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En colaboración conLa Ley
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Crimen de los tirantes
Tribuna
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¿Cómo hay que ir vestido a un juicio?, cuándo la primera impresión lo es todo

Parece claro que será más fácil asociar un delincuente con aspecto físico desaliñado que con uno con uno con aspecto impecable

El jurado declara culpable a Rodrigo Lanza de homicidio imprudente por odio
FOTO TONI GALÁN (EFE)

Recientemente se ha celebrado el juicio del denominado 'crimen de los tirantes ' en el que se acusaba a Rodrigo Lanza de haber cometido un delito de asesinato por motivos ideológicos. La Fiscalía y las acusaciones solicitaron 25 años de prisión, por considerar que el acusado asesinó a Víctor Laínez por motivos ideológicos, pues llevaba unos tirantes de la bandera de España.

Ante este escenario, el día del juicio apareció un irreconocible Rodrigo. Como si de una representación teatral se tratara, no había rastro de los aros de las orejas, de sus piercings labiales ni del pañuelo palestino, elementos que le caracterizaban el día que ocurrieron los hechos. Había sustituido esa característica vestimenta por una camisa azul, unos pantalones de tela color crema y unos zapatos tipo botines.

Ese cambio físico tan espectacular a la que se sometió Rodrigo Lanza, se trataba una estrategia de su defensa. Una estrategia de defensa basada en estudios científicos llevados a cabo por Daniel Kahneman, prestigioso catedrático de Psicología de la Universidad de Princeton. Así, en su libro “Pensar rápido, pensar despacio” nos señala cómo este “efecto halo” forma parte de cualquier ámbito de nuestra vida. Este significa la tendencia a efectuar una evaluación de otra persona basándonos en características externas de esta. Sencillamente, significa que la característica más dominante de una persona, ya sea positiva o negativa, afecta a la forma en que se percibe el resto de los atributos de dicha persona. Es decir, realizamos un juicio previo a partir del cual generalizamos el resto de características. Hay numerosos estudios que así lo demuestran. Estudios con jurados simulados, como el de Efran (Efran, 1974), ponen de manifiesto una tendencia a la condescendencia con acusados que les resultaban atractivos, incluso cuando habían cometido exactamente el mismo delito que una persona físicamente atractiva. En cambio, cuando el atractivo físico del acusado venía condicionado por el tipo de delito cometido, el jurado consideraba este factor con un efecto negativo. Sigall y Ostrove (Sigall, 1975). En el primer caso, encuentran un efecto de benevolencia hacia el acusado descrito como atractivo, pero no ocurrió así en el segundo caso pues el atractivo físico había condicionado la comisión del delito

Surgen dudas acerca de la percepción que hubiera tenido la sala, si Rodrigo Lanza hubiera asistido al juicio directamente desde el calabozo, con un aspecto desaliñado y desmejorado, más aún teniendo en cuenta que se le investiga por la supuesta comisión de un crimen violento y sumamente ideologizado. Parece claro que será más fácil asociar un delincuente con aspecto físico desaliñado que con uno con uno con aspecto impecable, pues ese aspecto desaliñado produce, de manera inconsciente, un sesgo de temor o rechazo antes los ojos de un juez o de cualquiera. Lo mismo sucede en otros ámbitos como en una entrevista de trabajo en la que el aspecto físico es una carta de presentación. Como dice el refrán “una imagen vale más que mil palabras”.

En conclusión, si usted tiene un juicio vaya bien vestido.

Fátima Rodríguez G.Chaves, abogada y responsable del Área de Penal de Lupicinio.

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