El Guggenheim reúne la mayor serie de pinturas marinas de Richter
La muestra recoge, hasta el 9 de septiembre, ocho pinturas y dos dibujos de las marinas del artista alemán
Alrededor de tres años ha tardado Lucía Agirre, una de las comisarías más relevantes del Museo Guggenheim de Bilbao, en montar una pequeña exposición, en cuanto al número de piezas expuestas, pero de gran impacto artístico, dada la relevancia del contenido. Se trata de Marinas, la mayor exposición de paisajes marinos del artista alemán Gerhard Richter (Dresde, 1932) reunida hasta la fecha. Fue una idea suya, un empeño complicado, advierte. Un regalo del Guggenheim, reconoce, para el que ha contado con la colaboración del estudio del artista, a la hora de reunir gran parte de las obras, propiedad de coleccionistas privados.
La exposición, que se puede ver hasta el 9 de septiembre, recoge ocho pinturas marinas al oleo y dos dibujos (uno de ellos, expresa sobre una gran tela toda la belleza del mar, aunque también se puede confundir con un paisaje lunar, detalla la comisaria), en diferentes formatos, colores y estilos, en los que trabajó el artista a lo largo de tres décadas, a partir de 1969. Precisamente, la última pintura es de 1998, y conforma un gran paisaje en formato horizontal que mide casi tres por tres metros, y es parte de la colección permanente del Guggenheim. Esta marina está inspirada en una visita de Richter a Tenerife, aunque Agirre detalla que parece que el artista ha utilizado para su composición tres imágenes diferentes.
Si por algo se caracterizan las obras de este representante del expresionismo abstracto es por hacer reflexionar al espectador sobre la profundidad de la obra que tiene ante sí. Lo que propone es un juego: de lejos, la pieza parece una fotografía, a medida que el ojo se va acercando se observa que es una pintura, y si se adentra uno más al detalle en el lienzo se comprueba que se está ante una obra abstracta. “Parecen fotografías de paisajes idílicos que rememoran las vacaciones, aunque Richter nunca le quiso poner el nombre de ningún lugar a sus marinas. Quería que cada uno captara algo diferente”, explica Agirre, quien cree que esta muestra era necesaria por el valor artístico, pero también para contextualizar la obra que forma parte de la colección del Guggenheim.