El atractivo del dividendo en la inversión
El mercado bursátil español acumula ya dos años prácticamente completos con un comportamiento plano e incluso contractivo, pese a que precisamente ahora la crisis de actividad se ha superado y se empiezan a recomponer los procesos de inversión de las grandes compañías. Los inversores institucionales, los que mueven realmente las tendencias del dinero en el mundo, siguen albergando dudas sobre la viabilidad del sistema financiero en muchos países de Europa, con problemas explícitos en Italia, en Portugal, en Alemania, ... y consideran que muchas grandes corporaciones no podrán desenvolverse en una economía digitalizada y en plena transformación con los elevados niveles de deuda que aún tienen en sus balances. El último ejemplo puede ser Telefónica, otrora primera empresa española por capitalización, que no ha podido ni siquiera colocar en el mercado una participación minoritaria de su filial de infraestructuras de telecomunicaciones Telxius, y con lo que pretendía precisamente reducir una deuda que supera los 50.000 millones de euros, además de sostener una retribución a sus socios fijada por sus gestores y que quizás en este momento debería desplazarse de las prioridades de la empresa.
Pero esa política retributiva, que proporciona un retorno para los inversores cercana al 8% en función de la cotización de este semana, junto con la que proporcionan otras grandes compañías, tanto financieras como industriales o de servicios, es la que sitúa a la Bolsa española como la más generosa por dividendo de toda Europa. Y esa política de dividendos es lo que que en estos dos años largos de contracción de las cotizaciones ha sido el único asidero contante y sonante de los inversores. Tradicionalmente el mercado español ha tenido un buen atractivo por los descuentos del cupón por la intensidad del sistema financiero, las compañías energéticas y la propia Telefónica, y a juzgar por la marcha de los beneficios de las grandes empresas en los trimestres pasados podría mantenerse, aunque la banca sobre todo sigue sometida a una fuerte presión regulatoria, a márgenes decrecientes y a una contracción de las carteras de crédito que podría ponerse en revisión.
De poder mantenerlo, la inversión en Bolsa se ha convertido en una de las mejores alternativas para el ahorro tradicional que ahora está penalizado por los tipos del cero por ciento. Lógicamente, tiene un riesgo implícito adicional, porque dependerá de la marcha de cada empresa el que pueda preservarse el capital invertido. Para minimizarlo aún en los peores episodios críticos del mercado, los particulares deben hacer una estudiada selección de los valores con mejores dividendos, que estén refrendados por un itinerario de pagos dilatado en el pasado y por una gestión lo más profesionalizada posible, además de un balance saneado que evite sorpresas en el medio plazo.