España necesita un Gobierno estable y reformista
Es responsabilidad de los partidos alcanzar esos pactos
Los votantes hablaron ayer y concedieron al PSOE de Pedro Sánchez una nítida victoria en las elecciones generales. Ha obtenido cerca del doble de diputados que el PP y tantos como el segundo y el tercer partido juntos (PP y Ciudadanos). El veredicto de las urnas es claro: Sánchez es quien debe formar Gobierno, pero la fragmentación política dificulta la formación de un Gobierno estable y reformista, que es lo que España necesita.
Con una afluencia masiva a las urnas, los ciudadanos han respondido al desafío de unas elecciones más polarizadas y fragmentadas que nunca en nuestra democracia. Una vez que ellos han dado su veredicto, llega el momento de negociar pactos políticos, a ser posible con programas de legislatura de contenido concreto y, quizá por primera vez, con un Gobierno de coalición que implique reparto de carteras entre los distintos partidos.
Es responsabilidad de los partidos alcanzar esos pactos, pero las matemáticas, las posiciones de la campaña y la proximidad de una nueva convocatoria electoral hacen difícil que se llegue pronto a esos acuerdos.
La aritmética es el primer condicionante. La opción que arrojaría una mayoría más clara sería la suma de PSOE y Ciudadanos. Es el acuerdo que se ensayó tras las elecciones de 2015 (cuando no sumaba), pero que ahora se encuentra con obstáculos añadidos por la mala relación personal entre Pedro Sánchez y Albert Rivera y por las insistentes proclamas de Ciudadanos de establecer un cordón sanitario frente al PSOE, lo que quizá haya sido además un error estratégico que ha ahuyentado a sus electores más centristas.
Alternativamente, el PSOE suma mayoría con los partidos de la moción de censura, pero las matemáticas apuntan a que no basta con Podemos, PNV y los regionalistas, sino que haría falta, al menos, la abstención de los independentistas catalanes o vascos. Esa opción parece dar una menor estabilidad y el pacto con los independentistas no resulta deseable a menos que se avengan a retornar a la Constitución.
Capítulo aparte merece el hundimiento del PP, que pone en cuestión que Pablo Casado pueda seguir al frente del partido. Es con diferencia su peor resultado histórico. Ha perdido votos por el centro (Ciudadanos) y por la derecha (Vox). La entrada de la ultraderecha en el Congreso, aunque con menor fuerza de la que se llegó a temer, es quizá la peor noticia de la jornada.