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Los ejecutivos y consejeros no se han enterado de que sus emails no son privados

Facebook, Uber y Xerox ya han comprobado que los mensajes de cuentas personales pueden usarse como pruebas en juicios corporativos

John Schnatter, fundador y ex presidente y consejero delegado de Papa John’s Pizza, en una gala de los American Music Awards.
John Schnatter, fundador y ex presidente y consejero delegado de Papa John’s Pizza, en una gala de los American Music Awards.REUTERS

Los ejecutivos y consejeros ya no pueden confiar en que los mensajes personales se mantengan privados. Érase una vez que podían enviar emails y mensajes de texto con sus cuentas particulares con casi total impunidad. Pero recientes sentencias judiciales han obligado a los jefes de Facebook, Uber y otras a entregar incluso las misivas más privadas en casos corporativos. La vergüenza es la menor de las consecuencias.

El ejemplo más reciente se dio el mes pasado, cuando un juez de Delaware (EE UU) ordenó a los miembros del consejo de la pizzera Papa John’s que dieran al fundador John Schnatter ciertos mensajes de texto y correos electrónicos, incluyendo aquellos de sus dispositivos personales. Schnatter demandó a la empresa por su destitución como presidente en julio por hacer comentarios supuestamente racistas. Los consejeros se habían resistido, diciendo que Schnatter quería el material para su beneficio personal en lugar de para beneficiar a los accionistas.

El juez Andre Bouchard no estuvo de acuerdo, pero reconoció los riesgos de permitir que un adversario legal se adentre en voluminosos mensajes privados que podrían no estar relacionados con el negocio. “El tribunal debe aplicar su discreción caso por caso”, advirtió. También redujo un poco el alcance de lo que había que entregar.

El enfoque cauteloso de Bouchard se basa en el supuesto de larga data entre los mandamases corporativos de que, mientras que los correos electrónicos y similares de las cuentas de la empresa deben entrar generalmente en los litigios comerciales, las misivas privadas se quedan fuera. Esa suposición a menudo ha dado lugar a bromas descuidadas y a expresiones poco claras que podrían ser injustamente perjudiciales si llegan a los tribunales.

Sin embargo, Bouchard fue uno de los primeros jueces en darse cuenta de que esa información también podía proporcionar pruebas útiles. En un caso en 2015, después de permitir que los cofundadores de la compañía de traducción TransPerfect obtuvieran los mensajes de texto del otro, ordenó que se vendiera la firma porque sus diferencias parecían irreconciliables. Una prueba importante: el emoticón de la carita sonriente, al final de uno de los textos del fundador a un amigo, sugería que “le divertía tener otra oportunidad de acosar a su cofundador”, escribió Bouchard en su dictamen.

Desde entonces, los tribunales estatales y federales han permitido cada vez más a los adversarios obtener tales pruebas unos de otros, con un efecto poderoso. En 2017, por ejemplo, la unidad de coches autónomos de Alphabet, Waymo, demandó a Uber por el supuesto robo de tecnología valiosa mediante la adquisición de Otto, startup del exingeniero de Alphabet Anthony Levandowski.

En febrero de 2018, tras varios días de juicio, los abogados de Waymo revelaron emails y textos privados que sugerían que Levandowski y Travis Kalanick, entonces CEO de Uber, habían estado conspirando contra Waymo durante años. “Copia códigos. Encuéntralos. Úsalos”, decía uno de Kalanick. “Esto es una carrera y tenemos que ganar. El segundo es el primer perdedor”, escribía Levandowski en otro. Puede que aquellas espeluznantes misivas ayudaran a convencer a Uber para que llegara a un acuerdo dos días después, pagando 245 millones de dólares en acciones a Waymo.

Los mensajes de texto también jugaron un papel importante en la batalla legal del año pasado en torno a la abortada venta por 6.100 millones de dólares de Xerox a Fujifilm. Después de que el consejo de la imprenta de EE UU le dijera al CEO Jeff Jacobson que dejara de negociar con la firma japonesa porque estaba a punto de ser despedido, Jacobson se apresuró a cerrar un acuerdo que lo mantenía al mando. “Deberíamos ser un único equipo luchando contra nuestro común enemigo”, escribía un ejecutivo de Fujifilm, refiriéndose a Carl Icahn, el mayor inversor de Xerox, que estaba presionando para echar a Jacobson. “Estamos en línea, amigo mío”, contestó el CEO.

Un juez de Nueva York bloqueó temporalmente la venta por considerar que Jacobson estaba “irremediablemente en conflicto”. Un tribunal de apelación acabó anulando el fallo, aunque demasiado tarde para salvar el trato.

En septiembre de 2017, Facebook abandonó un plan para crear una tercera clase de acciones sin derecho a voto que habría cimentado el control de la empresa por parte de Mark Zuckerberg. Algunos accionistas habían puesto una demanda para bloquear el plan, diciendo que el consejo había mostrado una “asombrosa” falta de lealtad al aprobarlo. Probablemente su prueba más contundente fueron, una vez más, los mensajes de texto privados.

Mientras Zuckerberg le decía a un comité especial del consejo por qué debía aprobar la nueva estructura de acciones, por ejemplo, un miembro del comité –Marc Andreessen– supuestamente le estaba aconsejando sobre cómo persuadir a los otros dos consejeros. “Esta línea de argumentación no ayuda”, escribía Andreessen. Después de que Zuckerberg cambiara su enfoque, Andreessen contestaba: “AHORA SÍ QUE ESTÁ PITANDO LA COSA”. Los accionistas retiraron su demanda a cambio de 67,5 millones de dólares en costes legales.

No está claro si los emails y mensajes personales de los consejeros de Papa John revelarán detalles embarazosos, aunque la resistencia a entregarlos puede ser reveladora. Como mínimo, sugiere que los jefes de las empresas aún no han llegado a asumir las amonestaciones cada vez más frecuentes de los tribunales. “La realidad del mundo de hoy es que la gente se comunica de muchas más maneras que nunca antes”, escribe Bouchard. En otras palabras, piénselo dos veces antes de enviar esa carita sonriente.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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