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Atrapados en el tiempo por los pueblos encantados de Bretaña

Coquetos, con mucha historia y en entornos de cuento Ruta para descubrir Josselin, La Gacilly o Rochefort-en-Terre

Una de las típicas casas de piedra del siglo XVI en el pueblo de Rochefort-en-Terre, uno de los más bonitos de Francia.
Una de las típicas casas de piedra del siglo XVI en el pueblo de Rochefort-en-Terre, uno de los más bonitos de Francia.Inma Moscardó (Cinco Días)

Bosques mágicos, acantilados de vértigo, ríos, una vasta historia y leyendas que han trascendido fronteras convierten a Bretaña en una región llena de encantos para el visitante. En ella encontrará pequeños y bellísimos pueblos, como La Gacilly, Josselin o Rochefort-en-Terre, con un rico patrimonio artístico y cultural. Escenarios de cuento perfectamente conservados o restaurados, donde se cuida cada detalle.

Los dos últimos forman parte de la red de pequeños pueblos con carácter de Bretaña. Una selecta lista que agrupa y pone en valor a más de una veintena de estos atípicos municipios considerados, a la vez, rurales, por su escasa población –apenas 2.000 habitantes– y el bonito entorno que les rodea, y urbanos, por su monumentalidad y peso en la historia.

Sitios que invitan a quedarse, recorrerlos sin prisa y darse al bon vivant (buena vida), porque la gastronomía bretona también deleitará sus sentidos más allá de sus exquisitas galettes, primas hermanas de las crepes y plato regional. Se elaboran con harina de trigo sarraceno, huevos, mantequilla, sal y agua y se suelen servir con platos salados, a diferencia de las crepes, que combinan mejor con mermeladas y dulce. Irresistibles ambas si, además, las acompaña de un vaso de sidra, la bebida local desde el siglo XIV.

En ruta

A unos 60 kilómetros al sur de la bonita capital bretona, Rennes, La Gacilly es uno estos pueblos con carácter, famoso por sus artistas y sus antiguas casas de piedra y madera con multitud de flores y plantas encaramadas a sus fachadas.

La localidad, conocida como la ciudad de las artes y los oficios, se ha convertido en un bohemio refugio de creadores y artesanos. Escultores, pintores, ceramistas, joyeros u orfebres han trasladado allí sus talleres.

El festival de fotos al aire libre, el más grande de Francia, que se celebra desde junio a finales de septiembre, es el máximo exponente de esta fiesta de virtuosos. Este año, la exposición está dedicada al futuro del planeta, por unas fotos alucinantes que hizo el astronauta Thomas Pesquet desde el espacio.

Las composiciones de fotógrafos nacionales e internacionales –28 en esta edición– cuelgan, en tamaño gigante, de fachadas o expositores en parques, jardines y calles. Uno de estos vergeles es el jardín botánico de Ives Rocher, con más de mil especies. El empresario y experto en plantas, precursor de la cosmética vegetal, es el hijo más ilustre de La Gacilly. La visita es una delicia y gratis. La marca tiene cerca de allí un hotel-spa ecológico. Desde 115 euros la noche.

A unos 40 minutos en coche en dirección noroeste llegará a Josselin. Una encantadora ciudad medieval del siglo XI construida sobre una pequeña colina a orillas del río Oust. Sobre el promontorio destaca su imponente castillo, ligado a la familia Rohan desde 1008. Los sucesores del antiguo duque aún habitan una de las alas del palacio, rodeado de un grandioso jardín que enmarca la fachada renacentista. Sabrá si están en casa por la bandera izada.

El castillo de los antiguos duques de Rohan, en Josselin.
El castillo de los antiguos duques de Rohan, en Josselin.Inma Moscardó (Cinco Días)

Un viejo puente de piedra, callecitas empedradas y medio centenar de casas medievales con sus entramados de madera de distintos colores –no se pueden modificar– y sus ventanas adornadas con flores confieren a esta localidad un semblante de fábula. No se extrañe si cree ver caballeros de brillantes armaduras, princesas gritando su encierro desde una de las imponentes torres del castillo o bufones amenizando fiestas de reyes y convidados de piedra.

Como curiosidad, la casa medieval más antigua data de 1538 y es la actual sede de la Oficina de Turismo –un lujo–.

Merece la pena subir los 138 tortuosos escalones del campanario de la basílica de Notre Dame du Roncier para contemplar el esplendor de la ciudad vieja. Compense el esfuerzo en alguna de las terrazas que animan calles y plazas.

A poco más de media hora en dirección oeste llegará a Rochefort-en-Terre, considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia, donde el tiempo parece haberse detenido.

Rodeado de murallas y vigilado por los restos de su castillo, destacan sus calles adoquinadas y casas de piedra (siglos XVI y XVII), unas y otras adornadas por un sinfín de parterres de geranios que llenan de color la petit ville. No crea que sus sentidos le juegan una mala pasada si ve torcida la colegiata de Notre-Dame de la Tronchaye (románico-gótico), el suelo sobre el que se asienta le da esa apariencia hundida.

Una calle de la localidad de La Gacilly.
Una calle de la localidad de La Gacilly.Inma Moscardó (Cinco Días)

Pistas de viaje

Cómo ir. La aerolínea Iberia Express tiene dos frecuencias (jueves y domingos) que enlazan Madrid y Rennes (1 h 20 minutos de vuelo) desde 39 euros por trayecto. Otra opción es volar también con la low cost más puntual del mundo en los cinco últimos años hasta Nantes y hacer el recorrido inverso al propuesto.

Dónde comer. En La Gacilly, en el coqueto Les Enfants Gat’Thés (24 rue Lafayette), tiene una muy agradable terraza al aire libre. En Josselin, en La Table d’O (9 rue Glatinier), con cocina de mercado y excelentes vistas sobre el río y el castillo. O en Rochefort-en-Terre, en el tradicional y encantador Le Pélican (Place des Halles), que también es hotel.

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