Una FP con un pie en la empresa como solución contra el paro juvenil
El número de alumnos de la FP dual se ha multiplicado por cuatro desde 2013
Cuando en 2012 España reguló la FP dual – una modalidad que combina formación teórica en un centro con formación práctica en una empresa– lo hizo construyendo el modelo a imagen y semejanza del alemán. Una fórmula que lleva funcionando más de 150 años y cuyo éxito resulta innegable, hasta el punto de que las autoridades germanas lo consideran la clave de la baja tasa de paro juvenil del país, por debajo del 7%. Desde su implantación en España en 2012, las comunidades autónomas han lanzado diversos proyectos relacionados con la formación dual que han ido aumentando durante los últimos años. Para ello han contado con la participación de numerosas empresas y el asesoramiento, entre otros, de la Cámara de Comercio Alemana.
Un vistazo a las cifras germanas revela lo arraigado de un sistema que forma cada año a 1,4 millones de aprendices en unos estudios que duran entre 2 y 3,5 años, dos tercios de los cuales se desarrollan en las empresas. Casi la mitad de los jóvenes alemanes que termina la ESO elige la FP dual, lo que les permite cobrar un salario de entre 400 y 1000 euros y les proporciona fácilmente un puesto de trabajo al terminar la formación. La financiación corre en un 70% por parte de la empresa y solo un 30% a cargo del Estado. Las compañías no reciben incentivos, salvo el que supone incorporar de media casi un 70% de sus aprendices a la plantilla.
Los dígitos españoles, incomparablemente más modestos, no son el fruto de siglo y medio de arraigo, pero revelan el potencial de crecimiento que tiene este tipo de formación en un mercado con una tasa de paro juvenil por encima del 40% y una seria distancia entre la formación teórica y las necesidades del mercado. Desde 2013, el número de alumnos de FP dual en España se ha multiplicado por cuatro, hasta más de 16.000, el número de centros lo ha hecho por cinco y el de empresas por diez. Es pronto para hacer un balance de resultados, pero no de monitorizar y mejorar el funcionamiento de un modelo que –si funciona con éxito– puede cambiar para bien el pobre panorama del empleo juvenil.