El gobierno paralelo de Libia bloquea cinco puertos de exportación de petróleo
Berlín acoge el domingo una conferencia de paz para el país
Berlín acoge este domingo una conferencia de paz para Libia, sacudida en las últimas horas por un nuevo incidente que multiplica la, ya de por sí, compleja situación en la que vive desde hace nueve años un país sin rumbo, con dos gobiernos enfrentados y una decena de países involucrados, cada uno con sus propios intereses: la toma de varios puertos petroleros en el este del país por parte del mariscal Jalifa Haftar, que ahora mismo controla el 60% del crudo libio.
La Compañía Nacional de Petróleo del país afirma que el bloqueo de los puertos "desembocará en una pérdida de 800.000 barriles de crudo diarios en producción y costes diarios aproximados de 55 millones de dólares".
El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Heiko Maas, ha confirmado la presencia del primer ministro libio, Fayez al Serraj, y de Haftar en la conferencia. El comandante del Ejército Nacional Libio, señor de la guerra, es el brazo armado del Parlamento de Tobruk, el gobierno paralelo enfrentado a las autoridades de la capital, Trípoli, que reconoce la comunidad internacional. Ahora mismo, Haftar lleva asediando la ciudad desde el pasado mes de abril, ha conquistado la ciudad de Sirte y se dispone a efectuar un asalto sobre Misrata, donde está el grueso de las fuerzas de Trípoli.
Haftar ha conseguido estos avances gracias a la presunta ayuda de mercenarios rusos -el Kremlin niega toda presencia en el país-, mientras Trípoli cuenta a su favor con un acuerdo de seguridad firmado con Turquía, muy provechoso para Ankara. La internacionalización del conflicto no es nueva, y realmente Turquía ni Rusia tienen un deseo de enfrentarse por terceros, pero participan a su pesar en una intensificación de un conflicto internacional, como ya ocurriera en Siria.
Alrededor, observan países como Egipto o Emiratos, aliados de Haftar, y una Unión Europea a la espera de que Francia y Alemania tomen cartas en el asunto o decidan dejar una solución en manos del dúo ruso-turco, según estiman los expertos del panel de estudios internacionales International Crisis Group (ICG). Francia no recela de Haftar porque considera importante, según ICG, respetar la importancia del mariscal de cara a las negociaciones, frente al escepticismo de Alemania o Reino Unido
Si todo sale bien, los países asistentes a la cumbre -entre ellos Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía, Egipto o la Liga Árabe- firmarán una declaración de 55 puntos comenzando por el respaldo a un cese de las hostilidades, un plan de desarrollo político y el compromiso para mantener el embargo de armas impuesto por la ONU.
Sin embargo, la situación es extremadamente volátil, y no se descartan nuevas evoluciones en el conflicto durante la propia conferencia, porque ahora mismo no hay alto el fuego en Libia. Prueba de ello es lo ocurrido este sábado. Previamente se había dado a conocer que grupos de simpatizantes del mariscal Haftar habían cortado la entrada al puerto de Tobruk en una exhibición de fuerza a menos de 24 horas del inicio de la conferencia de paz, después de que los líderes tribales de la región anunciaron su intención de cerrar el acceso y los yacimientos de la región al entender que los beneficios, en realidad, se los estaban llevando las autoridades de Trípoli, el Gobierno reconocido por la comunidad internacional.
La Compañía Nacional de Petróleo es una organización que, en principio, cae bajo control del Gobierno de Trípoli, pero de un tiempo a esta parte ha protagonizado rencillas con las autoridades por falta de fondos para la financiación de sus operaciones de producción, una muestra más de la crisis endémica que define la política actual en Libia.
"El sector del petróleo y el gas es el elemento vital de la economía libia y la única fuente de ingresos para el pueblo libio. El petróleo y las instalaciones petroleras pertenecen al pueblo libio. No son cartas para jugar para resolver asuntos políticos", había lamentado el viernes el presidente de la compañía, Mustafa Sanalla.
"Si el cierre se prolonga, nos enfrentamos el colapso del tipo de cambio, un aumento enorme e insostenible en el déficit nacional, la salida de contratistas extranjeros y la pérdida de producción futura que puede llevar años restaurar", avisaba.