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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Fridman, los bancos y el consejo deben trabajar juntos por Dia

Es necesario alcanzar un acuerdo que garantice el futuro de la empresa y que salve la mayor parte de empleo posible

CINCO DÍAS

Dia vivió ayer su junta más trascendente con la menor participación de accionistas de su historia. La baja asistencia, de solo el 54,3% del capital, supuso dejar todas las decisiones en manos de su primer accionista, la firma LetterOne, controlada por el magnate ruso Mijail Fridman. Es difícil explicar una asistencia tan baja a la junta, dada la importancia de las decisiones a tomar, que afectaban a la viabilidad de la empresa y, por tanto, al valor de la inversión de los accionistas. El desencanto ante la evolución de la compañía, el hundimiento de la cotización y la nueva composición del capital con mayor presencia de minoritarios y fondos especulativos que han acudido al calor de la opa de Fridman pueden explicar en parte esa baja asistencia.

Con su 29% del capital, Fridman impuso su ley. Derrotó al Consejo de administración y sus propuestas para salvar la compañía y dejó el camino despejado para su opa. Paradójicamente, y dado el hundimiento de la empresa, es a la vez una opa a precio de saldo (si se compara con lo que valía Dia hace un año) y una oferta con una prima importante (si se compara con lo que valía antes del anuncio). En términos de control de la compañía, la pelota vuelve a estar en el tejado de los accionistas. Fridman necesita que la mitad del capital flotante acepte su oferta para tener éxito. La alternativa, si no triunfa la opa, es un probable concurso de acreedores y la capitalización de la deuda, de modo que LetterOne se juega su inversión a una carta. Ese todo o nada, en función de cómo vaya el nivel de aceptación, puede acabar forzando una mejora en el precio. En todo caso, el manual no escrito de las opas marca que cualquier hipotética mejora se niegue hasta que sea una realidad.

Pero mientras que el control de la compañía depende de los accionistas y de su respuesta a la opa de Fridman, la propia viabilidad de Dia depende más bien de los bancos. Los acreedores habían ofrecido al consejo financiación para hacer viable su plan de negocio, pero condicionada a la ampliación de capital de 600 millones que ayer LetterOne tumbó en la junta. Ahora, por tanto, le toca a Fridman y a los bancos sentarse a negociar (si es posible con la participación y complicidad del Consejo) un acuerdo que garantice el futuro de la empresa y que salve la mayor parte de empleo posible. Los bancos han mostrado hasta dónde están dispuestos a llegar, pero hay que ver si Fridman les merece confianza para otorgarle las mismas condiciones y si el magnate ruso está dispuesto a aceptarlas.

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