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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Inversores activistas, la mejor vacuna corporativa

La entrada de este perfil de accionista en el Ibex sería muy positivo para nuestro mercado

Pixabay
CINCO DÍAS

La empresa cotizada en España y su gobierno corporativo gozan de excelente salud. Todos sus órganos, desde el consejo a la alta dirección funcionan correctamente y generan una actividad positiva para accionistas y stakeholders.

Sin embargo, la mejor manera de mantenerse sano es hacerse un chequeo regularmente. Si hiciésemos dicho chequeo en nuestras empresas, encontraríamos síntomas, que si bien no son alarmantes sí que precisan de un examen más exhaustivo. Por ejemplo, en España menos de la mitad de los consejeros son independientes frente a ratios del 80% en países de nuestro entorno. La edad media de los consejeros es superior a los 60 años y también está entre las más elevadas de Europa. Si recordamos las juntas de accionistas de los bancos durante la crisis, no podemos decir que fueran especialmente conflictivas, al menos en comparación con lo que sucedió en el entorno anglosajón.

¿Qué hacer? La experiencia nos ha enseñado que, tanto en temas de empresa como en temas de salud, los EEUU siempre tienen los remedios más avanzados. En este caso, han inventado una vacuna que puede ayudar a nuestras compañías a prevenir la enfermedad del anquilosamiento corporativo.

Hablamos de los inversores activistas. Al nombrarlos uno siempre regresa a los 80 y recuerda a aquel magnífico Michael Douglas interpretando a Gordon Gekko en Wall Street convenciendo a los accionistas con su magnífico discurso. La realidad de hoy en día, aunque tiene algo de espectáculo, es bastante más pragmática.

Los inversores institucionales llevan existiendo desde hace mucho tiempo (Carl Icahn lanzó una opa hostil sobre TWA en 1985), pero recientemente su poder e influencia han ido creciendo hasta tal punto de ser considerados una de las principales preocupaciones de los ejecutivos al otro lado del Atlántico. Gestionan más de 120.000 MM$ de activos; tienen éxito en más del 60% de sus actuaciones (o proxy fights); y han participado en cambios empresariales de gran calado como por ejemplo el relevo del CEO en Microsoft. Este crecimiento se debe en parte al mayor peso que tiene en los accionariados el dinero perezoso (perteneciente fundamentalmente a los fondos indexados) que no toma participación activa real en las juntas y que deja a este tipo de inversores la labor de vigilar y controlar el rendimiento de las empresas.

Los Pershing Square, Third Point o Icahn tienen su ámbito natural de actuación en Norteamérica, donde la cultura y la legislación son más favorables para su actividad. Normalmente buscan compañías con rendimientos bajos y cotizando por debajo de su valor en libros y les exigen medidas para aumentar el valor de la acción. Estas suelen consistir en variantes de los siguientes tipos: la recompra de acciones (Apple), el spin-off de una división (Sony), la entrada en el Consejo (Wallgreens) o la corrección de la estrategia seguida por la compañía (Office Depot).

Dependiendo de la reacción de la dirección, a veces la entrada de activistas da lugar a una cruenta batalla corporativa, con una amplia cobertura en los medios; donde el consejo y el inversor se enfrentan por el favor de los accionistas, muy al estilo de Wall Street. Pero en la mayoría de las ocasiones, las conversaciones se suelen mantener de manera más o menos discreta.

Como consecuencia de estas notorias batallas, los inversores activistas no suelen dejar a nadie indiferente. Hay quienes piensan que su presencia defiende al ahorrador minorista frente a la todopoderosa dirección de las grandes corporaciones. Otros, por el contrario, piensan que no son más que otro tipo de pirata, tan común en las finanzas corporativas, con el foco puesto en hacer grandes riquezas en el corto plazo sin tener en cuenta los daños que causan a largo.

En todo caso, cuando un activista entra en una compañía el nivel de alerta, tanto de la dirección como del consejo, tiende a aumentar. La atención pasa a centrarse en el accionista y cualquier actuación empresarial pasa a juzgarse en función de los beneficios que a este le reporta. La regulación, la tecnología o el medioambiente ya no son fines en sí mismos, sino medios para lograr estos beneficios. Como resultado de esta atención, la gestión y el gobierno corporativo mejoran y el valor de la acción crece. Quizás por ello los fondos de los inversores activistas consiguen batir los índices de forma sistemática.

La entrada de estos inversores en alguna de las compañías del Ibex (actualmente quizás demasiado pequeñas para ellos) sería una gran noticia para nuestro mercado. De acuerdo, no son agradables, rompen el status quo e incomodan a las compañías antes de que surjan problemas reales, obligándolas a reaccionar. En suma, funcionan como una vacuna.

Esta vacuna corporativa ayudaría a las compañías cotizadas españolas a no perder el foco en el accionista en el futuro.

Carlos Halpern Serra es Director Académico del Programa Ejecutivo de Dirección Financiera de Deusto Business School

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