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Fagor CNA nunca alcanzó su punto de equilibrio de 300 millones en ventas

En su mejor año de actividad, en 2016, la facturación fue de 104 millones A menos ingresos de los estimados, la autofinanciación no fue posible

Foto histórica de la fábrica de lavadoras de Garagartza (Gipuzkoa).
Foto histórica de la fábrica de lavadoras de Garagartza (Gipuzkoa).

Un repaso al informe presentado por el administrador concursal Alfonso Gómez desvela que la crisis de Fagor CNA fue la consecuencia del fracaso total del plan de negocio del fabricante de equipos de línea blanca, que no consiguió ninguno de sus objetivos en ventas.

El concurso ordinario presentado por Edesa Industrial y Geyser Gastech, las filiales operativas de Fagor CNA, ante el Juzgado de lo Mercantil número 1 de San Sebastián el pasado 3 de noviembre de 2017 hunde por tanto sus raíces en ese fallo de previsión.

El grupo catalán CNA había estimado que el punto de equilibrio de su participada vasca estaba situado en una facturación anual de 300 millones, un volumen de negocio que nunca se consiguió.

El mercado de línea blanca es muy complicado por las ofertas en precios y la competencia de los productores de los países emergentes, que incluso se han instalado en Europa. De hecho, las ventas del primer ejercicio, el de 2014, fueron de tan solo 2,1 millones, pero porque la producción de electrodomésticos arrancó a finales de ese año.

Con el concurso, los clientes congelaron sus pedidos y se complicó la búsqueda de financiación externa

Con la sexta posición del sector por activos, los ingresos y la rentabilidad nunca estuvieron a ese nivel

En 2015 crecieron hasta 90,5 millones y en 2016 contabilizaron los 104 millones, muy lejos del citado objetivo de consolidación de 300 millones. El pasado ejercicio, con los tambores de la crisis arreciando sobre Fagor CNA, los ingresos de los siete primeros meses se habían desplomado un 31 % en relación con el mismo periodo de 2016.

Como indica el administrador en su informe, la empresa ocupaba la sexta posición en el sector de línea blanca por volumen de activos, pero ni sus niveles de ventas ni de rentabilidad estaban en línea con esa clasificación. A menor facturación de la estimada, la capacidad de autofinanciación quedó recortada drásticamente.

Las pérdidas pronto comenzaron a jugar en contra del proyecto, con números rojos de 856.000 euros en 2015 y de 41,4 millones en 2016. La parte contabilizada de 2017, hasta el 31 de julio de ese año, sumó otras pérdidas de 22 millones, con lo que la empresa se situó con un patrimonio neto negativo de 47 millones. CNA y el resto de accionistas de la empresa vasca aportaron un capital de 13,5 millones a través de tres ampliaciones, algunas con prima de emisión. E inyectaron al balance otros seis millones a través de préstamos participativos.

No fue suficiente por la mala marcha del proyecto. Jorge Parladé tuvo que recurrir a la financiación bancaria. Más de 40 millones en préstamos durante el periodo 2014-2016. La anterior crisis de Fagor Electrodomésticos, que provocó la desaparición de la cooperativa que fue el embrión de Corporación Mondragón, tampoco ayudó. Los canales de distribución de electrodomésticos, recelosos ante esta segunda parte liderada por CNA, aumentaron sus exigencias.

Mientras, el tiempo volaba y Parladé y su equipo no conseguían cumplir con sus compromisos en materia de empleo, cifrados en consolidar una plantilla de 708 profesionales al cierre de este año. Si la compra de Fagor CNA quedó firmada en octubre de 2014, ese año arrancó su producción con 75 operarios. En 2016 la plantilla ya estaba integrada por medio millar de trabajadores, pero lejos, también en este caso de esos 708 empleos.

Precisamente el plan de recuperación de los puestos de trabajo de la extinta Fagor Electrodomésticos fue el que animó al magistrado Pedro José Malagón, al frente del Juzgado de lo Mercantil Número 1 de San Sebastián, a adjudicar a CNA los activos industriales de la antigua cooperativa, por el que pujaron otros grupos del sector. La situación es conocida. Si Malagón tuvo que gestionar el concurso de 2013, cuatro años después el mismo proceso, con otras dimensiones económicas, ha recalado en sus manos.

Como en otros casos, la suspensión de pagos de 2017 supuso un fuerte revés al proyecto, puesto que los clientes congelaron sus pedidos y dejaron de pagar facturas anteriores, por temor a perder la garantía de los equipos adquiridos y a quedarse sin servicio técnico.

Además, la financiación externa se complicó y los acreedores comenzaron a llamar a la puerta con sus reclamaciones. Los despidos llegaron. Primero 62, y luego sendos Ertes para 124 empleados de Garagartza y otros 74 de Eskoriatza y Basauri. En la actualidad, toda la plantilla está en casa, ya que la empresa cesó en su actividad el año pasado.

No hubo tiempo para presentar un convenio de acreedores, con un planteamiento inicial de quitas del 70 %, por la reclamación judicial de Fagor S. Coop, propietaria de la marca Fagor, y que quiere eliminar la concesión de su uso por parte de CNA. Esta semana, ambas partes se vieron en el juzgado, ante el magistrado Malagón.

La cooperativa insistió en los incumplimientos de CNA, entre ellos el mantenimiento de 350 empleos de la antigua Fagor Electrodomésticos y el impago de royalties por el uso de la marca. Ida y vuelta de la marca Edesa La marca Edesa tiene un valor en libros de 8,5 millones. CNA realizó un proceso de transmisión de este activo, en mayo de 2017. Supuso su venta por cinco millones mediante la compensación de créditos otorgados a su filial vasca por el propio grupo catalán. Pero la marca volvió al balance de Edesa Industrial y figura entre los activos del concurso, presentado con un pasivo superior a los 104 millones.

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