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Breakingviews
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Sin 'dolce vita': la vida dentro de la cuarentena italiana

Las pequeñas empresas son las más vulnerables a las circunstancias extremas y podrían ser víctimas del virus

Una mujer con un perro, firmando una declaración de su motivo para viajar en la estación de tren Milano Centrale, el día 10.
Una mujer con un perro, firmando una declaración de su motivo para viajar en la estación de tren Milano Centrale, el día 10.Emanuele Cremaschi (Getty Images)

En Italia, el café expreso de la mañana ya no sabe igual. La prohibición de servir a los clientes en los mostradores de los bares es una de las muchas restricciones inconvenientes para el estilo de vida italiano cotidiano impuestas por una cuarentena nacional, promulgada el día 9 para luchar contra el peor brote de coronavirus de Europa.

Pero para Fulvio Rossi, propietario del histórico tostador de café Hodeidah en mi vecindario de Milán, esto podría significar el cierre de su negocio, que tiene cinco empleados. Su flujo diario de unos 600 clientes ya se había reducido a la mitad después de que Italia introdujera las primeras medidas de contención a finales de febrero.

El amor por la comida y la socialización sin preocupaciones con la familia y los amigos forman la esencia del tan deseado estilo de vida italiano. Junto con el patrimonio artístico y la belleza natural del país, contribuye a una atractiva mezcla que atrae a más de 60 millones de visitantes extranjeros cada año y genera 42.000 millones de euros de ingresos. Pero ante la explosión de casos de Covid-19, el país inmortalizado por Federico Fellini en La dolce vita está teniendo que reconsiderar su identidad.

Para frenar el contagio, el primer ministro, Giuseppe Conte, ha prohibido hasta el 3 de abril los movimientos no esenciales para 60 millones de italianos, ha cerrado escuelas y ha prohibido reuniones públicas y privadas, desde óperas como Salomé en La Scala, hasta funerales.

Las medidas, que recuerdan las restricciones introducidas en la Venecia del siglo XIV para domar la peste bubónica, no llegan a detener los trenes y el transporte público, como hizo China en el epicentro del coronavirus de Wuhan. Las fábricas italianas permanecen abiertas y las mercancías pueden ser transportadas.

Pero las medidas han secado la vida cotidiana de Italia, asustado a los turistas y destrozado la economía del país. Especialmente molesto para los restaurantes y cafés es el requisito de tener a los clientes sentados a un metro de distancia de seguridad y dejar de servir a las seis de la tarde. En el centro financiero de Milán, en la región más afectada de Lombardía, esto ha acabado de plano con el ritual del aperitivo, una fiesta de bebidas y picoteo en grupo. La animada vida nocturna de la ciudad, que representa una quinta parte de los 150.000 millones de euros generados por la comida y el entretenimiento a nivel nacional, se ha evaporado.

Las compras, aparte de la acumulación de alimentos básicos, también se están parando en medio de advertencias médicas para permanecer en casa, peticiones de los políticos para mantener la actividad no esencial al mínimo, y simple pánico. Esto reducirá enormemente los 20.000 millones de euros anuales que la capital de la moda italiana, de 1,4 millones de habitantes, produce en ventas.

Los esfuerzos de Italia son un anticipo del sacrificio económico que están teniendo que hacer otros países desarrollados. La crisis también está exponiendo el desafío de luchar contra una emergencia sanitaria en una sociedad envejecida como la de Italia. Unos 14 millones de italianos, el 23% de la población, tienen 65 años o más, la población más vieja de Europa. Es un problema, ya que el nuevo virus parece afectar más a los ancianos.

La mayoría de las víctimas reportadas hasta ahora en Italia eran mayores de 70 años, a menudo con enfermedades preexistentes. Esto puede explicar la alta tasa de mortalidad por coronavirus en el país, superior a la de otros. Los pacientes ancianos también son más propensos a requerir cuidados intensivos, lo que supone una presión adicional para el sistema de salud. Los hospitales están teniendo que tomar decisiones difíciles sobre a quién asistir. Es una advertencia amenazante para las naciones desarrolladas. La canciller alemana, Angela Merkel, advirtió de que hasta el 70% de la población será infectada por el virus antes de que termine su curso.

Los empresarios milaneses, un grupo combativo que ha capeado dos crisis económicas en poco más de una década, están tratando de encontrar la manera de mantener sus negocios a flote mientras la enfermedad hace estragos. El propietario de restaurante Luca Piovan está considerando la entrega de comida a domicilio, una actividad no cubierta por la prohibición, para mantener una nómina de 100.000 euros y las facturas de servicios y evitar el cierre.

Pequeñas empresas como estas, que constituyen el tejido de la economía italiana, son las más vulnerables a las circunstancias excepcionales. Junto con la dolce vita, también corren el riesgo de convertirse en víctimas del coronavirus.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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