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La UE, del revés

Bruselas teme un repliegue proteccionista de EE UU

La victoria de la demócrata Hillary Clinton podría suponer una ruptura con la agenda internacional de Barack Obama, sobre todo, si los republicanos controlan ambas Cámaras

Bruselas teme que las elecciones de mañana en EE UU marquen un giro hacia el proteccionismo y el aislamiento de la mayor potencia económica del planeta. La amenaza parece clara si se impone el republicano Donald Trump. Pero incluso la victoria de la demócrata Hillary Clinton podría suponer una ruptura con la agenda internacional de Barack Obama, sobre todo, si los republicanos controlan ambas Cámaras (Representantes y Senado). “Gane quien gane, parece claro que EE UU limitará su implicación en el exterior”, señala Miguel Ángel Benedicto, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Madrid y autor de EE UU 3.0, la era deObama vista desde España.

Horror

La inquietud se masca en la capital europea a 24 horas de que las urnas marquen mañana el principio del fin de los ocho años de Obama. “¿Un G7 en 2017 con Trump, Le Pen [Francia], Boris Johnson [Reino Unido] y Beppe Grillo [Italia]”, se preguntaba Martin Selmayr, el todopoderoso jefe de gabinete de Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, el pasado mes de mayo en un tuit. Y el mismo Selmayr describía esa alineación como “un escenario de horror que muestra por qué debemos luchar contra el populismo”.

Solo un mes después el temido guion empezaba a materializarse con la victoria del brexit en el referéndum de Reino Unido y el ascenso de Johnson a la cartera de ministro británico de Exteriores. Mañana es la oportunidad de Trump. Y aunque los sondeos le dan por derrotado, cabe imaginar que Selmayr y casi todos los eurócratas mantendrán los dedos cruzados hasta que se cuente la última papeleta.

TTIP, amenazado

La primera víctima transatlántica de las elecciones del 8 de noviembre podría ser el acuerdo de libre comercio que Bruselas y Washington negocian desde 2010, conocido por sus siglas en inglés TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership). A ninguno de los dos candidatos le entusiasma el proyecto.

La demócrata Hillary Clinton apoya con reservas un tratado que aspira a crear el mayor espacio de libre comercio del mundo y, sobre todo, a fijar estándares occidentales que podrían imponerse a otras zonas del planeta. Clinton parece dispuesta a proseguir las negociaciones, pero revisando al detalle su impacto en la industria estadounidense y limitando el alcance de la apertura. Mucho más drástico se muestra Trump, partidario de poner fin a las negociaciones tanto del TTIP como del acuerdo del Pacífico, también negociado en la era Obama. Trump incluso cuestiona la existencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC), estructura que considera obsoleta y contraria a los intereses de EE UU.

Europa sola

Bruselas ha lanzado la primera medida preventiva ante el posible giro proteccionista de EE UU con la firma, el pasado 30 de octubre, de un acuerdo de libre comercio con Canadá (el llamado CETA). El pacto encalló durante 72 horas por las objeciones de la región belga de Valonia. Pero la UE lo salvó no tanto por su importancia económica (Canadá solo representa el 1,8% del comercio exterior de la UE) como por dejar claro que la agenda de liberalización sigue adelante.

El acuerdo con Canadá “va más allá de libre comercio”, sostuvo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, tras rubricar el CETA. “Esta decisión demuestra que la desintegración de la comunidad occidental no tiene por qué ser una tendencia duradera y que nosotros, al menos algunos de nosotros, todavía tenemos la fortaleza y la determinación para enfrentarnos al fatalismo sobre la decadencia de nuestro mundo político”.

A diferencia de Tusk, Trump parece convencido de que esa comunidad y el orden instaurado tras la Segunda Guerra Mundial está a punto de venirse a pique, con la UE incluida. “Está surgiendo un nuevo orden internacional, con China y el resto de países emergentes, y Trump podría dar la puntilla al antiguo”, advierte Miguel Ángel Benedicto.

‘Brexit’ agrio

“EE UU y el mundo entero necesitan una Europa unida, próspera y democrática”, subrayó Barack Obama el pasado mes de abril en la feria de Hannover (Alemania), en una de sus últimas visitas como presidente alViejo Continente. Y en un discurso que sonó tanto a despedida como a advertencia ante el peligro de resquebrajamiento de la UE, Obama describió al club europeo como “uno de los mayores logros políticos y económicos de los tiempos modernos”. Esos ánimos contrastan con la actitud de Trump, que no dudó en apoyar el brexit. El candidato republicano visitó Reino Unido el 24 de junio, al día siguiente del referéndum que marcó la primera ruptura del club europeo en 59 años de historia.

Tras la consulta, Washington ha apostado por un brexit blando que mantenga a Reino Unido anclado al bloque europeo. Pero si Trump llega a la Casa Blanca apoyaría, con toda probabilidad, a los partidarios de una ruptura drástica que deje al Reino Unido como un simple país tercero y que, a ser posible, el agrio divorcio socave los cimientos de la UE y sirva de precedente para los socios menos euroentusiastas, como Dinamarca, Holanda o Hungría.

Pinza con Putin

El flanco oriental de la UE también puede verse afectado por el resultado de las elecciones de mañana en EE UU. Clinton, probablemente, prolongaría la estrategia de Obama en Siria o Ucrania, donde Estados Unidos, al igual que la Unión Europea, ha chocado frontalmente con el presidente ruso, Vladimir Putin. Pero Trump, al menos a priori, se ha declarado fascinado por el líder ruso y se manifiesta dispuesto a contemporizar con él a pesar (o quizá por ello) de sus resabios autoritarios.

OTAN más cara

EE UU también parece harto de sufragar casi en solitario la defensa del bloque occidental y Trump, en concreto, quiere recortar la participación en la OTAN. Estados Unidos supone casi el 75% del gasto militar de los miembros de la Alianza. Y aparte de Grecia, Reino Unido, Estonia y Polonia, ninguno de los aliados europeos cumple el objetivo de gastar en defensa una cifra equivalente al 2% del PIB (España, 0,91%). El profesor Benedicto cree que, en este caso, el repliegue de Washington “podría ser positivo para que Europa desarrolle su estrategia de seguridad”.

Imprevistos

Los pronósticos sobre el repliegue de EE UU podrían verse trastocados como ocurrió con George W. Bush, que llegó a la Casa Blanca en 2001 con una agenda aislacionista y proteccionista. El 11S, nada más empezar su primer mandato, y la crisis financiera, al final del segundo, impusieron a Washington una descomunal actividad internacional.

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