Akureyri, en busca de las luces del norte
La ciudad islandesa está considerada como la puerta de entrada al Ártico
Largo y estrecho y con forma de U, el fiordo Eyjafjördur es uno de los más destacados de Islandia y el más extenso del norte de la isla. Una lengua de tierra de apenas 60 kilómetros de largo y otros 25 de ancho que roza el círculo polar ártico, donde la erosión ha modelado acantilados que parecen precipitarse en picado sobre el mar. Un paraje que hará las delicias de los senderistas, sobre todo en verano, pero que en invierno, cubierto por la nieve, magnifica su espectacularidad.
En uno de sus valles, al abrigo de las montañas que se extienden sobre el fiordo, asoma la encantadora y tranquila Akureyri, la capital del norte y la puerta de entrada al Ártico. Con apenas 20.000 habitantes, es la segunda ciudad más importante de esta isla de paisajes sobrecogedores y naturaleza desbordante. En invierno, cuando las horas de luz son escasas y las noches se alargan interminablemente, Akureyri es un lugar de peregrinaje para contemplar las auroras boreales.
Su privilegiada situación, tan al norte y tan cerca del círculo polar, cielos despejados y la ausencia de contaminación lumínica, le garantizan la visión de este espectáculo natural de luces de caprichosas formas y colores desde septiembre a abril. Las mejores horas para ver las luces del norte suelen ser entre las nueve de la noche y las dos de la madrugada.
Casi todos los hoteles cuentan con un sistema de predicción y alerta de auroras; no es exacto, pero los pronósticos suelen ser bastante acertados y le avisarán si lo pide. Otra fórmula es contratar una excursión con alguna agencia local.
En ambos casos, siga los consejos, protéjase del frío y del viento polar –no olvide que las temperaturas pueden alcanzar los dos dígitos bajo cero–, mire al norte y prepare su cámara de fotos –imprescindible llevar trípode– y, con un poco de suerte y pericia, podrá inmortalizar el momento.
Qué ver, qué hacer
Entre aurora y aurora puede aprovechar para callejear y conocer esta pequeña ciudad de calles impolutas y coquetas casas de colores del siglo XIX, bares y restaurantes muy acogedores –muy recomendable es el Akureyri Fish Restaurant, en el número 12 de la calle Skipagata: pescado fresco y del día y menús no tan caros– o cotillear las tiendas de souvenirs no aptas para presupuestos ajustados.
En el número 11 de la calle Hafnarstraeti, la principal arteria comercial, está la Laxdalshús, la casa más antigua que se conserva en Akureyri que data de 1795. Mucho más moderno es el otro icono de la ciudad, la iglesia luterana de 1940, que se levanta sobre una pequeña colina, a la que se accede después de sortear varios tramos de escaleras y en la que destacan sus vidrieras. Las dos agujas que coronan los dos pináculos del templo son visibles desde cualquier parte.
Otros atractivos son el puerto; la estación de esquí de Hlíðarfjall, la mejor del país; el jardín botánico, que reúne una asombrosa colección de flores de altitud de todo el mundo, o la casa de Navidad (Jólagarðurinn), en las afueras, a diez minutos en coche, que le permitirá familiarizarse con las costumbres navideñas islandesas aun fuera de las fiestas; y para confraternizar con los locales, nada mejor que la piscina geotérmica al aire libre, con área para revolcarse en la nieve y las típicas saunas.
Akureyri es también un polo de atracción turística porque desde allí se pueden hacer excursiones a algunos de los escenarios naturales más fantásticos –y famosos– del noreste de Islandia. A una hora en coche está la cueva volcánica de Grjótagjá, que en su interior alberga una laguna termal, y muy cerca el asombroso lago Myvatn. Más al este, la majestuosa cascada de Dettifoss. En invierno, la nieve y las bajas temperaturas parecen suspender por instantes el torrente de agua. Le tomará otra hora y media llegar a la zona geotérmica de Krafla y Viti para contemplar sus fumarolas y viejos cráteres.