se ha visto castigada por el hundimiento de la demanda, parejo al del crudo, y al consiguiente descalabro de los precios internacionales, lo que se ha traducido en una caída del ebitda de esta actividad del 50%. Todo ello llevará a la compañía a renegociar sus contratos de gas (como el de Argelia) para adaptarlo a “las actuales circunstancias”. La compañía que preside Francisco Reynés ya advierte al mercado de que estas negociaciones pueden derivar en arbitrajes para los que tiene lista la artillería.
En ambos casos, así como en el de las grandes energéticas del Ibex que aún no han presentado resultados, como Repsol y Endesa (está previsto que los publiquen esta semana), todas ellas se resisten a cambiar (o anunciar un cambio) en su política de dividendos (salvo la suspensión de las remuneraciones indirectas, como la recompra de acciones o reducción de capital, en el caso de Naturgy y Repsol).Endesa o Naturgy, con el capital concentrado en pocas manos (la primera, un 70% en manos de Enel, empresa estatal del primer país europeo de difusión del coronavirus y uno de los más afectados como es Italia) y la segunda, con un 60% en manos de tres inversores: CriteriaCaixa y los fondos CVC y GIP, tienen la presión de estos para mantener la retribución. En el caso de las que tienen el grueso del capital difuso, en manos de minoritarios, las promesas de dividendo sirven para evitar el hundimiento mayor de la acción, como Repsol o Iberdrola.
No obstante, ante la falta de visibilidad y en plena tribulación sanitaria, las grandes empresas del sector han aplazado sine die las revisiones de sus planes estratégicos, algunas como la petrolera que dirige Josu Jon Imaz, previstas para principios de mayo. Frente a una estrategia de descarbonización y diversificación hacia el negocio renovable, la compañía tendrá que ajustar su hoja de ruta al hundimiento de las cotizaciones del petróleo, que le podrían obligar a realizar algún nuevo deterioro de activos, como el que realizo el pasado mes de diciembre. Todas ellas se cuelgan la medalla de la liquidez que han obtenido en sucesivas emisiones de bonos realizadas en abril. Pero esta liquidez también tiene su coste.
En el mercado nacional, con el grueso de la economía paralizada, aunque tímidamente en proceso de engrase,el descalabro del consumo eléctrico que no se compensará con el incremento de la demanda de los hogares (la demanda doméstica, que representa un 40%, podría aumentar un 6% este año, los precios deprimidos del mercado mayorista de la electricidad (pool), que han rebajado un 36% la factura solo en abril, ponen en jaque el futuro de un sector que por ser esencial sigue funcionando, pero cuyos ingresos no compensarán los costes.
Con cotizaciones del pool hasta el umbral de 4 euros/MWh la semana pasada, por el exceso de tecnologías baratas, como la eólica, el sector reclama no ya un incremento de la retribución como una estabilidad en el negocio. Ni que decir en el caso de la red de gasolineras, cuyo consumo se ha reducido al mínimo. Las energéticas han evitado los ERTE a sus plantillas, pero fuentes del sector no lo descartan si la situación se sigue deteriorando.
En un rasgo de caridad inicial propio de las duras epidemias que los países han sufrido en la historia, las empresas eléctricas y de gas que se han puesto al frente de la manifestación en iniciativas solidarias y benefactoras. Sin embargo, en privado critican las obligaciones que les ha impuesto el Gobierno en su normativa de alarma sobre las moratorias en el pago de facturas o la prohibición de cortar el suministro. Ahora el temor es frenar la morosidad en el futuro y que esta arraigue y que “aquí no cobre nadie”, indican fuentes empresariales. Algo que no concuerda con los datos que algunas proporcionan sobre las solicitudes de aplazamientos del cobro de facturas o impagos. Con el precio de la electricidad por los suelos (cuya factura en muchos municipios es inferior a la del agua) .
El drama de las pequeñas
Mucho más complicado lo tienen las centenares de comercializadoras independientes, de pequeño y mediano tamaño, que desarrollan un negocio con un margen muy reducido. En este sector un ajuste será inevitable. Varios son los factores que las abocará a ello: menores ventas por la caída de la demanda (la cartera de clientes de muchas de ellas son pymes o autónomos); la imposibilidad de captar nuevos clientes en medio de la crisis sanitaria, pues los comerciales no pueden salir a la calle; las compras a plazo de energía que han realizado a precios muy elevados y que tendrán que vender mucho más barata, amén de los impagos y las dificultades de cobro de unas empresas especialmente necesitadas de liquidez.
Menos sombrío resulta el panorama de los gestores y transportistas de las redes (REE y Enagás), que carecen de clientes. Y aunque las polémicas circulares de la CNMC, que suponen un recorre de su retribución, se aplican desde este año, sus efectos han pasado a último plano.