Calgary, la capital del Lejano Oeste canadiense
La ciudad es la sede de la Stampede, la mayor feria de rodeo del mundo Los nuevos templos del ocio y la gastronomía se localizan en el ‘downtown’
Bienvenido al Lejano Oeste de Canadá. Una vez conquistadas las Montañas Rocosas, seguimos el curso del río Bow atravesando una vasta meseta repleta de ranchos de toros, bisontes y alces entre campos de cereal. Sirva este rústico panorama como marco de la principal urbe del gran estado de Alberta, Calgary (1,1 millones de habitantes). Motor empresarial, inconformista cultural y gastronómicamente, y de auténtico espíritu wéstern. Vayamos por partes.
El antiguo hogar de las tribus pies negros fue, desde su fundación en 1875, el principal centro ganadero de todo Canadá: la cowtown (ciudad de las vacas). En los años sesenta, el petróleo empezó a brotar por doquier en Alberta y Calgary tuvo el honor de albergar las principales sedes de la industria, que hoy se reparten por el downtown.
Sin embargo, los rascacielos que presiden el skyline no han podido ensombrecer la herencia vaquera de la ciudad, amante de los rodeos, de los sombreros de ala ancha y botas de cowboy; de la sabrosa carne de res a la brasa, y la cercanía que tanto gusta al forastero. Por si fuera poco, la urbe ha ido madurando en paralelo como centro cosmopolita, de raíces indígenas, asiáticas y europeas que nutren la seductora oferta de cultura, ocio y paladar que se está gestando.
Rodeo
“El mayor espectáculo al aire libre del mundo”. Así se anuncia la Calgary Stampede, desde 1912 una de las principales celebraciones de todo el país. Suena el himno de Canadá y da comienzo el rodeo. Los cowboys atrapan terneros, cabalgan sobre gigantescos toros o caballos salvajes y disputan feroces carreras de carretas en el estadio.
El recinto ferial se llena de cientos de puestos donde se preparan perritos calientes o se asan cerdos enteros con el fuerte aroma a salsa barbacoa. No faltan las típicas atracciones de feria entre conciertos de música country y un ambiente de lo más campechano. Los más pequeños se divierten jugando al tiro al blanco y los más mayores, bebiendo cerveza y lanzando hachas como auténticos indios.
Cada julio, al grito de ¡Yeehaw! y después de un multitudinario desfile inaugural, Calgary se transforma durante diez días en lo que más le gusta: una auténtica ciudad del Oeste. La Stampede, que se ha sumado este 2017 a las celebraciones por el 150 aniversario de Canadá, ha atraído a 1,2 millones de visitantes, según datos de la organización, además de múltiples críticas por maltrato animal.
Más allá del rancho
No todo son toros y vaqueros en Calgary, algo nuevo se está empezando a cocer en algunos barrios empeñados en hacer de la ciudad el epicentro gastronómico de Canadá. Con largas y amplias avenidas y altos edificios acristalados, no nos olvidemos del downtown. Recomendable el Museo Glenbow (16 dólares canadienses), que presume de una extensa colección de historia, arte y cultura pop, además de certámenes temporales de lo más provocadores.
Y el National Music Center (18 dólares), al este, está situado en un original edificio de fachada dorada. El visitante podrá hacer un interesante viaje por la historia de la música de Canadá con curiosas reliquias y muestras interactivas. Los más rockeros probarán sus dotes con la guitarra eléctrica, la batería o experimentando en el estudio de grabación.
La calle Stephen es la arteria más animada de la zona, rebosante de modernos restaurantes como Blink, de estilo fusión y excelentes platos con productos locales. No fallan los clásicos como The Guild, ideal para una deliciosa carne de res a la brasa y una aromática cerveza tostada. Suena música en directo en Ironwood Stage & Grill, rodeado por tiendas de recuerdos y moda cowboy.
Suba hasta lo alto de Calgary Tower (por 18 dólares) para contemplar la excelente panorámica 360 grados de la ciudad a 160 metros de altura. En su base encontrará la oficina de turismo.
La 17ª Avenida y sus alrededores son “el sitio”, si de ocio y vida nocturna se habla. Animados cafés como el Analog Coffee, de ambiente hípster; restaurantes de moda como el Model Milk, antigua lechería reconvertida, o pubs como el Roose & Crown, de estilo británico, coronan un sinfín de posibilidades.
Inglewood, en la parte este de la ciudad, es el barrio en boga de Calgary por sus tiendas de anticuarios, boutiques independientes y restaurantes exóticos, con los tailandeses a la cabeza.
De poner a Calgary en el mapa se encargaron los exitosos Juegos Olímpicos de Invierno de 1988. Del resto ya lo haría su calidad de vida y entorno privilegiado, su inconfundible estilo wéstern y sus emergentes propuestas de ocio y gastronomía.
Guía de viaje
Andando, que es gerundio. La ciudad ofrece al paseante y ciclista hasta 712 km de vías para recorrer. Discurren a orillas de los ríos Bow y Elbow o Prince’s Island, un parque arbolado con anfiteatro donde se representan obras de Shakespeare.
Puerta a las Rocosas. Una hora y media en coche separa Calgary de las Montañas Rocosas, donde se concentran los principales parques nacionales del país, como Banff, Jasper o Yoho.