Marsella, la ciudad más canalla de Francia
Deja atrás su pasado turbio para mostrar su cara más cosmopolita
Ciudad de carácter, dinámica y rebelde por naturaleza. Los propios locales dicen que lo que se dicta en París poca validez tiene en Marsella, la segunda población de Francia –algo menos de un millón de habitantes– y su principal puerta al Mediterráneo. Desde su creación, hace más de 2.600 años, ha sido uno de los principales puertos y focos de inmigración a ambas orillas del mar, conformándola así como una ciudad canalla, inconformista, de alma marinera, y con un crisol cultural presente en cada una de sus calles, galerías y mercados.
Vigilado por el Fuerte de Saint Jean, al norte, y el de Saint Nicholas, al sur, se esconde el Puerto Viejo (Vieux Port), el auténtico corazón marsellés. Este lugar ha sido testigo de incontables andanzas de marinos y mercaderes desde hace siglos para lucir hoy como un monumental puerto deportivo, de lujosos yates y veleros de madera. Desde el edificio del ayuntamiento, del siglo XVII y de estilo italiano, se desenvuelve una red de callejones como el de los Augustins o el Fortia, donde no temerá extraviarse hasta encontrar los más típicos restaurantes de la ciudad, que tienen la bullabesa, una receta de pescado y marisco, como plato estrella.
Siguiendo el agradable paseo marítimo por Quai du Port llegará hasta la Quai des Belges, donde cada mañana se establece un animado mercado de pescado fresco. Es aquí donde nace La Canebière, la principal arteria de Marsella.
Estemos en el puerto o en cualquier barrio de esta gran urbe, nos será difícil apartar la mirada de la colina de la Guardia, un promontorio que se eleva 154 metros desde el centro de la ciudad y sobre el cual se erige la basílica de Notre Dame de la Garde, siempre velando por los marineros y por cada uno de los marselleses. Antiguo puesto de vigilancia, también lugar de peregrinación y emblema de Marsella en la actualidad, este monumento fue construido en el siglo XIX por el arquitecto Henry Esparandieu, destruido por los nazis en la Segunda Guerra Mundial y reconstruido empleando la famosa piedra de Cassis. Corona este luminoso templo de estilo romano y bizantino en sus cúpulas, policromados y mosaicos, la majestuosa efigie de la Virgen en bronce dorado. Desde lo alto de este mirador se disfruta de una magnífica panorámica de 360º de toda la ciudad y la costa.
Pero si hay un barrio que define como ningún otro ese espíritu marsellés granuja, marinero y multirracial es Le Panier, el más antiguo, encaramado sobre el Puerto Viejo. Es uno de los rincones más vitales, dinámicos y sugerentes de la ciudad, donde jóvenes artistas y artesanos cargados de talento han encontrado su lugar. Sus calles, antaño lúgubres y hoy coloridas, desembocan en plazas soleadas donde no faltan las tabernas, cafeterías, heladerías o chocolaterías, como la ilustre Chocolatière du Panier. Todo muy moderno, artesanal y orgánico.
Las galerías de arte, los atelieres de jóvenes creadores y las tiendas de moda vintage son prototipo de esta fábrica de tendencias que aquí se está gestando.
Sin dejar Le Panier, nos acercaremos hasta La Charité, edificio del XVIII y monumento más importante del lugar con restaurantes y museos como el de Arqueología Mediterránea.
Nuestra última parada por la vetusta Marsella nos lleva hasta la catedral de Santa María la Mayor, junto al puerto, de estilo neobizantino del XIX, de gigantesca cúpula y diseño que mezcla mármol y pórfido.
Sin olvidar su pasado turbio y un tanto macarra, Marsella luce hoy como la alternativa mediterránea a París.
Guía de viaje
Puerta al Mediterráneo. A la capital de la Provenza-Alpes-Costa Azul se llega desde Madrid o Barcelona en tren de alta velocidad (Renfe-SNCF). El puerto recibe una media de dos cruceros al día. Los de Costa hacen escala en Marsella en su ruta Roma-Barcelona.
Castillo de If. Frente a la costa marsellesa se divisa la isla de If que debe su fama al castillo del cual Edmond Dantès consiguió escapar en la novela de Alexandre Dumas El conde de Montecristo.
MuCEM. El Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo, obra de Rudy Ricciotti, ha renovado la imagen del puerto desde 2013.