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Consejera delegada de Alma en Pena

Mónica Rucabado: “Un zapato no debe ser ‘low cost”

Fundó la firma de calzado femenino hace diez años y produce 400.000 pares de zapatos

Pablo Monge

Hace algo más de diez años nació Alma en Pena como respuesta a un proyecto truncado. “Veníamos de la empresa de calzado Adela Gil, que vendimos a un fondo de inversión que resultó no ser el adecuado”, cuenta Mónica Rucabado (Madrid, 1973), consejera delegada de la firma. “En esta época estábamos tristes y desangelados”, prosigue; pero no hay mal que por bien no venga, ya que de ese momento de apatía surgió la idea del nombre de la actual firma de zapatos, que hoy produce cerca de 400.000 pares cada año.

En el nuevo proyecto, Rucabado y sus dos socios decidieron repetir la experiencia y centrarse de nuevo en el sector del calzado. “Solo que en esta ocasión queríamos ya no solo tener tiendas y vender zapatos, sino también crearlos, sacando colecciones desde cero y pensando en los productos que las mujeres de hoy en día quieren”, explica desde su oficina, situada en el mismo establecimiento que la compañía utiliza como tienda, expositor, almacén y sede central, en Las Rozas (Madrid), repleto de pares de zapatos, botas, sandalias y el resto de modelos que lanzan cada temporada. Es en el piso superior de esta gran caja de zapatos donde el equipo tiene su lugar de trabajo, luminoso, amplio y acogedor, “preparado para largas jornadas”.

El despacho de Rucabado, donde comparte espacio con varias compañeras de su equipo, también está plagado de calzado que invade las baldas de las estanterías y la propia mesa. Todos llevan la marca de la casa: “Tienen una personalidad muy determinada y marcada, con mucho brillo; un estilo que antes no estaba tan trabajado, y que decidimos ocupar”, indica. El objetivo de la firma es llegar con ellos a ese nicho de mercado ocupado por mujeres de entre 25 y 55 años, “trabajadoras, con hijos, que pasen mucho tiempo fuera de casa y que busquen algo diferente para sus pies”.

Esa es la clave que ofrece esta empresaria para quienes quieran hacerse un hueco en el sector: “Saber diferenciarse. El mercado textil sufrió un cambio muy radical con la llegada de grandes grupos como Inditex”. En el calzado, sin embargo, esa revolución tardó más en llegar, y es ahora, en opinión de Rucabado, cuando se está notando, “por eso cobra más importancia el hecho de saber distinguirse y sobresalir”.

En el caso de Alma en Pena, han decidido ser fieles a un estilo y enfocarse únicamente en el público femenino. “El calzado masculino nos gusta, pero es más complicado. El hombre es menos consumista, más escueto, y se inclina mucho más por lo deportivo. Es complicado innovar y crear cosas nuevas para los varones”, sentencia. Y parece que hasta ahora les ha salido bien. Lo que comenzó como un proyecto de tres personas aúna hoy a cerca de 25 solo en Madrid. Fuera de España, en China e India, unos 300 empleados completan el equipo de la empresa.

“En España, pese a ser un país productor de calzado, es complicado fabricar. Nosotros, aunque parte del proceso lo hacemos aquí, hemos tenido que irnos porque otros materiales son impensablemente caros”. Además, prosigue, esta decisión viene motivada por ofrecer calidad. “El calzado tiene que salirse del low cost, porque hay que vender productos que gusten, pero también que sean cómodos, que no duelan y que no suden. Nosotros estamos a un precio medio-alto, y tenemos que ser competitivos”. El balance hasta la fecha ha sido positivo, con una lista de más de 5.000 clientes por todo el mundo, “el 90% de otras zapaterías mayoristas”, y un aumento del 30% en la facturación respecto a la última temporada. “Para la próxima esperamos superar el 30% de crecimiento”.

La horma mejor guardada

Sobre la mesa de trabajo de Mónica Rucabado descansan dos ordenadores, uno fijo y otro portátil, con los que trabaja a la par durante toda la jornada. “Yo suelo llegar a la oficina y rápidamente me surgen tareas que no pensaba hacer. Es el día a día de la empresa, y es complicado poder organizar todo”. El mercado del calzado, confiesa, es complicado. “Sin pasar por alto las dificultades obvias del textil, es más difícil el nuestro”, cuenta. Entre otras razones, por el tallaje añadido.

Esa es una de las adversidades propias del sector: “Si quieres montar un negocio en el calzado, o ganas en profundidad por la cantidad de zapatos que fabricas, o lo haces en el modelaje, con menos modelos y más tallas”. El problema, prosigue, llega al expandir el mercado y exportar productos en países totalmente dispares.

“Nosotros vendemos en países como España, Portugal o Italia. Pero también en lugares como China o Alemania; y aunque el gusto de las compradoras sea más o menos el mismo en todos ellos, la diferencia de tallas entre Berlín y Pekín puede ser de cuatro o cinco números de media. Todos estos aspectos hay que tenerlos en cuenta”.

La ventaja de Alma en Pena, reconoce Rucabado, es que sus modelos han gustado. Uno de ellos, en concreto, el que más, aunque costó varios intentos llegar a ello. “Al principio tienes la idea muy clara, pero normalmente pasa un tiempo hasta que la materializas”. Se refiere a uno de los modelos que descansa en la estantería principal del despacho, una horma que la firma sacó hace seis años y que se ha ido repitiendo, “y seguirá haciéndolo”, temporada tras temporada; eso sí, cambiando de diseño, de colores y de materiales. “Es una especie de fetiche para nosotros”.

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