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Jordi Enrique: “Hemos creado el mejor reloj de madera del mundo”

Es el consejero delegado de MAM, empresa nacida en Barcelona La firma facturó 2,5 millones de euros en 2017

MARTA JORDI
Pablo Sempere

Hace cuatro años, en Barcelona, Enoc Armengol y Jordi Enrique Albert fundaron MAM, una marca de relojes de madera que nacía con la pretensión de reflejar un estilo de vida diferente y con el que ambos se vinculaban. Armengol, que poco a poco se fue alejando de la empresa en busca de nuevos proyectos, trabajaba para una compañía especializada en gafas de madera. Enrique Albert (Andorra, 1986), hoy consejero delegado de la firma, lo hacía en una organización especializada en biomasa.

“En el equipo, muchos veníamos de sectores algo conservadores, y queríamos esa ruptura que se enfocase hacia nuestra forma de vida. Nuestros relojes son de madera, sostenibles, minimalistas y con una simplicidad sofisticada”, cuenta Enrique Albert. En la empresa, con la sede a pocos metros de la única tienda física con la que cuentan, en el barrio del Born, trabaja un equipo formado por 15 personas. La oficina, en una antigua y amplia vivienda de la zona, está recién reformada para adaptarla a las necesidades de la compañía, con una gran sala grupal en la que trabaja el equipo, pequeñas habitaciones que sirven tanto para reuniones improvisadas como para guardar la mercancía antes de distribuirla, y una gran terraza. El ambiente es el de un piso compartido. “Algunos se preparan aquí la comida, otros se traen al perro y cada cual viene y se va cuando quiere”.

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Eso, dentro de la sede, donde se llevan a cabo los diseños, las ventas y las comunicaciones con los proveedores. Fuera de ella, la marca cuenta con un equipo externo, principalmente en Japón, donde se fabrican los relojes. “Japón es un país que en relojería no tiene nada que envidiar a Suiza”. Todos los modelos, prosigue, están fabricados a mano, con madera, acero y otros materiales sostenibles. Además, cuando la mayoría de los relojes de madera suelen tener la caja con un tamaño y dimensiones algo grandes y toscas, “el nuestro es el más fino del mercado, con siete milímetros. Por eso creo que hemos creado el mejor reloj de madera del mundo”.

La compañía fue valorada en 600.000 euros en 2015 y en cuatro millones en 2017. Este mes, en su tercera ronda de financiación, ha sido valorada en seis millones de euros, tras haber vendido más de 50.000 relojes a una media de 115 euros por prototipo durante el pasado ejercicio y facturar 2,5 millones de euros. Tokio es, hasta la fecha, la ciudad del mundo en la que más modelos venden y recientemente la marca ha cerrado su entrada en Hong Kong, Taiwán y Corea del Sur. “Nos falta China”. Además, están presentes en Francia, Reino Unido, EE UU, Italia, Alemania y España.

Hasta la fecha, la mayoría del tráfico proviene del mercado online, aunque es ahora cuando MAM quiere dar el paso a la tienda física y sumar más a la que ya tienen en el Born. En lo que queda de octubre, estrenará 10 puntos de venta en tiendas y centros de Tokio, y el objetivo es llegar, antes de que llegue noviembre, a El Corte Inglés.

Entrar en una industria como la relojera fue más sencillo de lo que al principio podría parecer. Es cierto que es un sector tradicional, con una fuerte competencia y donde las marcas ya son de sobra conocidas. Pero, precisamente por eso, “también necesitaba renovarse y ofrecer algo nuevo. Hay que tener en cuenta que esto no es moda, es estatus, y el reloj dice quién y cómo es la persona que lo lleva”, señala Enrique Albert. Así, desde la empresa se dirigen a ese perfil de entre 25 y 43 años, tanto masculino como femenino. “Vamos hacia esa gente que vive en barrios alternativos, que monta en bici, amante del arte y la música, que consume productos de bajo impacto ambiental”. Por eso, añade el cofundador, están trabajando para que el público conozca los valores que desde la firma quieren transmitir y que, en definitiva, son la causa de que el cliente se decante por una u otra marca.

Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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