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El Foco
Tribuna
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Venezuela, la democracia secuestrada

El Gobierno ha celebrado una pantomima de elecciones para conformar un Parlamento a su medida y una nueva Constitución

Manifestantes opositores bloquean una calle en rechazo a las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente.
Manifestantes opositores bloquean una calle en rechazo a las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente.EFE (EFE)

Teóricos como Downs, Schumpeter o más recientemente Przeworski, nos ensañaron que solo existe democracia si hay posibilidad de elegir entre políticos y políticas que compiten entre sí, y si existe una posibilidad razonable de alternancia en el gobierno. Hoy Venezuela es un país fracturado. Roto social y sociológicamente. A las puertas del abismo. Con una democracia secuestrada por un populismo tan banal como falaz, vacuo y a la vez, autodestructivo. Pisotear los derechos. Humillar la dignidad. Defenestrar la libertad, con fuerza bruta, con ignorancia, con vehemencia. Matar a un pueblo. Es la Venezuela de un pirómano y sus secuaces que prefieren arrodillar a todo un pueblo para perpetuarse en un poder sin ya legitimidad. Los muertos no otorgan legitimidad. Más de un centenar de muertos en más de cien días de protestas frente al oprobio, la demagogia, la violencia y la mentira. Los cadáveres de la violencia política, de la mentira, de quiénes pretenden mantenerse en el poder al precio que fuere, son martillos en la conciencia de una sociedad que ya no puede mirar hacia otro lado.

¿Quién llorará por estos muertos? ¿Sus muertos? ¿Nuestros muertos? ¿Cuántas muertes más son necesarias en Venezuela? ¿Cuál el grado de violencia, enfrentamiento, violación de los derechos humanos? ¿Cuál es, en suma, el precio que debe pagar todo un pueblo para que una dictadura siga aferrada al poder? La tragedia venezolana es la tragedia de aquellas democracias embrionarias, muertas por la corrupción, enterradas en la ciénaga de la mentira y la impunidad. En apenas un mes, una treintena de cadáveres es el reflejo de una situación descontrolada, convulsa, al borde de la fractura total. Una sociedad zarandeada por la violencia, por la inseguridad, por la miseria y por la gran mentira de unos déspotas empeñados en destruirlo todo con tal de que sin ellos nada quede.

La vaciedad intelectual de esa suerte destructiva en que se ha convertido la filosofía chavista está conduciendo al país al vértice mismo de la confrontación social y política. El populismo enfangado de mentiras y patrañas, acusaciones y amenazas de Maduro y su gobierno ha arrojado al país a la quiebra absoluta y a la convulsión total. El desastre de gestión, pésima, errónea, a la deriva en lo económico es el reflejo último de una forma de gobernar clientelar, mezquina, donde la confrontación y la arrogancia, la manipulación y la amenaza, el miedo y el recurso a la violencia desgarran la fibromialgia de un país con unos recursos extraordinarios y donde ahora mismo la miseria, la escasez significan y simbolizan el hundimiento y el caso de un sistema.

Han dado un autogolpe de Estado. Han secuestrado y arrodillado una a una las instituciones de un estado frágil, sumamente frágil. Pero el bumerang, sus quintas columnas también acabarán por volverse en su contra. Se puede engañar a todos durante un tiempo, pero no a todos todo el tiempo, en la máxima lincoliana que hoy cobra vida en el país caribeño. Lo han expoliado por sus cuatro costados, como secuestrado su libertad. Han asaltado las instituciones, terminando de corromperlas. Y en medio de la putrefacción, aplastar toda disidencia, toda oposición, sin escrúpulos, sin miedo, sin pausa. Este domingo 30 de julio, el gobierno, en el abismo total de una confrontación y una represión impune, ha celebrado una pantomima de elecciones para conformar un Parlamento a su medida y una nueva Constitución. Una farsa en medio de muertes, caos, anarquía y brutalidad policial y parapolicial y militar. Un esperpento que quiere enterrar la actual Asamblea Nacional electa hace menos de dos años y donde la oposición ganó la mayoría. Más de 6.000 candidatos y el subterfugio de que las candidaturas estuvieran al margen de los partidos político es el último brindis a la mentira y la manipulación. Muchos de ellos conforman las estructuras del gobierno de Maduro, incluso han renunciado a sus actas ministeriales para ser candidatos y electos. La oposición no entra en esta nueva deriva. En esta huida hacia delante manipuladora de la democracia y los comicios.

Sin recursos y bienes imprescindibles, con una escasez de productos lacerante, sin asegurar tres comidas al día, sin alimentos en los comedores escolares, sin medicamentos necesarios e imprescindibles, con un mercado negro que parece una montaña rusa, con una inflación que llegará a los cuatro dígitos en breve si no lo ha hecho ya, con un país saqueado y un erario noqueado sin escrúpulos por los prebostes del poder y los oligarcas de un chavismo que se ha convertido en la quimera más grande de Latinoamérica, con un derroche abismal de recursos, con unas políticas públicas infaustas y autodestructivas en inversiones tan absurdas como incontrolados, con resquebrajamiento legal e institucional vergonzoso con un poder judicial títere y rehén del chavismo, con una inseguridad jurídica que atropella derechos y libertades, la nueva burguesía chavista ha roto el país en dos y ellos consolidado el expolio. Políticos, funcionarios, militares y miembros del partido han llevado al abismo al país. Sin importarles nada. Venezuela es hoy un espejismo esperpéntico de lo que un día, no tan lejano fue.

No hay espacio para la anécdota y sí para la tragedia, el drama de un país rico en sus recursos y esquilmado por ávidos sin escrúpulo. La manipulación mediática, el miedo y la amenaza gansteril cuando no caciquil para cerrar cualquier medio crítico, la persecución de la oposición, la farsa judicial en el juicio sin garantías procesales ni constitucionales de ningún tipo a dirigentes y alcaldes de la oposición encarcelados ominosamente, asesinatos de políticos y dirigentes de la oposición, la polarización de quintas columnas chavistas y perfectamente adiestradas y armadas, la erosión de la educación por el adoctrinamiento de confrontación, el hundimiento y colapso de la economía, la hiperinflación. Llegan horas convulsas para un país que necesita libertad, democracia y justicia. Hoy no la tienen. Y el precio será alto. Demasiado alto. Maduro y su régimen de falacias y mentiras tienen ya sus muertos. ¿Hasta dónde? También su Constituyente. Una gran farsa. ¿Qué dice ante esto el mundo y sobre todo América Latina?

David Held nos enseñó hasta 11 modelos de democracia. Venezuela no está siquiera en alguno de ellos. La democracia nos enseña que las elecciones permiten que los votantes escojan quién los gobernará. Esto es un imposible categórica en la fantasmal Venezuela.

Abel Veiga es profesor de Derecho de la Universidad de Comillas.

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