Repensar la política monetaria comenzando por los tipos negativos
La eurozona no registra un crecimiento vigoroso, pero puede prescindir de una medida que no es inocua y provoca distorsiones en la economía
Como ya adelantó Christine Lagarde en la anterior reunión del banco, el BCE pondrá manos a la obra para revisar su estrategia de política monetaria a lo largo de este año. Tras anunciar ayer que los tipos de interés seguirán sin cambios o en niveles inferiores a los actuales y confirmar que Fráncfort mantendrá también el ritmo de los programas de compra de deuda, Lagarde explicó a grandes rasgos una revisión estratégica que requerirá numerosos “análisis exhaustivos”, se llevará a cabo “con apertura de miras” e implicará a todas las partes involucradas.
La decisión adoptada por el BCE supone reexaminar una estrategia monetaria que fue adoptada en 1998 y clarificada únicamente en algunos aspectos pocos años después, en 2003. Desde entonces, la economía de la zona del euro y el conjunto de la economía global han experimentado cambios estructurales profundos, además de superar una durísima crisis económica y financiera que ha dejado cicatrices y desequilibrios que todavía es necesario corregir. Todo ello hace razonable y necesaria la decisión de testar la validez de la hoja de ruta del banco, que fue diseñada para un viaje con características diferentes –al menos en algunos aspectos– al actual. Mientras que a finales de la década de los noventa el mandato del BCE sobre el mantenimiento de la estabilidad de los precios consitía en hacer frente a una inflación elevada, la situación hoy es la contraria y Fráncfort tiene serias dificultades para estimular unos niveles de precios que se mantienen persistentemente por debajo del objetivo previsto. Junto a la inflación, que centrará buena parte del análisis de la estrategia monetaria, el BCE reexaminará también los instrumentos y estrategias para mantener la estabilidad financiera, estimular el empleo e impulsar la sostenibilidad del medioambiente.
Más allá de ese examen, las decisiones adoptadas ayer por Francfort suponen mantener una política monetaria firmemente continuista, tanto en cuanto a compras expansivas como respecto a los bajos tipos de interés. Pero mientras los programas extraordinarios de compra de deuda siguen actuando como una suerte de muleta monetaria que puede beneficiar a una economía cuyo crecimiento es todavía frágil, los tipos de interés negativos tienen efectos distorsionantes que el BCE haría bien en analizar y que hacen cuestionable la decisión de mantenerlos sin cambios. Más aún en una eurozona que no registra un crecimiento vigoroso, pero que aún así está creciendo y puede permitirse prescindir de una medicina cuyos efectos secundarios Fráncfort debería sopesar.