Por un sandbox para la innovación energética
La experiencia de Reino Unido es un ejemplo de la utilidad de este instrumento para el sector
Con frecuencia, la innovación no tiene cabida en el marco legal vigente. Muchas soluciones novedosas caen en la tierra de nadie de la alegalidad o directamente son ilegales. En las últimas décadas, el cambio tecnológico ha desatado una ola de innovación sin precedentes. Cuando las innovaciones dan lugar a nuevos modelos negocio en una actividad regulada, es habitual que se generen disfunciones entre el marco legislativo aplicable a los operadores asentados y el de los nuevos entrantes. La disrupción empresarial deriva así en una disrupción regulatoria.
El sistema financiero ha sido pionero en la búsqueda de soluciones que permitan la experimentación de los agentes innovadores en condiciones reales de mercado. La eclosión de la banca digital y las fintech –empresas tecnológicas que desarrollan nuevas soluciones para los servicios financieros– ha propiciado la popularización del concepto de sandbox regulatorio.
La Asociación Española de FinTech e InsurTech (AEFI) lo define como un entorno de pruebas controlado o espacio seguro de pruebas en el que las entidades o proyectos innovadores que se encuentran en estados iniciales de desarrollo pueden emprender su actividad bien bajo la modalidad de exención, para el caso de actividades que sí pueden situarse bajo el paraguas del regulador con la normativa actual, o bien bajo la modalidad de no sujeción para el caso de actividades aun no expresamente reguladas por su carácter innovador.
En el Reino Unido, la Financial Conduct Authority (FCA) lanzó un programa de sandbox financiero en 2016. Desde entonces, los proyectos de prueba controlada de 89 empresas han sido aceptados a través de cuatro convocatorias.
El resultado global ha sido muy alentador: el sandbox ha creado valor a las empresas, permitiéndoles obtener asesoramiento regulatorio y verificar las hipótesis de riesgos, así como incrementar su credibilidad ante inversores y clientes. Otros muchos países han seguido con rapidez la estela británica. Más recientemente España ha dado un primer paso formal para sumarse a esta corriente, con la aprobación del anteproyecto de ley para la transformación digital del sistema financiero, que incluye la creación de un sandbox o espacio controlado de pruebas.
El retraso de España en la adopción de un sandbox financiero ha sido puesto de manifiesto por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Ahora bien, este posicionamiento resulta llamativo, pues el macro-organismo regulador no ha emitido pronunciamiento alguno respecto a la posible aplicación de un sandbox regulatorio en un ámbito que cae directamente dentro de sus competencias: la energía.
Los retos energéticos de las próximas décadas son hercúleos y la innovación va a ser una condición más que necesaria. En particular, la industria eléctrica está llamada a jugar un papel central. Descarbonizar la generación de energía eléctrica implica el despliegue masivo de energías renovables y la integración de tecnologías no programables con la búsqueda de formas eficientes de almacenamiento a gran escala.
La electrificación de la economía comienza con el vehículo eléctrico, en el que aún resta lo más difícil por hacer. Las redes eléctricas actuales no están concebidas para esa nueva realidad, así que requerirán su completo redimensionamiento y transformarse en smart grids.
En la época del monopolio, las empresas eléctricas no tenían interiorizada una cultura de innovación. Prevalecía una adaptación al cambio tecnológico con un enfoque marcadamente ingenieril, alejada del mercado y al ritmo fijado por el Gobierno. Con la liberalización, las empresas eléctricas descubrieron que ser pionero podía otorgar ventajas. Por lo tanto, crearon departamentos de innovación, aumentaron la colaboración con agentes externos y pusieron en marcha aceleradoras corporativas de startups.
A medida que se desarrolla el ecosistema innovador asociado al sector energético, se amplía la brecha entre las necesidades de experimentación para la innovación y el marco regulador sectorial.
Sirva el Reino Unido de nuevo como contraste. El regulador de los mercados de electricidad y gas estableció en 2017 un mecanismo de sandbox a través del cual ya se han abierto dos rondas de solicitudes. Los proyectos aprobados se han centrado en la recarga de vehículos eléctricos, las transacciones entre particulares (P2P) y los sistemas comunitarios de energía. Obviamente, un sandbox regulatorio energético no será la panacea, ya que las barreras a la innovación pueden surgir de normativas horizontales, estándares técnicos o infraestructuras existentes.
También serán necesarios otros muchos cambios en todo tipo de políticas energéticas y no energéticas. Pero, en todo caso, un sandbox no dejaría de ser un pequeño gran paso en la dirección correcta, si lo que se pretende es movilizar talento y recursos para cortar el nudo gordiano del problema energético.
Enrique Loredo y Nuria López Mielgo son Profesores de Organización de Empresas de la Universidad de Oviedo. Ganadores del Premio AECA de Artículos 2019