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Tribuna
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El secreto del éxito de la industria de fondos

El 14% de los activos de las familias españolas se encuentran invertidos en este tipo de producto financiero

Pixabay
CINCO DÍAS

Resulta habitual escuchar cómo deportistas que acaban de batir sus propias marcas echan la vista atrás y repasan su trayectoria profesional hasta llegar a ese momento culmen en sus carreras. Ese repaso se hace necesario por motivos varios. Quizá el más importante sea no olvidarse de que el éxito, al fin y al cabo, ni es fruto del trabajo de un día ni debería alentar vanidades. Es, como diríamos en la industria de gestión de activos, “una apuesta a largo plazo”.

Desde principio de año hemos tenido oportunidad de reposar las cifras de Inverco sobre el patrimonio que gestoras nacionales e internacionales hemos cosechado en 2017. Según estos datos, el patrimonio de la industria de inversión colectiva en España alcanzó en 2017 un récord histórico, con un crecimiento de un 11,7% entre las gestoras nacionales y de un 34,4% entre las internacionales. Junto con este dato, creo que hay otros dos que debemos tener en cuenta por su relevancia: por un lado, el incremento del número de partícipes y, por otro, los datos del Banco de España sobre la riqueza financiera de las familias. Según estos últimos, el 14% de los activos financieros de los hogares españoles se encontraba en fondos de inversión a cierre de septiembre del pasado año. Las participaciones en fondos fueron, además, las que más elevaron su peso en los activos financieros de los hogares durante los tres primeros meses de 2017.

Que la industria goza de buena salud es innegable, pero lo fundamental de este éxito tiene que ver con sus implicaciones fuera del sector. Nuestro objetivo como gestoras de fondos es ayudar a las personas y a las familias a cumplir sus objetivos financieros. Permitirles financiar sus proyectos personales, sacar el máximo rendimiento de su ahorro y planificar una jubilación estable. Y no podemos perder de vista este objetivo ni amparar el éxito de un sector exclusivamente en la cifra sin realizar una reflexión más profunda de los obstáculos que nuestros inversores han superado en el proceso y en los que, por ende, nosotros hemos sido también protagonistas. En el periodo que transcurre entre los años que hemos alcanzado récords en patrimonio –2007 y 2017– hemos vivido una crisis financiera que ha puesto a prueba la capacidad de ahorro de las familias españolas. Esta crisis también hizo mella directa en nuestra industria: se desplomaron las captaciones, disminuyó el número de partícipes y el número de gestoras presentes en el mercado (algunas se fueron, otras decidimos quedarnos a pesar de las circunstancias). En este tiempo hemos vivido varias burbujas: inmobiliaria, materias primas, brexit… Los productos de desintermediación bancaria han ido ganando cada vez mayores porcentajes de ahorro. Hemos visto cotizar a tipos de interés negativo y aprendido a mirar de frente a la volatilidad. Hemos comenzado a preocuparnos realmente por nuestra jubilación. Hemos debatido sobre fiscalidad, transparencia y protección del inversor. Y hemos asistido a nuestra propia “revolución industrial”: la irrupción de las nuevas tecnologías aplicadas a las finanzas, que han llegado para quedarse, y a las que auguramos un futuro próspero y prometedor.

En este apasionante escenario, la capacidad de adaptación de las entidades financieras ha sido puesta a prueba cada poco y las gestoras internacionales conseguimos hacernos un hueco en un mercado tan exigente como el español. Un mercado en el que la aversión al riesgo, el corto plazo, la necesidad de liquidez inmediata y la preponderancia del concepto ahorro sobre el de inversión confluían con un déficit de información financiera que a todos nos preocupaba. Muchas llegamos hace poco más de una década dispuestas a ofrecer a los inversores españoles un punto de vista diferente en forma de alternativa y complementariedad en un escenario que ya había sido allanado por las gestoras nacionales. Se trataba, en definitiva, de proporcionar mayor diversificación a sus ahorros poniendo a su alcance nuevos productos, nuevos mercados y sectores, combinando fórmulas que incluso trascendían la entonces clásica y estricta división entre renta fija y renta variable.

Nos ha costado una década llegar hasta aquí y estoy convencido de que aún nos queda mucho por hacer. Hemos sido sin duda parte del cambio, de una revolución digna de pasar a la historia que espero, siga calando hondo en nuestra sociedad más allá de las cifras. No olvidemos que, de lo que se trata, al fin y al cabo, es poder disfrutar de un futuro financiero mejor para todos.

 Ignacio Rodríguez Añino es Director de M&G en España, Portugal y América Latina

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