Objetivo: una jubilación segura y confortable
Es necesario reformar las pensiones, implantar sistemas de capitalización y mejorar la educación financiera
El cambio en las pautas demográficas ha hecho que se cuestione la viabilidad de nuestro actual sistema de pensiones. No les cuento nada nuevo pero, mientras se implementan reformas, que haberlas las habrá, más nos valdría ir ahorrando para la jubilación.
Ahora, mientras leen estas líneas, a muchos de ustedes les parecerá muy lejano el momento de la jubilación, se encuentran altos, guapos y fuertes, pero el tiempo vuela y de repente, un día, apenas sin darse cuenta, entrarán a formar parte de un colectivo muy vulnerable (fragilidad física y emocional, dependencia…): los jubilados.
Varias razones nos han llevado a esta situación, casi de colapso, del sistema. La demografía, sin lugar a dudas, es una de ellas, una pirámide poblacional invertida por la baja tasa de natalidad y una mayor longevidad. Sin embargo, otros factores se añaden a la larga lista, que mantiene en un hilo la sostenibilidad de nuestro sistema actual, que, además, tratando el caso de España, se hace incluso más larga: elevadas tasas de desempleo, tardía incorporación al mercado laboral, precariedad del mismo, salida de inmigrantes y un elevado endeudamiento de los hogares por la crisis económica, que no ha dejado ni un hueco al ahorro, o el incremento de la pensión media anual (1069,78 euros al mes en noviembre de 2017 versus los 766,52 euros en el año 2007); más autónomos, sí, pero optando en su mayoría por cotizaciones reducidas, lo que demuestra su falta de previsión y planificación.
España es uno de los países europeos con mayor cobertura de pensión pública (lo que se conoce como tasa de sustitución) respecto al salario en el momento de jubilarse, se encuentra en torno al 82% frente al 40%–60% en países como Alemania, Francia o Suecia.
Todos estos condicionantes obligarán al Gobierno a cambiar el sistema español de pensiones públicas. Un cambio más profundo que el retraso en la edad de jubilación, la desvinculación de las revalorizaciones al nivel de inflación o el incremento de los porcentajes de cotización obligatorios. Esta transformación pasa por incluir un sistema de capitalización y combinarlo con el vigente de reparto.
Tal y como están las cosas, con el desequilibrio existente entre ingresos y gastos de la Seguridad Social, es insostenible el actual sistema de seguro solidario. Desde 2014 el déficit del Fondo de Reserva ha sido de 15.000 millones de euros anuales. Incluso durante el pasado verano, el Gobierno aprobó un crédito de 10.000 millones a la Seguridad Social para el pago de las pensiones.
En España solo el 5,5% de los activos financieros se dedica a planes de pensiones y más del 80% se concentra en la vivienda. Necesitamos más educación financiera porque debemos entender lo que pasa, los cambios estructurales que se avecinan y tener criterio para decidir en qué activo invertir el dinero para un ahorro a largo plazo.
Una reforma que, tal vez, pudiera ser como la de Suecia, donde se ha incrementado el porcentaje de cotización: de este, una parte va a la misma cuenta que ahora y otra parte, en torno a un 4%, se destina a una cuenta individual. Del mismo modo, resulta imprescindible el fomento de los planes privados, que bien pueden ser promovidos por las propias empresas o por los trabajadores, y más ventajas fiscales que hagan que progresivamente se vaya desarrollando más la parte privada hasta encontrar un mix sostenible. Cuantas más ventajas fiscales se implementen, más se fomentará el peso del ahorro.
Como decíamos, estos sistemas de capitalización, en los que el beneficiario real es el trabajador, harán imprescindible que deba elegir el vehículo en el que buscará un rendimiento, lo que nos lleva de nuevo a la falta, en general, de conocimientos financieros y la irremplazable ayuda de expertos, de su asesor financiero.
Dicho lo cual, póngase en marcha, no lo deje para mañana y planifique “su futuro no tan lejano”.
Virginia Pérez es Directora de renta variable de Tressis