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Decisiones financieras: que tu elefante no venza al jinete

La toma de decisiones son una constante en nuestras vidas, en todos los ámbitos, desde lo más sencillo a lo más complejo, desde qué vamos a tomar a media mañana hoy hasta cómo deberíamos invertir nuestro dinero para la jubilación. Y en ese proceso, que puede ser más o menos “automático” y sencillo o responder a un ejercicio más reflexivo, intervienen tanto nuestra parte emocional e instintiva, que se mueve por emociones y sentimientos (sistema 1), como nuestra parte racional, serena y reflexiva, que es la que piensa y analiza la realidad mirando hacia el futuro (sistema 2).

Estos sistemas entran en conflicto si no están orientados hacia el mismo lado y es cuando, por lo general, el corto plazo suele imponerse al largo plazo en nuestras decisiones. Es la razón por la que nos saltamos nuestro plan de vida sana y no vamos una tarde el gimnasio, por ejemplo, y es también el motivo por el que posponemos ahorrar para la jubilación, porque total, todavía queda mucho tiempo y queremos ese móvil nuevo.

La mayoría de nuestros juicios diarios son obra del sistema 1, ocurren de forma automática, intuitiva y emocional, y nos permiten desenvolvernos de forma razonable en nuestra vida práctica. Pero el sistema 1 también genera intuiciones erróneas en algunas cuestiones que pueden tener consecuencias triviales, en algunas ocasiones, o catastróficas, en otras.

Únicamente cuando entra en juego el sistema 2, postergando las gratificantes sugerencias del sistema emocional, y solo tras invertir un gran esfuerzo cognitivo, podemos intentar resolver los problemas difíciles o contraintuitivos.

En este sentido, hay una metáfora fácil de entender que hizo Jonathan Haidt, en su libro “La hipótesis de la felicidad”. Haidt llama elefante a la parte emocional (sistema 1) y jinete a la racional (sistema 2). El elefante es grande, fuerte, perezoso y caprichoso, busca la gratificación inmediata frente a la gratificación a largo plazo. El jinete es astuto y determinado, es planificador, pero es pequeño y débil en comparación con el elefante.

El jinete sabe cómo puede dirigir al elefante. Lleva las riendas y parece llevar la voz cantante, pero, dada su diferencia de tamaño, su control no deja de ser precario, débil e inestable y cuando el elefante se rebela contra el jinete y quiere tomar otra dirección, el jinete suele perder. Es el momento en el que decidimos, por ejemplo, darnos un capricho y comprarnos un croissant en lugar de tomar una pieza de fruta o en el que nos compramos de forma impulsiva un nuevo jersey que no necesitamos, pero que “nos merecemos”. Pero es también en momento en el que nos dejamos llevar por el miedo, porque las noticias sobre los mercados financieros son negativas y decidimos, también por ejemplo, salirnos de bolsa, porque está cayendo, sin plantearnos si es lo que más nos conviene a largo plazo.

Aunque sabemos que tenemos una parte emocional y otra racional en nuestras decisiones, es común que lo olvidemos: ¿somos conscientes que, si queremos mantener el nivel de vida durante la jubilación hemos de ahorrar desde jóvenes? ¿Sabemos por qué no empezamos a ahorrar y postergamos esa decisión? ¿Conocemos cuáles son las consecuencias de posponer esta decisión?

Lo más probable es que sí seamos conscientes de cómo afecta a nuestro yo futuro las decisiones de nuestro yo presente, pero el problema es que casi todos los mensajes que recibimos van dirigidos a nuestro jinete (el cerebro racional) y no a nuestro elefante (el cerebro emocional). Lo más probable es que queramos ahorrar, pero cuando nos encontramos con la tentación no tenemos las técnicas y herramientas que necesitamos para evitar caer en ella, por ello, debemos darle al elefante los motivos para ahorrar y al jinete las herramientas y los conocimientos necesarios para hacerlo. Entender cómo funcionan ambos mecanismos es el primer paso. Un asesor experto nos ayudará a clarificar esos motivos u objetivos y a hacernos con esas herramientas.

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