Los fiordos de la Galicia profunda
Descubra el salvaje cañón del Sil, situado entre Lugo y Ourense En catamarán o kayak, atravesando viñedos y monasterios
Dicen que en Galicia escuece alejarse de la costa, y no les falta razón. Pero quizá no hayan oído hablar de los fiordos gallegos. Partimos rumbo sur desde la villa de Monforte de Lemos, capital de la Ribeira Sacra, al ansiado encuentro con el cañón del Sil, frontera natural entre las provincias de Lugo y Ourense.
La carretera LU- 903 desciende y se retuerce una y otra vez tratando de seguir el contorno de las verticales laderas cinceladas por este río que avanza tranquilo hasta su desembocadura en el Miño en Os Peares, entre los embalses de San Pedro y Santo Estevo.
Todo ruido desaparece y nos sentimos diminutos en medio de este paraje sobrecogedor, atrapado entre paredes de granito de hasta 500 metros de altura, bosques de castaños, nogales y robles que se alternan con los viñedos que escalan estas colinas desde tiempos de los romanos.
A 13 kilómetros de Monforte de Lemos nos encontramos el embarcadero de Doade, en el municipio lucense de Sober y el lugar idóneo para una incursión fluvial. Puede decantarse por una apacible ruta en catamarán de dos horas (por 9 euros) hasta el embalse de Santo Estevo para volver al punto de salida.
Los miradores de Matacás, en el valle de Abeleda, con su calma y halo de misterio acaparan la atención del turista
Si se ve con fuerzas, también puede alquilar un kayak en la empresa Boral Aventuras (10 euros una hora y media) y surcar las calmadas aguas del río Sil mientras se deleita con este paisaje espectacular que adquiere tonos rojos, amarillos y verdes en otoño en las zonas de viñedos.
Finalizado el crucero, toca volver a tierra firme y abordar la sinuosa carretera que atraviesa los profundos valles de esta Galicia interior, siempre sin perder de vista el Sil. Desde Doade hasta Parada de Sil (Ourense), acariciamos pequeños pueblos y aldeas de casas de sillares de granito y tejados de pizarra, de hórreos y caseríos tradicionales como A Teixeira, Cristosende o Sacardebois.
El robusto castillo de Castro Caldelas (siglo XV) domina desde una loma toda la depresión ofreciéndonos una panorámica perfecta.
Parar para fotos
Y hablando de vistas: los miradores de Matacás, en el valle de Abeleda; el de Pena do Castelo, cerca de Doade o Cabezoá, en la carretera que une Luintra con Parada, son algunas de las múltiples opciones que nos brinda el curso del Sil.
Aquí el paisaje está impregnado de un halo de calma y misterio que difumina la abrupta silueta de los taludes y acapara la atención del viajero. No olvidemos el de los Balcones de Madrid, el más conocido y visitado de toda la Ribeira Sacra, cerca de Parada de Sil.
Justo en frente se encuentra el santuario de Cadeiras, casi colgado sobre el río a más de 600 metros de su cauce. La mayoría de estos miradores son espléndidas paradas de rutas de senderismo y bicicleta de montaña todoterreno (BTT).
Entre la vegetación de esta garganta se esconden hasta 12 monasterios que hacen de esta angosta franja de tierra un oasis espiritual que atrajo, desde el siglo VI, a centenares de monjes. El de Santo Estevo de Ribas de Sil (siglo VI), en Nogueira de Ramuín, y el de Santa Cristina (siglo X), en Parada de Sil, son los más apegados al cauce de este río.
El primero pertenece a la red de Paradores de Turismo, aunque se pueden visitar sus tres claustros, iglesia y centro de interpretación. El de Santa Cristina está considerado la joya del románico de la Ribeira Sacra, con espectaculares vistas sobre el cañón del Sil.
En este lugar, el viajero se pone al servicio de la naturaleza y se deja llevar por el misticismo de sus templos y carácter de sus tradiciones. Todo lo marca el Sil.
Guía del viajero
Rutas del románico. Hasta el 7 de octubre se realiza cada día de la semana un itinerario diferente para visitar los distintos templos románicos que alberga este lugar entre monasterios, iglesias y ermitas. El precio por persona es de 6 euros y los niños, gratis.
Viñedos milenarios. La producción de vino es un importante motor económico y reclamo turístico en la zona. Un centenar de bodegas se reparten las 1.550 hectáreas dedicadas a la uva en sus variedades godello, albariño y treixadura, para caldos blancos, y mencía, brecellao y merenzao, para los tintos. Por los viñedos, bancales y bodegas se llevan a cabo visitas guiadas con catas asistidas por enólogos. Algunas plataformas son el Viñobús y el tren turístico Aba Sacra. Consulte www.enoturismogalicia.es.