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Tribuna
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El gran dilema: ¿invertir o mimar al accionista?

Aunque la capacidad de financiación ha crecido, las compañías prefieren ahorrar o repartir dividendos

Getty Images

Ha comenzado la temporada fuerte de pago de dividendos y de presentación de resultados en Europa y se extenderá hasta finales de mayo. Las grandes empresas que cotizan en el Euro Stoxx 50 han declarado retribuciones a los accionistas que solo entre los meses de abril y mayo superarán los 44.400 millones de euros. Las empresas pujan por seducir y contentar a sus accionistas con dividendos y día tras día se suceden los anuncios de compañías que elevarán este año la remuneración, respaldados por la mejoría general de los resultados corporativos. La noticia alegrará a muchos inversores, pero, como toda historia, también tiene una cara oculta que merece ser tomada en consideración: el dramático descenso de la inversión empresarial. En nuestro informe titulado La demanda de inversión en las Economías Desarrolladas alertamos sobre ello: en España la inversión empresarial ha caído un 32,25% en los últimos 10 años, pasando del 31% al 21% del PIB. En paralelo, la capacidad de financiación no deja de mejorar, solo en el último año creció casi un 17% al pasar del 2,4% al 2,8% del PIB. El mensaje de fondo está claro: antes que invertir, las empresas prefieren ahorrar o devolver el dinero a los accionistas.

Obviamente, no se trata de una tendencia exclusivamente española, sino global. Solo entre 2004 y 2013 las 500 empresas que lideran el ranking mundial por ingresos destinaron nada menos que 3,4 billones de dólares a la recompra de acciones y otros 885.000 millones de dólares al pago de dividendos. De hecho, en la zona euro, la inversión empresarial, aunque se ha recuperado, sigue estando, en relación con su peso sobre el PIB, por debajo de los niveles a los que se encontraba no ya a comienzos de la década de los 2000, sino de los que registraba tanto a comienzos de los ochenta, como de los años noventa.

El gran dilema empresarial está entre invertir o mimar al accionista y de momento gana esta última opción. La visión actual de muchas empresas es que no esperan que los rendimientos de sus inversiones puedan superar el coste de capital ajustado por riesgo o las rentabilidades que podrían obtener mediante otros activos financieros más líquidos. Esta desconfianza sobre las expectativas futuras corre el riesgo de convertirse en la clásica profecía autocumplida: las empresas no invierten porque son escépticas sobre el crecimiento futuro, su falta de inversión termina comprometiendo la capacidad de crecimiento y, de esta manera, el escepticismo de las empresas termina haciéndose realidad.

Los mercados están leyendo esta situación con gran claridad. Así, en España, las principales entidades financieras han presentado unos excelentes resultados en el primer trimestre del año, superando las expectativas, pero esa noticia no ha cundido demasiado en los parqués, donde lo que se empieza a mirar con lupa a la hora de apostar por un valor es cuánta rentabilidad aportará vía dividendos. En cuanto a la deuda soberana de España, la rentabilidad exigida por el secundario al bono a 10 años ha pasado de cotizar en otoño pasado a niveles del 1%, a moverse ahora en el entorno del 1,7%. En definitiva, el mercado cotiza riesgo, ante los continuos sobresaltos de la geopolítica. Por otra parte, la ampliación del programa de compra de bonos del BCE a la deuda corporativa de máxima calidad ha convertido a este tipo de activos en valores refugio, dando alas a la categoría de bonos high yield o de alto rendimiento, que actualmente gozan de bajos niveles de impago, convirtiéndose en uno de los pocos activos de inversión donde los precios de cotización aún conducen a rentabilidades interesantes.

Y todo esto, a pesar de que la economía tiene unos fundamentos sólidos. El FMI espera que la economía mundial crezca un 3,5%; y la de la eurozona, un 1,7%. Nuestra previsión sobre España es del 2,7%; también esperamos que mejoren el empleo, el consumo, la consolidación de las cuentas públicas e incluso la inversión empresarial. Sin embargo, la incertidumbre y la falta de visibilidad sobre las perspectivas económicas siguen estando presentes y máxime en un momento en el que todo el gran proyecto comunitario está más cuestionado que nunca. Es hora de reaccionar para que esos temores no se conviertan, de nuevo, en otra profecía autocumplida.

Adolfo Estévez es Director de Axesor rating.

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