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El cuarteto de Versalles pierde el tiempo (a varias velocidades)

El cuarteto de Versalles (Hollande, Merkel, Gentilloni y Rajoy) se pronunció ayer a favor de avanzar en la integración de Europa y dejar atrás a quien intente frenarlos como si no fueran ellos los que han echado el freno desde hace años.

En Bruselas se ha impuesto últimamente el discurso de que unos cuantos países, la mayoría del Este, se han convertido en una rémora política que impide al resto avanzar en la integración de Europa. Las cuatro principales potencias de la UE (Francia, Alemania, Italia y España) asumieron ayer ese mantra, durante una cumbre en Versalles, y se comprometieron a apostar por una Europa a varias velocidades para dejar atrás a los más reticentes.

El problema de las proclamas de Versalles es que parten de premisas falsas o equivocadas. Y ocultan que la erosión actual de Europa no se debe a la actitud de países más o menos marginales sino a la profunda sima que separa a Francia y Alemania, las dos potencias imprescindibles para el engranaje de la UE.

Parece increíble que los líderes cuatro países que representan el 55% del PIB de la UE y el 75% del PIB de la zona euro pretendan achacar la parálisis de la UE a algunas capitales euroescépticas, la mayoría muy pobres y dependientes de los fondos estructurales europeos.

La Europa de varias velocidades existe desde hace mucho tiempo. El problema es que Berlín y París tiran en direcciones opuestas y la única velocidad que entra es el punto muerto.

La prueba más evidente de que el problema está en el corazón de Europa y no en la periferia es el mal funcionamiento de la zona euro, a la que no pertenece ninguno de los supuestos Estados tapón (Hungría, Polonia o Reino Unido).

Desde el comienzo de la crisis, en 2007-2008, la zona euro no ha dado ni un sólo paso adelante en la federalización o mutualización de sus estructuras, como consecuencia de la negativa de París a ceder soberanía presupuestaria y la resistencia de Berlín a asumir riesgos mientras no haya una mayor centralización del control de las cuentas públicas.

Las soluciones adoptadas contra la crisis han sido parches intergubernamentales, como el fondo de rescate o el de resolución, que mantienen repartido país por país el riesgo financiero y tan solo se limitan a echar una mano en caso de dificultades.

El llamado Informe de los 5 presidentes, que planteaba los pasos necesarios para completar la Unión Monetaria y Económica, no ha merecido del Consejo Europeo ni una señal de apoyo y, ni siquiera, de acuse de recibo. Un desprecio del que Berlín se jacta como prueba de que no se avanzará un ápice en la zona euro mientras no se acepten sus exigencias de mayor disciplina.

La misma circunstancia se repite en muchas otras áreas. Berlín, por ejemplo, se resiste a una política común de migración. Y como represalia, París y Madrid boicotean la posible política común de asilo que desea Alemania y condenan al fracaso las cuotas de refugiados, aunque el baldón se lo lleven Varsovia y Budapest.

Italia, por su parte, se resiste a reestructurar su sector bancario por miedo a imponer pérdidas a los inversores y a darle la puntilla a un tejido industrial ya muy castigado. Los préstamos fallidos de la banca italiana (más de 300.000 millones) asustan al resto de socios, que han dejado sin completar la Unión bancaria. Berlín ha frenado en seco el tercer pilar de esa Unión, un fondo europeo de garantía de depósitos que de momento no verá la luz. Y no por culpa de Reino Unido o de la República checa.

La llamada Unión energética también está al pairo, socavada, entre otras cosas, por el empeño de Alemania en garantizarse un suministro energético exclusivo desde Rusia para espanto de los países bálticos y de Europa central.

La tasa Tobin al sector financiero tampoco ha fracasado por el sabotaje de "los países nuevos", sino por el rechazo frontal de un fundador como Holanda y el minado discreto constante de otro fundador como Bélgica. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, también se ha limitado a defender con la boca pequeña una iniciativa que no responde a los deseos de su partido (la CDU) sino de sus aliados gubernamentales (SPD).

Imagen (tomada de la web del Elíseo): Mini-cumbre en Versalles, 6 de marzo de 2017

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