Picos de Europa: pionero en lo natural, refugio en lo espiritual
El primer parque nacional de España celebra su centenario Cuatro razones para descubrir esta espectacular comarca
Covadonga, contigo empezó todo. Cuentan las crónicas que en las faldas del monte Auseva, en la vertiente occidental de los Picos de Europa, un pequeño grupo de astures, guiados por el rey Pelayo, doblegaron a un poderoso ejército musulmán enviado desde Córdoba. El salvaje medio natural, el empuje cristiano y la ayuda de la Virgen terminarían definitivamente con la ocupación morisca en la región, iniciando la Reconquista. El año: 722; el lugar: Covadonga.
Siguiendo los pasos de Pelayo, volvemos al norte para rendir homenaje a este mítico lugar en el que la naturaleza, la historia y lo espiritual se funden en el primer parque nacional de España, el de Picos de Europa, que cumple 100 años.
Este espacio protegido (67.455 ha), situado entre Asturias, Cantabria y León, atrajo el pasado año casi 2 millones de visitantes deseosos de contemplar sus afilados riscos y cumbres de más de 2.500 metros, de explorar sus profundos valles hendidos por gargantas y ríos sonoros, o de perderse en el verdor de sus bosques caducifolios y praderas junto a lagos bucólicos.
La celebración de los cien años del otrora Parque Nacional de la Montaña de Covadonga coincide con el centenario de la coronación de la Virgen de Covadonga y los 1.300 años del origen del Reino de Asturias. No hay excusa para no venir a Picos de Europa, pero le vamos a dar cuatro razones para visitarla.
Espiritual
Desde Cangas de Onís, la A-262 nos conduce en pocos minutos a Covadonga. Entre el exuberante valle poblado de robles y hayas se alza este santuario cobijado bajo el monte Auseva.
Al viajero lo recibe la Santina escondida en la cueva, con su pequeña capilla, desde la que brota una cascada repleta de monedas y de deseos.
Enfrente, la basílica domina desde 1901 el valle de Cangas con sus dos torres, su color rosáceo y elegancia neorrománica. En este lugar, Pelayo ganaría la batalla que forjaría su leyenda y nosotros sentiremos su mística (sin importar el credo) nada más llegar.
Idílico
En el macizo occidental, los lagos Enol y Ercina representan la estampa más idílica del parque. Partimos de Covadonga por la empinada carretera de 12 km zigzagueantes y habitual tráfico de vacas casinas hasta el altiplano.
Contemplamos este conjunto lacustre de origen glaciar envuelto por una extensa pradera y cumbres de desnuda caliza reflejadas en sus aguas. Enol hace de anfitrión, mayor y más profundo que su hermana Ercina, al otro lado de la loma de la Picota.
Aquí los senderos se diseminan entre la inmensidad del monte. Camine hasta el mirador de la Reina, visite el Centro de Interpretación del parque y consulte en www.picosdeuropa.com el plan de acceso a los lagos. ¡Ah, y respire: que esto es vida!
Aventurero
Descubrir la grandeza natural de Picos implica fundirse con ella. Prepárese para recorrer sus veredas a través de bosques brumosos, collados, gargantas y montañas originadas hace millones de años por el hielo y la roca caliza.
La agresiva orografía y el clima caprichoso obligan a ir siempre bien preparado y planificar la expedición con tiempo. La nuestra nos lleva hasta el Pico Urriellu (2.519 m) o Naranjo de Bulnes, la montaña más emblemática del lugar.
Desde Poncebos subiremos por la canal del Tejo (GR-202) hasta Bulnes, una aldea de 20 habitantes a la que solo se puede acceder en funicular (22 euros ida y vuelta). Continuamos el ascenso hasta el collado de Pandébano, con una impresionante panorámica del Naranjo de Bulnes, esa mole calcárea de 550 metros elevada sobre el macizo central. La senda toma la Majada de la Terenosa y el Collau Vallejo hasta alcanzar la vega del Urriellu, a 1.960 metros de altitud. Acampe bajo el cielo estrellado, al abrigo de la cumbre, descanse en el acogedor refugio (15 euros) o corone el Urriellu (absténganse novatos).
Salvaje
La diversidad paisajística y el aislamiento de Picos de Europa ha conservado una fauna muy variada y amenazada a escala europea.
El urogallo y el oso pardo son los principales exponentes del parque que comparten el bosque con el lobo ibérico, la marta, el jabalí o el corzo. En los ríos, las nutrias persiguen salmones y truchas; y en las altas cumbres, los rebecos vigilan el vuelo del águila real y el quebrantahuesos.
Guía del viajero
A la mesa. En Bulnes, Casa Guillermina lleva décadas atrayendo a los montañeros con sus guisos caseros. Su dueña acaba de cumplir 100 años y es quien más sabe del lugar. En Sotres, reponga fuerzas en el restaurante Peña Castil tras su ruta al Urriellu, y en la Tiendina de Raquel compre el queso de Cabrales o el Gamonéu.
Descanso de altura. Alójese en el clásico y acogedor Parador de Cangas (desde 100 euros), o en la Heredad de La Cueste (80 euros), una espectacular casa de aldea. También está la Casa de la Montaña (20 euros), un coqueto albergue en Avín. Tato Ruiz, el dueño, organiza expediciones de todo tipo por el parque.