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Cómo hacer grande un pequeño invento

El secreto del inventor de la fregona consistía en mejorar instrumentos existentes Una buena formación favorece la innovación, ya que el azar suelen escasear

GETTY IMAGES

Lo más probable es que hoy en día nadie necesite leerse el manual de instrucciones para utilizar una fregona, pero aunque a veces lo parezca, el famoso invento español no ha existido siempre. Fue el resultado de un gran trabajo de innovación por parte de un emprendedor nacido en Logroño en 1925: Manolo Jalón. Así lo reconocen Juli Capella y Antonio Monturiol en el libro De la fregona al airbus (Editorial LID, 24 euros), un homenaje a este innovador que explica las claves de por qué un sencillo invento puede llegar a convertirse en un gran negocio.

Al parecer, en una conversación entre amigos, uno de ellos le sugirió a Jalón que si quería dedicarse a la empresa, podría fabricar utensilios prácticos, “como alguno que pudiera permitirle a las mujeres (las únicas que lo hacían por aquella época) fregar de pie”. La idea no era nueva, la mopa ya existía y el sistema de escurrido también. El propio Jalón se inspiró en diseños que había visto en EE UU y que dieron origen a la fregona, tal y como la conocemos. El primer prototipo, copiado del estadounidense, resultó excesivamente caro, pero le permitió advertir sus ventajas, así que se centró en conseguir abaratar los costes.

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Sustituyó el complejo sistema de rodillos, que escurrían la mopa, por una cesta con agujeros, y el metal por el plástico, mucho más económico. Este nuevo modelo triunfó porque abarató notablemente la producción. Además, gracias a su forma, era apilable, lo que facilitaba el transporte y el almacenaje. Pero la clave de la fregona estaba en el escurridor monocasco de plástico, que al ser una sola pieza, era mucho más resistente. A Jalón se le ocurrió utilizar la técnica monocasco porque era ingeniero aeronáutico, y esta era la tecnología que se usaba en los aviones, aunque ahora su uso está más extendido. El caso ilustra, como recogen Capella y Monturiol, cómo una buena formación favorece la llegada de la innovación, pues los descubrimientos azarosos suceden muy ocasionalmente.

Con este bagaje, una mente creativa y una voluntad inquieta, se retiró de la aeronáutica, que desarrollaba en el Ejército del Aire, para saltar al mundo empresarial. La empresa que formó, Rodex, dio lugar a un centenar de productos más, como la jeringuilla desechable. Esta ya existía, pero una vez más, Jalón mejoró el producto y redujo sus costes. Algo en lo que ya centraban sus esfuerzos los fabricantes del momento, pero el logroñés contaba con dos cualidades que no siempre coinciden: creatividad y determinación. Su imaginación, a veces escasa en la dirección, le permitía dar con soluciones alternativas antes que sus competidores, y su arrojo, mantener los pies en la tierra y hacerle triunfar. Hoy en día, la fábrica original en Huesca sigue siendo la primera productora de jeringuillas del mundo. Su fabricación era un gran reto, pues necesitaba mucha precisión, pero el manejo del plástico que consiguió el ingeniero, gracias a la fregona, le concedió ventaja frente a sus competidores.

La experiencia con este material generó otros dos exitosos inventos más: la cubitera para hacer hielo, cuyo diseño es el más vendido en Europa. El siguiente triunfo fue el rodex-ware, una tartera de plástico mejorada. Jalón añadió una pestaña interior en la zona de ensamblaje del conocido tupper-ware, lo que aumentaba su hermeticidad.

Otro de sus grandes logros fue saber venderlos. Porque, según el experto en gestión empresarial Peter Drucker, la prueba de una innovación no es su novedad ni su contenido científico, sino su éxito en el mercado. Y Jalón lo consiguió.

El método Manolo Jalón

Para Juli Capella y Antonio Monturiol, “solo nos fijamos en el diseño de un producto cuando este no funciona”. El inventor español, Manolo Jalón, conseguía que sus productos, aparentemente sencillos, pasaran inadvertidos mejorando el diseño de instrumentos existentes. Cualquier innovación debe basarse en los conocimientos previos generados por el desarrollo tecnológico. Se trata de un caso de copia legítima y es lo que le hizo triunfar, junto con el manejo del plástico en una época en la que el material era casi un desconocido.

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