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Innovación

La industria, el nuevo liderazgo después de la pandemia

La crisis de la COVID-19 ha puesto de manifiesto la relevancia del mantenimiento de las “industrias estratégicas” en el territorio. Todos vemos ahora la importancia de disponer de cadenas de valor locales en dispositivos médicos, textiles avanzados, biotecnología o impresión 3D. Hasta el momento, ha imperado la máxima de que “la mejor política industrial es la que no existe”; hemos pensado que lo mejor que se podía hacer era no interferir de ninguna manera en los mercados. Si el mercado decidía que era más eficiente producir o hacer I+D en un otro país, esta era la mejor opción. Hoy nos damos cuenta de que esto ha sido un error.

Evidentemente, en una economía de libre mercado no se puede forzar a las empresas a que mantengan actividades aquí. Pero en los países más competitivos se han generado sistemas de incentivos para atraer y retener actividades de alto valor añadido. Esto es lo que se debería hacer: crear las condiciones de contorno y los sistemas de incentivos que hagan posible una reconcentración de actividades productivas avanzadas y de actividades de I+D

En los países más competitivos se han generado sistemas de incentivos para atraer y retener actividades de alto valor añadido

Tenemos que fomentar las inversiones productivas en I+D. Hemos de impulsar el I+D industrial y la economía basada en conocimiento. La estrategia 'Europa 2020' fijaba unos objetivos de llegar al 3% de inversión en I+D sobre el PIB. En España estamos al 1,24% y no hay gran desazón ni entre los responsables políticos, ni entre los agentes sociales para corregir esta situación. Parece que forme parte inevitable del paisaje. Pero este es el quid de la cuestión: invertimos poco en I+D y lo poco que se invierte se hacen en actividades muy alejadas del mercado, sin efecto multiplicador ni capacidad de atracción de nuevas actividades ni de inversiones complementarias. Es urgente activar los instrumentos necesarios para que la economía española doble su inversión en I+D.

La estrategia que se necesita para salir de esta crisis con un cambio de timón está marcada: doblar la inversión de le economía en I+D es el gran objetivo. Para conseguirlo, tenemos que hacer lo han hecho los países líderes. No hay grandes diferencias: establecer mecanismos de estímulo en la I+D industrial (ayudas directas, créditos preferentes, compra pública innovadora, fiscalidad favorable…), potenciar y prestigiar los grupos y profesores universitarios que transfieren tecnología en el entorno y tratar de forma estratégica a las start-ups de alta intensidad tecnológica. Un joven doctor que sale de la universidad con una tesis doctoral en ciberseguredad o nuevos materiales tiene que encontrar financiación rápida y fácil (normalmente pública en fases de muy alto riesgo por la inmadurez de la tecnología) para sus ideas de negocio.

Doblar la inversión de la economía en I+D es el gran objetivo

La situación que hemos vivido nos tiene que generar consciencia de la importancia de disponer de cadenas de valor industriales y de investigación de alto valor, orientadas a la solución de problemas reales. Después de esto, es necesario diseñar un plan estratégico de ciencia, innovación y competitividad a 10 años vista, dotado de recursos e inmune a ciclos políticos para situar España entre las economías globales basadas en conocimiento más competitivas del mundo. No se entiende una política industrial que no contemple como piedra angular el I+D, o una política científica que acabe en la publicación y no priorice la transferencia tecnológica. Tenemos las bases constituidas, los ingredientes de la receta (tejido industrial, emprendedores, universidades, centros de investigación…), pero no tenemos estrategia conjunta ni la dotamos de recursos. Seguramente diremos que “no hay recursos”. Debemos de pensar que sin inversiones inteligentes en I+D hoy difícilmente podremos sostener un estado del bienestar mañana.

Es importante tener empresas grandes para llevar a cabo esta redefinición. Pero es aún más importante tener clústeres de empresas de alta intensidad tecnológica, tecnificadas, exportadoras y bien conectadas a los centros de conocimiento.

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