Puro barroco.
Tras varios fracasos legislativos, Trump retoma la iniciativa política con su plan de reforma fiscal, calificada por él mismo como «la mayor bajada de impuestos de la historia de los Estados Unidos.». Eslogan aparte, el presidente se juega mucho en esta nueva iniciativa y no ya solo en lo político sino, y sobretodo, en lo económico. Buena parte de las fantasias con las que ha alimentado su «desproporcionado ego», y con él el del mercado, viene del hecho de querer representar un cambio en los evidentes síntomas de decadencia de su país.
De entrada, el plan fiscal presume de unas ventajas, como el incremento de un punto porcentual anual más del PIB, que son meramente hipotéticas mientras que lo que más claro parece es que el riesgo de que la deuda pública, que ya ronda los 20 billones de dólares y supera el 100% del PIB, se descontrole totalmente.
La fantasia es muy simple, y por ello muy atractiva: se rebajan los impuestos (incluso cuando ya no se tiene suficientes recursos para los gastos actuales), se aumenta el gasto militar (los nervios y los miedos por perder la posición dominante tiene eso) y se reduce el gasto discrecional/social (cuando la verdad es que el envejecimiento de la población no va a hacer más que incrementarlo) y voila! todo mejora. Mucho me temo que solo los papeles.
Lo malo es que la filosofía con la que se montó hace ya cuatro décadas todo esto, no da ya más de sí. Y lo malo es que (viendo la situación en la que nos encontramos) ni siquiera ha cumplido lo que prometía. Pero el chicle se sigue estirado y ahora ya es demasiado. El endeudamiento, por su actual nivel excesivo, ya no podrá venir en auxilio de todo ello. El modelo económico (y la condición de único poder de los EE.UU.) esta haciendo aguas de manera peligrosa y amenaza con llevarse todo por delante.
Preguntarse porque un personaje com Trump es hoy presidente, al margen de los manidos recursos a la confabulación rusa, los hackers o la condición de mujer de Hillary Clinton, nos ayudaría mucho en saber que pasa. Pero parece ser que no estamos para preguntas complejas. La respuesta, sin embargo, es muy simple: nos asusta el futuro y, cuando ello sucede, el recurso más simple es mirar al pasado y repetir sus ticks.
Aquel plan de inicio de los 80´s solo funcionó por el recurso al endeudamiento, ya que en aquel momento era extremadamente bajo. La rebaja fiscal generó mas ingresos pero se quedaron muy por debajo de los gastos ya que estos se incrementaron a mayor velocidad. Resultado: un déficit constante y creciente que solo desapareció, de manera momentánea, cuando el plan llegó a su paroxismo en el año 2000. Y todavía estamos pagando «los platos rotos» ya que la crisis del 2007 no fue más que el segundo acto de la tragedia que comenzó con el siglo. Pagamos con creces la fantasia.
Cuando para sostener el tinglado se ha tenido, en ocho años, que duplicar la deuda, uno esperaría que la cordura se instalara. Cuando las decisiones en materia económica[1] o política (la crisis de Crimea o de Corea del Norte) deben ser consensuadas fuera de sus fronteras[2] uno pensaría que, como mínimo, se empezaría reconociendo que se ha perdido capacidad de movimiento. Pues más bien lo contrario.
Trump no es un esperpento, es el síntoma de un esperpento aún mayor, el del mundo que se acabó y se resiste a reconocerlo. Por ello saca sus mejores galas, raídas por el paso del tiempo y con un fuerte olor a naftalina, y se presenta ante nosotros sin vergüenza, esquivando cualquier espejo que le afee la función, y simulando un poder del que todos saben que carecen. El resto de los invitados a la fiesta simulan respeto, pero solo se preparan para, cuando sea el momento, sentarse en el puesto de anfitrión. Puro barroco.
Rebaja de impuestos
La simplificación y la rebaja de impuestos, reduce de siete a tres los tramos fiscales y disminuye la carga impositiva en un billón y medio de dólares en diez años, son los principales argumentos del presidente para esperar que la economía vuelva a crecimientos anuales del 4-5% del PIB que fueron habituales durante el final del siglo pasado y parte de la década de 2000 (hasta la crisis del año 2007) e hicieron de EEUU la indiscutible locomotora económica mundial. Solo así se entiende semejante pérdida de ingresos fiscales que supondrán la rebaja del 35% actual al 20% del impuesto de sociedades y dejar en el 12%, el 25% y el 35% los tramos fiscales para la declaración de la renta. Se plantea un cuarto tramo fiscal superior al 35%, dado que Trump obsesionado con que el proyecto «beneficie a la clase media», necesita vender entre sus electores que ésta no es una reforma más para beneficiar a los «más ricos».
Pero, para muchos congresistas, entre ellos parte de la mayoría republicana, las cuentas no están tan claras. Los republicanos son partidarios de sacar adelante la reforma fiscal del presidente, pero con limitaciones. La primera viene ya del líder de su partido en el Congreso, Paul Ryan, que ha elevado en cinco puntos (al 25%) el tipo del impuesto de sociedades planteado por Trump. Otra cruda batalla en el Congreso.
Datos económicos
Los pedidos de bienes duraderos en los EEUU crecieron un 1,7% en agosto, tras la mayor caída en casi tres años del 6,8% registrado en julio. Sin embargo, si se excluye el sector del transporte, que es el más volátil, los pedidos apenas aumentaron un 0,2% en agosto, por debajo de lo esperado y el +0,8% en julio. Los pedidos de bienes de capital (sin defensa), que sirven de estimador de las inversiones empresariales, subieron un 0,9% en agosto. En términos reales, los pedidos de bienes duraderos ha venido descendiendo desde el año 2000 de manera que el máximo de cada ciclo alcista desde ese año ha sido menor que el anterior.
NOTAS
- La política monetaria de la Reserva Federal parece decidirse en Pekín y no en su sede en Washington.
- Los acreedores extranjeros serán, en función de sus intereses, los únicos que podrán dar el visto bueno al Plan.