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Una recuperación de marca blanca

No sé, la verdad, si la economía va mejor con Gobierno o sin Gobierno, ni mucho menos en si la experiencia de estos nueve meses da la razón a unos u otros. Solo me llama la atención el contraste entre la economía institucional y la economía real. En un año hemos pasado de la necesidad de “mantener el pulso reformista” (eslógan de consumo interno previo a las elecciones) al “que la inestabilidad no amenace la recuperación” y, ahora, a una especie de “dejémoslo todo como está” trufado de algunas tímidas llamadas a eso que tanto gusta, los Pactos de Estado (así, en mayúsculas, que queda más solemne).

Estas imperiosas necesidades son comunes a todos los sectores, aparentemente. Recordemos a los señores de Telepizza afirmando que “notan” la falta de Gobierno, declaraciones que abren todo un campo de investigación económica. No se fíen ustedes de la EPA o del PIB, pongan el foco en las peticiones de extra de queso o surrealistas pizzas-volcán. Ironías aparte, son señales de que los señores con mano en las patronales y algunas grandes empresas ansían un interlocutor con acceso al BOE. No de que la economía necesite un Gobierno.

Aquí, un indicador económico de última generación. Aprende, Duflo!

En realidad, el buen comportamiento de la economía en estos nueve meses desmonta dos mitos por el precio de uno: ni la economía necesita de un Gobierno ni el señor Rajoy se debería atribuir en demasía la mejora económica. No es cuestión de quitar méritos a su gestión, pero tampoco de regalarle medallas. Ni las cifras macro ni la Bolsa ni la prima de riesgo han perdido el sueño en este periodo a causa de su futuro.

Desde hace mucho sostengo que la mejora económica vino cuando desde Europa se soltó el freno. Cuando el BCE hizo ver que no volveríamos a la peseta y cuando la Comisión Europea abrió la mano con la austeridad. La primera oleada de saneamientos bancarios, hizo lo suyo, al igual que el propio agotamiento de la crisis: cuando la gente dejó de temer por su empleo el consumo empezó a tirar. Las exportaciones ayudaron a mitigar la caída del PIB en lo peor de la crisis, pero no nos han sacado del pozo: en cuanto la economía empezó a carburar la aportación del sector exterior pasó a ser nula o negativa.

Pantallazo del INE al canto

Se ha recuperado el empleo, pero hay dos millones menos de personas trabajando que en 2008. Casi todas en construcción, donde muchos de los puestos de trabajo perdidos no volverán, y parte en industria, donde el empleo avanza con cuentagotas.

Quien no tenía trabajo y ahora tiene uno (por precario que sea), consume, se cambia de casa o compra un coche de segunda mano. Quien tiene un buen contrato fijo y se ha librado de las oleadas de EREs recobra, muy de vez en cuando, algunas de aquellas costumbres de restaurante, casa rural o escapada con Ryanair. Hay quien se anima a buscar casa y se abren gastrobares en zonas pudientes.

En paralelo, el paro de muy larga duración (más de dos años) no remite, ni mucho menos hay algún tipo de plan para estos casi dos millones de personas. La caída de ingresos en la crisis se ha cebado en las capas más desfavorecidas, como se ve en el gráfico. Esta deflación salarial ha permitido mejorar el téminos de competitividad y sujetar las exportaciones, pero más allá de esto, no ha cambiado gran cosa en la economía. O ha cambiado a peor, si pensamos en cosas importantes como la inversión en innovación, políticas activas de empleo o la capacidad de la economía para retener el talento. La crisis se ha llevado por delante, también, los planes para la educación entre 0 y 3 años, que posiblemente sean una de los destinos más rentables para el dinero público. 

La crisis, inmobiliaria y de deuda, maduró, regresó parte de la demanda perdida y las grandes cifras experimentaron un asomo de vuelta a la normalidad. Sin intervención más allá de, desde Europa, quitar los palos en las ruedas y, desde Madrid, aprovechar el primer tirón del PIB para bajar impuestos (y seguir incumpliendo con Bruselas).

No ha cambiado nada más; como si el perfil de nuestro presidente del Gobierno hubiera contagiado la economía, hoy parcialmente recuperada, pero con poco que ofrecer más allá del corto plazo. Quizá por eso no se ha notado su ausencia del presidente y quizá por eso la sensación (subjetiva, por supuesto) de que esta recuperación débil y desigual es una versión ‘marca blanca’ de la euforia previa al crash financiero y ladrillil.

Bonus: más sobre desigualdad y pobreza, en esta entrada de hace año y pico.

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