Siemens Gamesa, asediada por los vientos de cola de la eólica
Sus márgenes se están viendo reducidos por la competencia
Don Quijote le daría el visto bueno. Las acciones de Siemens Gamesa cayeron bruscamente el martes, después de que la eólica española admitiera que sus márgenes se están viendo reducidos por la competencia. Desafortunadamente para el héroe literario con fobia a los molinos de viento de Cervantes, la disminución del apoyo del Gobierno es una señal de la durabilidad de la industria a largo plazo.
A pesar del salto del 46% en la cotización de sus acciones en 2019 hasta el 30 de julio, la caída del 17% de la cotización del martes supone un duro golpe para la firma de 10.000 millones de euros, fruto de la fusión en 2017 de la española Gamesa y el negocio eólico de la alemana Siemens.
En los últimos tres meses, sus ingresos ascendieron a 2.600 millones de euros, casi un cuarto más que hace un año, y recibió pedidos por un valor récord de 4.700 millones, lo que elevó su cartera de pedidos a 25.000 millones. Esto incluye 1,5 gigavatios de potencia encargados por Taiwán, casi tanto como la presa Hoover del río Colorado (Estados Unidos), y es la prueba de que el viento se ha extendido más allá de sus raíces en el norte de Europa.
Esta demanda es un testimonio de la creciente importancia de la industria como fuente de energía sin carbono. Pero también es un empujón para que los Gobiernos la hagan navegar por sus propios medios. Alemania lideró el camino en 2017, con la primera subasta libre de subsidios para la energía eólica marina.
Otros están haciendo lo mismo. Las subastas de energía también están aumentando la competencia y disminuyendo los precios: el precio medio de venta de Siemens Gamesa para la electricidad eólica terrestre ha bajado un 12% en comparación con hace dos años.
Sin embargo, esto no estropea demasiado los planes de Markus Tacke. En los últimos seis años, los costes de la energía eólica han caído un 63%, según su rival danés Orsted, gracias a la rápida mejora de la tecnología y las economías de escala.
Los parques eólicos que se están construyendo ahora se extienden a lo largo de cientos de kilómetros cuadrados, mientras que las turbinas más grandes son casi tan altas como la Torre Eiffel. De ahí que Tacke solo necesitara empujar el margen operativo previsto para este año al extremo inferior de su rango del 7%-8,5%.
Estos ahorros han transformado la energía eólica, ciertamente sin contar el respaldo necesario para los días sin viento, en la fuente de energía más barata en general, a 52 euros por megavatio hora la terrestre y 61 euros la marina, en comparación con los 83 euros del gas natural, los 93 euros del carbón y los 169 euros de la energía nuclear, según Bloomberg New Energy Finance, que prevé una inversión eólica de 5,3 billones de dólares para mediados de siglo. Con tanta ventaja respecto a sus rivales, incluso Don Quijote podría ver las posibilidades.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías