La reindustrialización 4.0 que España necesita
Contamos con un potencial científico y tecnológico capaz de afrontar ese reto, pero debe ser valorado y bien utilizado
L a innovación es un eje vertebrador de las políticas que los países impulsan para revitalizar sus economías. En un contexto como el que nos ocupa, el de la Cuarta Revolución Industrial, fruto de la convergencia de una serie de tecnologías digitales que permiten la hibridación entre el mundo físico y el digital, la Industria 4.0 es una de las respuestas que España necesita para su reindustrialización. Contamos con un potencial científico y tecnológico capaz de soportar el impulso de la Industria 4.0, que debemos explotar y poner en valor.
La base de esta cuarta revolución industrial reside en la disponibilidad de toda la información relevante en tiempo real, conectando todas las instancias involucradas en la cadena de valor. Una revolución que ya está cambiando de manera disruptiva modelos de negocio y la visión de las empresas. La reindustrialización va de la mano de la digitalización como proceso innovador, resultando una oportunidad para la generación de una nueva oleada de empresas innovadoras, más resistentes a las crisis y capaces de generar empleo de alto valor añadido, estable y bien remunerado.
La posición de nuestro país entre las economías más avanzadas del mundo requiere adoptar políticas capaces de ir a la velocidad del cambio inducido por la transformación digital de la economía. España llegó tarde a la primera y segunda revoluciones y, desde luego, no fue un líder en la tercera. No podemos resignarnos a viajar en el vagón de cola del tren digital en la cuarta.
Cada empresa industrial tiene ante sí el reto y la oportunidad de aprovechar este tsunami digital.
Como la reindustrialización es un objetivo de país, el impulso de esta nueva industria demanda una acción concertada de los sectores privado y público. Las políticas públicas, las de innovación en particular, deben adaptarse a este contexto concreto y a las características de nuestro país, muy marcado por un tamaño reducido de empresas y un contenido tecnológico medio. Son demasiado pocas las empresas innovadoras de nuestro país. Se requieren instrumentos de apoyo al desarrollo industrial, conectado con la ciencia del país, pero también de demanda innovadora, tanto pública como privada (empresas tractoras). Es necesaria la generación de ecosistemas innovadores, y el impulso a elementos centrales de esos ecosistemas como las plataformas digitales. Un adecuado desarrollo regulatorio y normativo debe acompañar a todas esas medidas.
Asimismo, adquiere un papel central el desarrollo de talento con nuevas capacidades para afrontar los principales desafíos de la Industria 4.0 y de la digitalización en términos generales. Esta necesidad de talento debe ser resuelta por todos los actores, no únicamente por la comunidad educativa. Las Administraciones Públicas y el Sector Privado deben ser capaces de identificar, captar, mantener y mejorar el escaso talento actual para asegurar el éxito en los retos que se nos avecinan.
Para conseguir que la industria 4.0 se desarrolle con éxito en nuestro país, necesitamos que todos los actores que intervienen en el impulso de esta necesaria reindustrialización de España, trabajen de forma sinérgica y en la misma dirección, convirtiéndolo en una de sus prioridades. El papel de la administración va más allá de la mera financiación de la innovación (para la que cuenta con un agente tan bien valorado como el CDTI, por otra parte). El sector privado se moverá como resultado de decenas o centenares de miles de decisiones individuales, las de cada empresa, hacia un horizonte que debería ser imaginado conjuntamente.
Nuestra industria necesita líderes, tal vez sectoriales, tal vez transversales, capaces de dibujar ese futuro compartido. Plasmado por ejemplo, en macro-proyectos de transformación. Líderes públicos y privados, con proyección internacional, actuarían como referente para una transformación masiva de una industria nacional en la que las empresas de menos de 20 empleados tienen un peso demasiado relevante. Salvo que se trate de empresas de base tecnológica en fase de consolidación y crecimiento, esa dimensión de empresa condiciona obviamente las posibilidades de actividad innovadora.
La innovación empresarial en nuestro país ha estado lastrada tradicionalmente por una inadecuada percepción del riesgo tecnológico, entre otros factores. Se ha optado por otras herramientas de competitividad. Sin embargo, en medio de una revolución tecnológica, lo más arriesgado será quedarse quieto.
Luís Fernando Álvarez-Gascón es Vicepresidente del Foro de Empresas Innovadoras y Director General de Secure e-Solutions de GMV