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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los nuevos clientes deben saber que jugar en Bolsa no es un juego

No será extraño encontrar entre el público joven a usuarios capaces de batir al mercado, el problema es que crean que es dinero fácil

CINCO DÍAS

La clientela joven es el objeto de deseo de cualquier empresa. Su captación y retención equivale a la panacea universal, porque quien la consiga puede dar por asegurado el futuro del negocio. Al menos hasta que otro les ofrezca a esos clientes jóvenes, cada vez más proclives a la infidelidad, un producto o servicio más ilusionante. Esta realidad, aplicable a las pautas del consumo, es extensible al campo de la inversión, y más concretamente a la Bolsa. Así lo están entendiendo las casas de trading, que han empezado a ver en los jóvenes veinteañeros su nuevo público objetivo. Y es que nueve años largos de subidas de Wall Street han animado a muchos a iniciarse en la compraventa de acciones y derivados financieros.

Una estética diseñada pensando en el público joven, con colores atractivos y música, dibujos y apelaciones a la cultura popular de la imagen es parte del gancho que emplean estas compañías para atraer la atención de los mileniales con el objetivo de iniciarlos en las inversiones financieras. Otro anzuelo son las cuentas gratuitas, que ofrecen crédito inicial para empezar a operar, una práctica muy usual entre las casas de apuestas online, o la entrega de dinero ficticio “para probar”, en un entorno que simula la evolución de los mercados reales, para después comenzar a operar con dinero real.

Es una estrategia lógica que hará de oro a quien la aplique con éxito. Los jóvenes tienen hoy más acceso potencial a la información que nunca en la historia y conocimientos tecnológicos inimaginables para la generación de sus padres, y eso lo saben bien las empresas, que están sacando toda su artillería para atraer a un público que ya empiezan a contar por millones entre sus clientes. Pero ello no quiere decir que cuenten con los conocimientos financieros necesarios para diferenciar la calidad y los riesgos de los productos.

Con aplicaciones que permiten a los usuarios estar conectados online las 24 horas del día a los mercados, el peligro llega cuando se toma la actividad como una oferta de ocio más. Los desarrolladores de aplicaciones saben que el usuario enganchado a un videojuego puede buscar –y encontrar–, el mismo tipo de emociones en la Bolsa, incluso competir con otros usuarios. El llamado social trading, por ejemplo, se basa en poder comparar y replicar las carteras de activos de otros usuarios, a la vez que estos pueden percibir una comisión por ello.

Además de invertir en Bolsa, muchas casas de trading también ofrecen hacerlo en criptomonedas, materias primas e incluso en los polémicos contratos por diferencias (CFD), en los que se puede perder más de lo invertido. No será extraño encontrar entre este público a usuarios capaces de batir al mercado, el problema es que crean que es un juego para hacer dinero fácil.

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