Un mercado de trabajo que afronta viejos y nuevos retos
España tiene por delante la tarea de seguir flexibilizando sus relaciones laborales para adaptarlas a la coyuntura de desaceleración económica
La digitalización de la economía y el envejecimiento demográfico se han convertido en dos de los factores que determinarán el futuro del mercado laboral a medio y largo plazo. En un mundo globalizado y altamente tecnologizado, los expertos ya no estudian únicamente las mejores fórmulas para optimizar la asignación del trabajo y mantener la creación de empleo, sino incluso cual será el papel de los trabajadores en ese modelo. En el caso de España, como señalaron los expertos que participaron en el Foro Futuro, observatorio de tendencias económicas, organizado por Santander y por este periódico, a los rápidos cambios que se otean en el horizonte hay que unir serios problemas estructurales, como la persistente tasa de paro y la fuerte dualidad entre contratos fijos y temporales, que se traduce en un mercado con amplias desigualdades salariales.
Entre las escasas certidumbres que se pueden sostener sobre qué perfil tendrá el mercado laboral en los próximos años figura la importancia creciente de la formación continua y de las habilidades digitales, así como la necesidad de adaptarse a unos parámetros de crecimiento económico más bajos y el reto de una robotización capaz de llegar a sustituir la mano de obra humana. Ello hace más importante que nunca impulsar reformas profundas, y a ser posibles consensuadas, en ámbitos como el de la educación, pero también reflexionar sobre la mejor forma de abordar problemas como el envejecimiento de las plantillas sin descuidar los intereses de las empresas, aunque sin desproteger los derechos de los trabajadores, al igual que afrontar los cambios que introducirá el aumento de los profesionales free lance frente a los contratados por cuenta ajena.
Junto a esos desafíos, ciertamente importantes y bastante más próximos de lo que se suele pensar, España tiene por delante la tarea de seguir flexibilizando su mercado laboral para adaptarlo a la coyuntura de desaceleración económica, así como de corregir en lo posible las disfunciones y defectos que este presenta, como la precariedad o el abuso de la temporalidad. Aunque tanto la incertidumbre que rodea la formación del próximo Gobierno como sus primeras alianzas no apuntan a que ese objetivo vaya a llevarse a cabo en la legislatura, existe el serio riesgo, ya puesto sobre la mesa, de querer apostar por reintroducir viejas rigideces en la normativa laboral que agraven la pérdida de velocidad de la máquina del empleo y perjudiquen al conjunto de la economía. Sería un error que España no puede ni debe permitirse.