El dinero de plástico gana terreno y reduce el espacio a la elusión fiscal
La industria financiera ha sabido responder con eficacia a la demanda, como ha hecho también el comercio
El uso de las tarjetas de crédito tanto como medio de pago, como de herramienta para capturar efectivo en los cajeros automáticos registraron en 2018 sendos récords, según los datos del Banco de España proporcionados ayer. Durante el año se registraron 3.900 millones de operaciones de pago directo con tarjeta por valor de 147.430 millones de euros, lo que supone un incremento interanual del 13,8%, la mayor subida registrada en un ejercicio desde 2007, justo antes de estallar la crisis financiera. Si desde entonces se registró una contracción paralela al consumo, ahora se acumula ya tres ejercicios con incrementos de dos dígitos en el número de operaciones, y se está muy cerca de tales valores en cuanto al valor de las compras. Además, se ha registrado también en 2018 un avance significativo en la obtención de efectivo en los cajeros automáticos con tarjetas de crédito, hasta llegar a 125.000 millones de euros (un 1,9% más), y todo ello pese a una reducción importante del número de cajeros como consecuencia de la concentración bancaria.
En definitiva, entre pagos y obtención de efectivo los españoles pasaron una parte importante de sus actos de consumo por los plásticos emitidos por la banca, nada menos que 275.000 millones de euros, más de un tercio del consumo privado nacional. Este avance tan importante de los últimos años, y que en condiciones normales se prolongará en los venideros, tiene bastante que ver con el cambio de hábitos de los usuarios de la banca, cada vez más digitalizados por una simple presión generacional vegetativa, y cada vez más exigentes en el uso del tiempo en las transacciones. La industria ha sabido responder con eficacia a tales demandas, como lo ha hecho también el comercio con la extensión de terminales de pago y la práctica eliminación de importes mínimos para el uso del plástico.
Pero la extensión de esta práctica financiera del abono con tarjetas de crédito es, además, la mejor aliada de la lucha contra la elusión fiscal, especialmente en actividades de servicios minoristas en los que es tan intensivo el micropago como la tentación al ocultamiento impositivo. Hay que recordar que España sigue siendo uno de los países con menos ingresos fiscales procedentes del Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) en relación a su PIB y con tipos impositivos similares. Pero la intensificación de los pagos electrónicos debe ir corrigiendo esta situación y sustituyendo el control efectivo de las ventas en determinados negocios por los viejos módulos. Cuanto más ancho es el pago con tarjetas, más estrecho el margen de fraude a la Hacienda pública.