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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inversión tras un año de bloqueo político

La desaparición de la supuestamente paralizante falta de Gobierno en España debería servir de señal para una pequeña avalancha de inversiones

Thinksstock

El genero humano tiene una capacidad asombrosa para adaptarse a las circunstancias, incluso a las más adversas, y los españoles han aprendido a vivir sin Gobierno durante los últimos 300 días sin muchas dificultades. Los temores que surgieron en los primeros meses de excepcionalidad, cuando todo parecía indicar que habría que repetir las elecciones del 20 de diciembre, fueron mitigándose lentamente, hasta el punto de que el desempeño de la economía hizo pensar que no pasaba nada si no había Ejecutivo. El producto interior bruto (PIB) ha crecido un 3,2% en los últimos cuatro trimestres y han encontrado trabajo cerca de 500.000 personas que no lo tenían, las mismas que había prometido el Gobierno de Rajoy para el caso de que hubiera sido investido en febrero. Como dirían los liberales extremos, si no hay Gobierno, nadie interviene en la economía, nadie mete la mano en tu bolsillo y nadie interrumpe el trabajo silencioso de la mano invisible. Pero todo esto es teoría; en la práctica, en un país que tiene el 42% de su PIB dependiente del Presupuesto del Estado, y pese a que ya estaban aprobadas y en vigor las cuentas públicas anuales, muchas pequeñas decisiones de empresas, consumidores, inversores, etcétera, dependen de grandes decisiones del Ejecutivo.

Si el centro de la preocupación de los inversores en 2015 había sido el temor a que Podemos pudiese nuclear un Gobierno, dado que aparecía en muchas encuestas como la fuerza más votada, en el primer semestre de 2016 tal posibilidad perdió adeptos; pero seguía existiendo cierto reparo a la opción de un Ejecutivo en el que participase de alguna manera Podemos. Tanto en la primera hipótesis como en la segunda, las decisiones de los grandes fondos y de los particulares estuvieron tentando el terreno que pisaban antes de dar pasos, puesto que la política económica bien podía dar un giro sobre la practicada por el Partido Popular. Ni siquiera el anclaje de la Unión Europea era suficiente garantía como para que los cambios fueren limitados, puesto que una parte importante de un probable Gobierno cuestionaba las directrices de Bruselas y hasta el mismo euro.

Tras los comicios repetidos de junio quedaron pocas dudas de que el poder seguiría en manos de el Partido Popular, aunque el Gobierno nuevo podría tener servidumbres desacostumbradas por la falta de una mayoría suficiente para gobernar. Y tras un bloqueo injustificable por parte el ex secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, la solución parece bastante continuista, aunque encierra las incógnitas que lleva aparejada la debilidad parlamentaria de Mariano Rajoy.

En todo caso, desde este fin de semana habrá un presidente del Gobierno investido y en los días siguientes un nuevo equipo para sentarse en el Consejo de Ministros. Los inversores ya no tienen excusas para retrasar sus decisiones de inversión, aunque algunos querrán despejar las siguientes dudas, sobre todo la de si el nuevo Gobierno es capaz de sacar adelante los Presupuestos y nuevas reformas. Permanecen además incertidumbres económicas, con los tipos a punto de subir en todo el planeta, el petróleo sacudiéndose los precios históricamente bajos de los últimos años, el abandono estimado de Reino Unido de la Unión Europea o incluso la posibilidad de un shock si en EE UU gana las elecciones del día 8 el empresario y populista Donald Trump.

Dado que en ningún momento han bajado todas las aguas tranquilas a la vez, la desaparición de la supuestamente paralizante falta de Gobierno en España debería servir de señal para una pequeña avalancha de inversiones tanto productivas como financieras. Las iniciativas de empresas y particulares, aplazadas en una economía sobre la que pesan mucho las decisiones políticas, deberían desbloquearse, impulsar el crecimiento y animar a los mercados, al menos a los locales. La inversión inmobiliaria, que no ha dejado de fluir, se acelerará, como lo hará la destinada a energía si las subastas aplazadas de capacidad se hacen en los próximos meses, o como lo hará la que apueste por la banca, en la que las operaciones corporativas deben volver a primer plano en una tercera fase de reconversión bancaria destinada a devolver la rentabilidad perdida con los tipos tan bajos y la tan abultada capacidad instalada en años de vacas gordas.

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