Patricia Bustos: “Dejamos nuestras casas en segundo plano porque no las mostramos al mundo”
Asegura que la inspiración está en la calle y no ante la pantalla del ordenador
Desde un luminoso despacho, rodeada de colores rosas y símbolos felinos, Patricia Bustos (Madrid, 1982) se ha propuesto que el mundo sea un poco más atractivo. Aunque desde pequeña tuvo mucha sensibilidad estética, estudió empresariales porque sus padres la disuadieron de matricularse en diseño. “Siempre he ido muy por el carril, sacaba buenas notas..., pero también por eso tenía una necesidad de rebeldía interna”, reconoce con un vestido de leopardo y escoltada por una pantera rosa. Un tono que, para ella, también es símbolo de rebeldía. “Creo que es el color de una generación que de verdad tiene ganas de hacer las cosas de otra manera”, apunta, rodeada de materiales a los que recurre constantemente para buscar inspiración.
Tras varios años trabajando para Inditex, una amiga la animó a montar un estudio juntas y no se lo pensó dos veces. Ahora, más de diez años después de ese primer salto al vacío, trabaja por su cuenta y factura alrededor del millón de euros al año. “En esta profesión hay mucho de autodidacta, pero también hay que formarse, sobre todo en el manejo de herramientas”, comenta Bustos, para quien, aunque el talento innato es importante, una actitud curiosa e investigadora es la condición fundamental.
La decoradora hace hincapié en que cada individuo debería apostar por los elementos que lo diferencian del resto. “Estamos en una sociedad tan estandarizada –todo el mundo puede copiar a todo el mundo–, que las cosas distintas atraen a la gente, independientemente de que ese diseño en concreto te guste o no”, opina la interiorista, que considera que la artesanía y los oficios están viviendo un auge gracias a este cambio de paradigma.
No obstante, la diseñadora se queja de que aunque en el vestir prácticamente todo el mundo aprecia la estética, esta no se valora en la decoración. “Como nuestros hogares son un ámbito muy personal, no tienes que mostrarte al mundo con ellos, se tienden a dejar en un segundo plano”, justifica Bustos, para quien, lejos de ser una cuestión superficial, la belleza mejora la experiencia humana. “Al final es donde tú sientes y lo que te da energía cada día”.
A pesar de lo atractivo que resulta su despacho, para poco en él: estar frente al ordenador durante horas no la inspira. “Estoy siempre por aquí y por allá, salvo cuando tengo que dibujar, pero incluso entonces soy muy rápida porque hago el diseño mentalmente en la calle primero”, explica. Por ese motivo también anima a las otras tres chicas que trabajan en su estudio a hacer cosas en su tiempo libre. “Primero, porque es importante que estén contentas en el trabajo, y segundo, porque la creatividad fluye muchísimo mejor”, sentencia.