La brecha silenciosa es digital
Si quedarse rezagado en el acceso es malo para un ciudadano, para una pyme es letal
La desigualdad se ha convertido en una de las mayores preocupaciones de la sociedad. Y preocupa, sobre todo, porque varios indicadores nos dicen que no solo se ha incrementado en la última década, sino que sigue en aumento... Y una de las fuentes de esta desigualdad es la que hemos venido a denominar brecha digital. En una primera definición, esta brecha se centraba en el acceso desigual a los avances tecnológicos de la digitalización: quienes tenían renta más elevadas se podían permitir acceder a estas tecnologías, lo que les otorgaba a su vez una ventaja que perpetuaba y ampliaba la desigualdad entre clases sociales.
Se extendió poco después esa misma reflexión a la brecha entre países (ricos y pobres), entre regiones (conectadas y desconectadas), y también se ha ampliado a otros aspectos que también condicionan en la práctica el acceso a la tecnología (como el género, o la edad).
Explica muy bien Antón Costas como las olas de disrupción tecnológica que se han sucedido desde la primera revolución industrial, en un primer momento siempre han venido acompañadas de un aumento de la desigualdad, pero que posteriormente y gracias al control social y político consigue corregirse esta tendencia, y se consigue repartir la riqueza que aportan de forma más equilibrada.
En ello estamos también con esta última ola: con cierta frecuencia nos informan de la evolución de las estadísticas y se diseñan políticas que tratan de atacar a las causas, y corregir estas diferentes brechas digitales. Sin duda una tarea urgente y prioritaria, a la que nuestra clase política no siempre presta la atención que la sociedad exige. España ha conseguido en los últimos 15 años reducir la brecha con Europa en el indicador de personas con acceso a internet. El DESI 2018 (Digital Economy and Society Index 2018, de la Comisión Europea) nos dice que en España el 80% de los ciudadanos tienen acceso a internet (4% de mejora respecto a 2017, y el puesto 10 entre los países europeos).
Sin embargo, hay una variante de la brecha digital que no recibe la misma atención, pero que tiene tanto o más peligro que las anteriores para la prosperidad y la lucha contra las desigualdades en la sociedad. Se trata de la distancia que se abre entre aquellas empresas que abordan con decisión la transformación digital de sus procesos, y aquellas que por falta de recursos, o por falta de profesionales con la formación adecuada, o de un ecosistema de I+D+i avanzado o a infraestructuras de comunicación de suficiente capacidad, no acaban de subirse a la ola tecnológica con la velocidad adecuada.
Y tiene más peligro porque, siendo malo que un ciudadano quede rezagado en el acceso digital, en el caso de una empresa puede costarle la supervivencia, y con ello la de los empleos que crea y los impuestos que liquida…
El último Informe Pyme España 2018, elaborado por Cepyme destaca en sus conclusiones que, en general, todas las pymes tienen un nivel básico de digitalización, pero tan sólo el 19,7% cuentan con una plataforma de e-commerce y en torno al 40% tienen presencia activa en redes sociales, disponen de programas CRM para la gestión de clientes o de aplicaciones ERP.
En el informe DESI 2018 antes citado, el bloque de indicadores en el que España puntúa peor es precisamente el de Human Capital y en lo relativo a la disponibilidad de especialistas en Tecnologías de Información, España se sitúa en la triste posición 18 de 29 países… Y si tomamos como referencia el Global Innovation Index (GII) 2018, España ocupa el lugar 28 en el ranking global, y el 73 en lo relativo a Educación…
Sabemos, además, que esta brecha se incrementa, como era de esperar, a medida que el tamaño de las empresas disminuye.
El problema fundamental de este retraso, es que la industria 4.0 supone un nuevo paradigma en el que los sistemas de empresas en una misma cadena de valor quedan entrelazados, de forma que es mucho más difícil desplazar a un competidor una vez que sus sistemas están conectados con los de sus clientes. Llegar tarde supone fuertes desventajas competitivas…
El primer artículo de este grupo de reflexión se centraba en la brecha en la inversión en I+D, que condiciona de manera directa y grave la brecha de transformación digital de las empresas. Porque hablar de transformación digital es hablar de las tecnologías asociadas a inteligencia artificial, Big data o IoT (internet de las cosas), en las que se están produciendo avances espectaculares, y en las que los tiempos desde el laboratorio a la planta productiva se han reducido considerablemente.
Y la situación de España es claramente inferior a la que nos correspondería. Si por PIB ocupamos el puesto 14 en el ranking mundial, el último Informe de Competitividad del World Economic Forum nos sitúa en el puesto 21 en adopción digital, en el 37 en habilidades y competencias y en el 25 en capacidad de innovación…
El despliegue y adecuada financiación de las infraestructuras de I+D y de conectividad, junto con la formación de los profesionales en estas nuevas herramientas, son asignaturas mucho más urgentes y claves para reducir la desigualdad y mejorar nuestra prosperidad, que otras formas de reducción de brecha digital.
Es fundamental que la sociedad interiorice este mensaje, y traslade el mismo nivel de presión con el que exige acabar con otras formas de desigualdad. Las pymes crean el 65,9% del empleo en España, pero en la última década hemos perdido 84.088 sociedades, un 2,46% del tejido productivo.
No podemos permitirnos perder ni una sola empresa más, y una apuesta decidida por el apoyo a su transformación digital, y a la formación de sus profesionales, son sin ninguna duda asignaturas pendientes de las políticas económicas de los últimos años.
Un Plan Nacional de apoyo a la competitividad de nuestra pyme por medio de la digitalización, podría incorporar medidas como ayudas a la formación, ventajas fiscales, apoyos financieros al diseño e implementación de planes de transformación digital, o primar la utilización de mecanismos digitales en la relación cotidiana de las pymes con las administraciones.
O nos damos prisa, o no hará falta Plan, porque no quedarán empresas…
Grupo de Reflexión de AMETIC