La reestructuración de deuda de Puerto Rico no será un día de playa
El proceso judicial podría complicarse más que el de Detroit en 2013 La carga es insostenible tras diez de años de recesión y éxodo
La reestructuración de Puerto Rico tendrá finalmente su lugar en el sol. El año pasado, el Congreso estadounidense dio al territorio acceso a una fórmula de quiebra. El miércoles, el consejo que supervisa las finanzas del archipiélago, que incluyen directa e indirectamente unos 64.000 millones de euros de deuda, dio luz verde al proceso judicial, que podría acabar complicándose tanto como el de Detroit en 2013, o más.
La opción de bancarrota de Puerto Rico se incluye en el Título III de la ley federal de rescate de 2016, conocida como Promesa. A cambio de esta opción, Puerto Rico aceptó la supervisión federal de su presupuesto y finanzas.
El territorio había planteado antes de la declaración del miércoles ideas de reestructuración que implicaban grandes descuentos en sus obligaciones, pero las discusiones no estaban yendo bien. Varios acreedores demandaron a Puerto Rico a principios de semana por incumplimientos de sus bonos después de que expirara un período de gracia en el marco de Promesa.
La carga de la deuda es sencillamente insostenible, tras una decena de años de recesión económica y un creciente éxodo de población hacia el continente. Al menos, para empezar, el proceso judicial incluye solamente 16.000 millones de euros de deuda directa del Gobierno.
Las obligaciones de pensiones suponen otros 46.000 millones a la carga de deuda general, que incluye obligaciones fiscalmente vinculantes y bonos de la eléctrica pública. Todo junto podría acabar siendo una mezcla complicada que dejaría la bancarrota de más de 16.000 millones de euros de Detroit pequeña en tamaño, complejidad y número de acreedores aferrados a recuperar lo máximo. Aquella llegó a llevarse por delante incluso la valiosa colección sobre la discográfica Motown.
Las ordenadas hipótesis económicas, asignaciones lógicas de pérdidas y pronósticos presentados en hojas de cálculo pueden convertirse pronto en un recuerdo lejano. Puerto Rico necesitaba el blindaje de una opción de bancarrota. No obstante, dicha protección no alcanza a librarle del duro regateo con los acreedores. El proceso no será un día en la playa.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de Cinco Días.