Bruselas gana una batalla en Holanda pero pierde un aliado
La UE celebra la derrota de los ultras pero el país de Rutte acentúa su deriva euroescéptica Bruselas teme que La Haya herede de Londres el papel de capital incómoda y exigente
Bruselas y la mayoría de las capitales europeas dedicaron el jueves un torrente de elogios y parabienes a Holanda y a su primer ministro, el liberal Mark Rutte, por haber evitado la victoria de la ultraderecha de Geert Wilders en las elecciones del miércoles.
Sin embargo, cunde la preocupación porque Holanda, país fundador de la UE y uno de los principales contribuyentes del presupuesto comunitario, ha heredado el molesto papel del Reino Unido, que durante décadas exigió un trato privilegiado y mimoso como condición para no abandonar el club. Las instituciones europeas parecen haber ganado la primera batalla electoral de 2017 contra el euroescepticismo, pero tal vez han perdido un aliado para el proceso de integración.
“El pueblo holandés ha votado abrumadoramente a favor de los valoresque defiende Europa”, celebró el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en su carta de felicitación a Rutte, que se impuso con un 21% de los votos y 33 escaños. Juncker añadió que “el resultado de estas elecciones es una inspiración para muchos”.
La Comisión y los principales partidos del Parlamento Europeo confían en que la derrota de Wilders, que se quedó en segundo lugar con un 12% de los votos y 20 escaños, sea la antesala de un resultado similar en Francia, donde el 23 de abril se celebra la primera vuelta de unas elecciones presidenciales marcadas por el ascenso de la extrema derecha de Marine Le Pen.
“Holanda ha sido un gran comienzo para este año electoral decisivo”, se felicitaba el líder de grupo Popular en el Parlamento Europeo, el alemán Manfred Weber, en alusión a la cita electoral de Francia y a la de Alemania en el mes de septiembre.
Los analistas, sin embargo, reclamaron cautela. “Incluso si el resultado de Holanda ha sido mucho mejor de lo esperado, no conviene caer en la complacencia”, advirtió tras la derrota de Wilders el analista Janis Emmanoulidis, del European Policy Centre. En el país de Angela Merkel, en todo caso, la deriva euroescéptica parece mucho más contenida, pero el partido Alternativa para Alemania, liderado por Frauka Petry, ha ganado adeptos a raíz, primero, de la crisis del euro, y después, sobre todo, con la de refugiados.
Nuevo Reino Unido
Con esas dos elecciones por delante, la cita electoral de Holanda se convirtió en la primera batalla de un año que puede cambiar el rumbo de la Unión Europea. Dentro de 10 días, Reino Unido tiene previsto activar el artículo 50 del Tratado para solicitar la salida del club, la primera en sus 60 años de historia. Y la obsesión de Bruselas es evitar que el ejemplo del brexit se repita en algún lugar o que, al menos, no afecte a alguno de los socios esenciales de la UE como Francia y Holanda.
La mayoría de los analistas coincide en que la posibilidad de un nexit o salida de Holanda de la UE es muy remota, por la estrechísima vinculación económica con el corazón de la UE, en particular con Alemania.
Pero Holanda, de momento, ya ha heredado el papel de Pepito Grillo de la UE, ejercido por Reino Unido desde su incorporación al club en 1973 hasta la aprobación del brexit en el referéndum del 23 de junio de 2016. Y con Wilders como segunda fuerza local, Bruselas teme que el país se convierta en un socio tan incómodo como la ha sido Reino Unido.
Los dos partidos que probablemente formarán la base del nuevo Gobierno, el liberal de Rutte (VVD) y el conservador de Sybrand Buma (CDA, con 19 escaños) han endurecido en los últimos años su actitud hacia la UE para evitar la fuga de votos hacia el PVV de Wilders.
Holanda ya se ha desmarcado de los amagos de Berlín y París para relanzar la UE después del brexit con un grupo de vanguardia favorable a una mayor integración. Y el país de Rutte tampoco ha participado en dos de las cuatro cooperaciones reforzadas (sin todos los Estados miembros) que se han puesto en marcha hasta ahora.
Pero la gran batalla de Holanda con Bruselas se anuncia en torno a la financiación de la UE, un conflicto que durante años explotaron los euroescépticos del Reino Unido. Tras la retirada de Londres, Holanda pasará a ser el cuarto mayor contribuyente per cápita de la UE, por detrás de Suecia, Alemania y Dinamarca. Además, le tocará asumir una parte sustancial, proporcionalmente, del agujero presupuestario que dejará Londres cuando ya no pague su cuota. Solo en 2015, Londres abonó 11.000 millones de euros más de lo que recibió.
Holanda ya ha logrado en los últimos años varios “cheques” para rebajar su aportación. Pero el debate sobre su cuota amenaza con reabrirse con vistas al próximo marco presupuestario de la UE, que podría empezar a negociarse el año que viene. Una factura que podría agravar el distanciamiento de Holanda hacia Bruselas.
Socio fundador de la UE sin demasiado entusiasmo
Mark Rutte, el primer ministro holandés saliente y, con toda probabilidad, entrante, vivió el lunes sus 15 minutos de gloria europea con el reconocimiento de instituciones y Gobiernos por haber contenido el avance de la extrema derecha euroescéptica. Las credenciales europeas de Rutte y de su país, sin embargo, no relucen tanto como puede parecer. Holanda figuró entre los seis fundadores de la Comunidad Económica Europea (junto a Francia, Alemania, Italia, Bélgica y Luxemburgo), pero siempre fue considerado como el país más reacio a una integración política. Su desconfianza hacia el poderío del eje franco-alemán se calmó un poco con la entrada de Reino Unido en 1973. Los dos países comparten una visión mercantilista de laUnión, que ahora podría perder peso tras la salida de Londres. Sin Reino Unido, La Haya mira con más desconfianza aún hacia Bruselas y Rutte perdió uno de sus grandes aliados con la caída del primer ministro británico, , quien convocó y perdió la consulta sobre el brexit. Rutte se ha salvado, pero a base de zancadillear iniciativas europeas. Se resiste a completar la Unión bancaria, a la Unión de la Defensa y a la creación de un presupuesto para la zona euro. E intentó impedir, junto a Cameron y Merkel, el nombramiento de Jean-Claude Juncker como presidente de la CE por temor a un impulso europeísta.