Die Welle
2.- ¿Es tan distinto EE UU? Si estas decenas de miles de votantes demócratas hubiesen dado la presidencia a Clinton, ¿sería EE UU un faro para el mundo, una democracia plenamente funcional y el mejor ejemplo posible de sociedad abierta? Hace ocho años, en el punto álgido de la peor crisis en décadas, dio un mandato indiscutible y masivo a un senador negro, con padre keniano e infancia en Indonesia, de madre antropóloga. Un marciano a ojos de la América más tradicional. Pero es la misma América que el martes apostó por Trump. Estados que han votado a Trump han legalizado el cannabis. Estados que han votado a Trump han elevado el salario mínimo. Florida, que votó a Trump, rechazó el impuesto al autoconsumo solar que había propuesto el oligopolio local. Estados Unidos no se ha vuelto un país de fundamentalistas de repente.
3.- El trumpismo (no me resisto a usar este palabro) y el populismo de derechas no son una ideología reaccionaria de nuevo cuño. No son un movimiento conservador pero joven, que busca crear una nueva sociedad, como pudo serlo la revolución de Thatcher y Reagan, los libertarios o los neconservadores de George W. Bush. Trump (y Farage) solo ofrecen volver atrás, a un pasado idealizado. A sus votantes les gusta la inseguridad económica que conlleva ni la diversidad cultural ni, como explica bien este artículo, la supuesta superioridad de las ciudades u oficios que sí se han beneficiado de la globalización. Con cierta justicia, echan de menos los tiempos en los que cuando uno aprendía un oficio, su futuro dependía de si él trabaja bien y su empresa es competitiva.
Son poco tangibles, para un obrero industrial de Ohio, los beneficios de que tu trabajo dependa de cosas como si se abre tal fábrica en China, si un gestor de hedge funds ejecute unos avales o si un programador californiano encuentra la forma de destrozar cierto modelo de negocio. Clinton no ha tenido o no ha sabido vender la respuesta a estas inquietudes, y Trump se ha limitado a decir que todo volverá a ser como antes, porque la culpa al que habla, viste o tiene un color de piel diferente. Son postulados que tienen nula capacidad de ser aplicados y que las nuevas generaciones no compran. Quizá, ojalá, 2016 ha sido su mejor pero último momento de gloria. Sobre todo entre los blancos pobres, que han volcado la elección; no solo como consecuencia de un momento de rabia, sino como continuación de tendencias económicas y sociales que vienen de tiempo atrás.
A mi, por cierto, no me gustan los gin tonics ni soy runner, me parece lamentable llamar a un sitio ‘gastrobar’, el concepto de barbero me parecía superado, me horroriza el fútbol moderno y aplicaría penas de prisión (por lo menos) a quien usa palabras como "disruptivo". Entre otras muchas cosas.
4.- Que Estados Unidos se divide entre las costas y el llamado flyover country, o que los candidatos presidenciales tienen que elegir entre votantes de vino y cerveza (wine track,beer track) es poca novedad. La diferencia es que, esta vez, el candidato republicano se ha apartado de las elites y ha usado los exabruptos y un lenguaje machista, racista y xenófobo para conectar con su público potencial. Y que todo ha funcionado precisamente donde tenía que funcionar: el el Rust Belt. Este artículo explica bien cómo lo que deberían ser votantes demócratas (clase obrera, sindicalizados) optaron por Trump. Algunos ex votantes de Obama en 2012 a causa del rescate de las automovilísticas; en el condado de Lucas (capital Toledo) Obama ganó por más de 30 puntos en 2012; Clinton por 17. Fue en estas zonas donde Clinton estuvo a punto de echar a Obama de la carrera por la presidencia en 2008, y en algunas de ellas Obama mejoró resultados en 2012 por el citado rescate.
Que no se hablase de las políticas de Clinton no quiere decir que no las tuviera. Las tenía, al estilo de Clinton; pragmáticas, graduales y poco espectaculares, y ciertamente no respondían a la sensibilidad de estos electores que resultaron decisivos. Ha sido el suyo un problema más de campaña y de imagen que de programa. ¿Habría sido diferente con Sanders? Ni idea. Solo sé que Sanders, para haber frenado a Trump, debería haber ganado peso entre los blancos pobres y sin estudios, donde Trump ha crecido y marcado la diferencia.
El verde son las zonas donde Clinton ganó a Obama: Medio Oeste y los Apalaches, entre otras
5.- La economía, personalmente, me preocupa menos. El aspecto más rompedor de Trump es su oposición a los acuerdos de libre comercio. Sinceramente, y sintiéndolo por los trabajadores industriales que le han votado, no veo a EE UU saliendo de la OMC. Sería un tanto raro que precisamente cumpliese su programa en el punto más difícil: dar marcha atrás a décadas de integración comercial de décadas con la oposición radical de las multinacionales. Otra cosa es que no se firme el TTIP, cosa que tampoco parece dramática dado que nadie ha explicado muy bien de qué trata ese pacto ultrasecreto.
En cuanto a la política doméstica, plantea más gasto público y bajadas de impuestos, una suerte de keynesiamismo de derechas. Como buen republicano, dejará a su heredero un colosal déficit público. El lobby financiero no tendrá problemas para que Trump fomente la ludopatía (la de fuera de sus casinos), aunque en este aspecto tampoco me hacía muchas ilusiones con Clinton. De hecho, creo que la herencia de Bill ha pesado sobre Hillary.
6.- Hay muchos motivos para estar horrorizado ante Trump. Empezando por el uso arbitrario del racismo, la xenofobia y el machismo. No sé si Trump es racista, xenófobo y machista, o si lo es más, o menos, de lo que ha indicado en campaña. Desde luego Breibart, el único grupo mediático que se ha volcado en su elección deja bien claro que apuesta por la segregación racial.
El responsable de Breibart, Stephen Bannon, ha sido elegido como asesor especial del presidente, con el mismo rango que el jefe de gabinete. Bannon ha sido acusado de antisemita y supremacista blanco por parte de ex colaboradores suyos.
Más allá de las medidas concretas de Trump sobre la inmigración, que aún no conocemos, si un mensaje de odio vale para obtener el poder, la conclusión es simple. Más odio traerá más poder. Y el racismo no es algo que se pueda usar en campaña electoral y volver a meter en una caja una vez ha ganado. No; normalizar un mensaje racista saca el monstruo del armario. Quien sea racista se ve legitimado en sus pensamientos, en sus opiniones y en sus actos: insultar, escupir o dar una paliza a otra persona por el color de su piel. Toca asumir que Trump es presidente, respetar (en vez de insultar) a las personas que lo han elegido e intentar entender las razones. Otra muy diferente es banalizar el racismo. Conmigo no cuenten.
7.- En paralelo, las ideas (por decir algo) de Trump respecto al cambio climático y la investigación científica son propias del mundo previo a Newton. En otros aspectos cabe pensar que en algún momento el péndulo político volverá a girar y Estados Unidos será un puntal (y no un enemigo) de las sociedades abiertas. Pero en las políticas climáticas no hay mucho tiempo que perder. La elección de Trump es, junto a la normalización del racismo, el otro resultado terrorífico de esta semana. Tengo dos hijos, y me gustaría que no viviesen en un mundo de mierda por los intereses de un puñado de multinacionales energéticas.
EE UU es el mayor contaminante del planeta. Si abandona sus compromisos, el planeta se calentará más deprisa, y los efectos del calentamiento serán más agudos y definitivos. Aunque no todo está perdido. La única parte positiva es que, al menos, ahora las energías renovables son más competitivas y menos necesitadas de apoyo público, como muestra la obsesión de las empresas eléctricas por penalizar el autoconsumo. Trump habría sido aún peor cuatro años atrás, pero aun el martes pasado fue un muy mal día para el futuro de la Humanidad. No tanto para la Tierra , con bastantes más formas de adaptarse al entorno que el ser humano.
8.- El cambio climático nos afectará a todos por igual, seamos o no estadounidenses. Si somos europeos, tenemos una mala noticia más, con las ideas que han mantenido unida la amalgama de Estados y culturas de capa caída. Con la inquietante presencia del autoritarismo de Putin a pocos centenares de kilómetros y con los partidos de extrema derecha (financiados, a su vez, por Putin ante el pasmoso silencio de parte de la izquierda) ganando terreno tanto a una socialdemocracia desnortada.
Hoy por hoy solo Angela Merkel parece una referencia para la sociedad abierta que hace cinco años nos parecía parte del paisaje. La alemana tiene (a mi juicio) una altísima responsabilidad en la destrucción de buena parte del proyecto europeo. Ojalá esté a la altura de las circunstancias, tal y como sugirió su primera declaración tras la victoria de Trump. “Alemania y Estados Unidos están unidos por los valores de la democracia, la libertad y el respeto a la ley y la dignidad humana, independientemente de su origen, color de piel, religión, género, orientación sexual o ideas políticas. Ofrezco al próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, una estrecha cooperación basada en estos valores”. Ojalá Europa, en su peor momento, no desfallezca. Estados Unidos, más joven y dinámica, tiene mejores mimbres para no hacerlo.