Pablo Laso: “El competidor nunca se cansa de ganar”
Llegó al Real Madrid en 2011 entre dudas y en plena convulsión Cinco años y medio después, ya es parte de la historia del club
Un 19 de febrero de 2012, el Real Madrid ganaba la final de la Copa del Rey de baloncesto al F.C. Barcelona, en el Palau Sant Jordi de la ciudad condal. Lo hacía después de 19 años, y sin ser favorito. Entonces, Pablo Laso (Vitoria, 1967) estaba construyendo una idea de baloncesto en un club acuciado por las prisas de ganar. En la celebración del título, en el mismo vestuario , el presidente blanco, Florentino Pérez, felicitó a Laso de una forma particular: “Ahora vas a tener que ganar la liga”. Una exigencia que a Laso, que jugó dos años y medio en el Madrid, no le vino de sorpresa. Desde 2011 ha ganado 13 títulos, con una temporada, la 2014/2015, perfecta, con Liga, Copa del Rey, Euroliga y Supercopa. Este año ya ha ganado la Copa. Pero Laso prefiere no medirse por los títulos.
- R. ¿Es consciente de lo conseguido estos años?
- R. Por mi manera de ser no soy una persona que piense demasiado en el pasado. Intento vivir mucho en el presente. Al llegar al club tenía claro lo que quería, lo que es el Real Madrid, y lo que significa entrenar aquí. Desde el inicio intenté darle una seña de identidad al equipo, más allá de los títulos. Valoro mucho el camino, y hay situaciones más importantes que un título. Como cuando el Fenerbahçe nos eliminó el año pasado de la Euroliga, y el Palacio nos ovacionó. Esa comunión con la gente fue muy especial, porque significa que has conseguido trasladar lo que quieres ser como equipo a quienes te ven todos los días. Por supuesto, sin los títulos es más difícil de conseguir.
- R. Usted lo ha conseguido en el Real Madrid, donde ganar es obligatorio.
- R. El Real Madrid es una marca de éxito, un club reconocido a nivel mundial y asumir eso implica muchas cosas. En el deporte lo que queda es ganar y perder, pero desde mi puesto cuenta mucho el cómo llegar para que tu equipo compita, la manera de encontrar el camino para ganar. Y si me apuras, en el Real Madrid eso es más obligatorio, porque tienes muchos ojos encima a nivel mundial, y es una responsabilidad que asumes desde el principio.
- R. ¿Qué cuota se atribuye de ese éxito?
- R. No soy una persona que se de mucha importancia. Creo que no me aporta nada. Soy una persona que acepta que no le caigo bien a todo el mundo. Tengo la suerte de tener un trabajo que es mi vida, que me apasiona. Son muchas cosas las que me llenan los suficiente como para no estar pendiente de lo que se diga de mi. También le digo: a mi me gustaría que todo el mundo hablase bien de Pablo Laso. Pero mis motivaciones son otras y las tengo día a día.
El Real Madrid es una marca de éxito, un club reconocido a nivel mundial y asumir eso implica muchas cosas
- R. ¿La exigencia del club y la suya convierte cada título en un problema añadido?
- R. Soy de los que cree que cuando ganas un título hay que celebrarlo. A mi me gustaría celebrarlos más. Pero por mi trabajo y mi forma de ser enseguida pienso en el siguiente. Nunca me gustaría que un título fuese una liberación. Es un enfoque que lo centra todo en el resultado. Y las victorias hay que disfrutarlas, porque después vendrán los malos momentos.
- R. ¿Cómo se combate el desgaste con un vestuario después de cinco años y medio en él?
- R. El desgaste entre personas es inevitable, también fuera del deporte. Qué empleado no se desgasta de ver a su jefe todos los días. Pero en ese desgaste tiene que haber un orden, unos valores y una idea, y que cada uno acepte sus responsabilidades. Yo tengo la suerte de contar con enormes jugadores y grandes personas. Todos tienen su ego, pero entienden que por encima está el equipo. También de Pablo Laso.
- R. ¿Cómo se convierte una plantilla de estrellas en un equipo?
- R. Al gestionar un grupo de trabajo tienes que aceptar que no todos son iguales. Son distintos en físico y en talento, y aún más como personas. Debes tener unas líneas básicas que todo el mundo debe cumplir, seas quien seas. Yo soy el primero que debe marcarlas. Pero cuando trabajas con personas no puedes pensar que son máquinas y que no tienen sus problemas fuera del deporte. La mujer de Felipe Reyes dio a luz antes de la final de Copa. Podría haber decidido que no saliese de la concentración. Pero mi línea es otra. Lo teníamos hablado y era lo mejor para él y el equipo. Sería un error tratar a todos por igual.
- R. Otros optan por ser más estrictos...
- R. Leo mucho sobre esto, artículos de liderazgo. El problema es que lo llevo a mi trabajo. ¿Pero el que escribe de ello entrena a mis jugadores? No hay un manual de liderazgo que valga para todo. Yo entreno al Real Madrid de una manera. En San Sebastian lo hacía de otra. Y donde menos he cambiado es en cuestiones de baloncesto. Las situaciones son diferentes porque los jugadores lo son. Es importante tener claras las ideas sobre las que tienes que sacar el máximo rendimiento de un equipo, y ponerte en la posición del otro. A partir de ahí, de una u otra manera, todos son líderes. Desde el que cada mañana pone la música en el vestuario, hasta los fisios. Yo no les puedo decir cómo tienen que vendar a un jugador. Cada uno tiene que tener su responsabilidad, su cuota de liderazgo es la que va a hacer fuerte al grupo.
- R. ¿Se puede perder el hambre de ganar?
- R. Yo no entiendo eso. Y diría lo contrario: nunca te cansas de ganar. El que es competidor nunca se cansa de ganar, siempre quiere más. El hambre de ganar hay que alimentarlo, pero la victoria te da la confianza para seguir ganando. Si eres competidor y competitivo en la vida el hambre de ganar lo tienes siempre.
- R. Hizo debutar a Luka Doncic con 16 años, y con 18 es una de las estrellas del equipo. ¿La gestión de este caso ha sido su mayor reto?
- R. Es un caso especial, pero siempre he intentado que este no sea el equipo de Doncic. Ni de Llull, ni de Felipe. Esto es el Real Madrid. Si yo tratara a Doncic de una forma especial le haría un feo al resto de jugadores que tengo. Nunca le hemos dado ni quitado. Se ha ganado lo que está haciendo. De hecho, siempre le transmito que probablemente va a tener que demostrar más porque no le voy a regalar nada. El que va a marcar lo que quiere ser va a ser él. Los que le rodeamos estamos para ayudarle y para potenciar sus virtudes y decirle sus defectos y limárselos.
Al gestionar un grupo tienes que aceptar que no todos son iguales. Sería un error darles a todos el mismo trato
- R. Siempre muestra mucha intensidad en los partidos, y sus tiempos muertos más calientes se convierten en virales. ¿En ciertos momentos, el cómo se transmite el mensaje pesa más que su contenido?
- R. Muchas veces nos reímos porque alguna vez ha pasado que acaba un tiempo muerto y un jugador me pregunta qué jugada hacemos. Es normal, está a 180 pulsaciones y tú le estás contando una charla técnica. Lo aceptamos. Lo que es seguro es que va a notar cómo estás tú. Si estás enfadado, si quieres motivarle, si quieres tranquilizarle… En eso los jugadores van conociendo a su entrenador y van entendiendo lo que quiere. Uno de nuestros papeles es saber identificar si el equipo está abajo, y animarles, o cuando está muy arriba alertarles de que no se relajen. Pero también tengo grandes profesionales en el cuerpo técnico que ayudan en esas circunstancias.
- R. ¿Es capaz de desconectar de su trabajo?
- R. El entrenador lo es 24 horas al día, porque es un trabajo que casi te obliga a eso. Leo un artículo de economía y lo llevo al baloncesto. Para mí, la táctica es lo más sencillo. Después tienes que encontrar al jugador que puede hacer eso, manejar los viajes… son muchas cosas en las que estas pensando. Pero tienes que intentar desconectar, y no es fácil. Me cuesta muchísimo leer libros durante la temporada, y he encontrado en las series una válvula de escape. Esta es la Euroliga de Juego de Tronos y de Vikingos. Y mi familia me obliga a hacer otras cosas. De alguna manera tienes que buscar algo que te saque del balón, porque si no serías un paranoico.
- R. ¿Le compensa ese desgaste?
- R. Seguro que me estoy perdiendo muchas cosas, de mi familia sin ir más lejos. Con 17 años ya jugaba en Baskonia, y no viví aquella época con mis amigos. Ellos se iban a esquiar y yo a jugar. No vivía los exámenes, tenía partido. Vives una realidad diferente, pero cada trabajo lo tiene. Me considero un afortunado, porque mi trabajo me llena tanto que aunque tenga ese desgaste no lo sufro tanto. Seguramente es mi familia la que me hace verlo. Por eso la importancia de desconectar. Pero me considero un privilegiado porque mi trabajo me llena, me encanta, y no tengo esa sensación de levantarme por la mañana y sentir que no puedo más. Me pasó de jugador, vi que no podía más, tanto física como mentalmente me costaba mucho prepararme para los partidos y tener que ir a entrenar. A día de hoy, eso no me pasa. Me puede pasar, y si sucede dejaré de entrenar. Ojalá que no, porque soy muy feliz con lo que hago.