_
_
_
_
_

Amanecía y Scherezade guardó silencio (Parte 1ª).

«Hermana, esta noche, cuando esté con el rey en palacio te mandaré llamar, y apenas te encuentres en su presencia debes decirme “Hermana, cuéntanos alguna historia maravillosa que nos ayude a pasar la noche”. Ahí está el secreto de nuestra salvación»

(Las mil y una noches. Anónimo)

El sultán Shahriar se desposaba con una mujer virgen cada día y, posteriormente la mandaba decapitar. Justo al día siguiente de conocerla. Todo este plan diabólico lo perpetraba por venganza, pues descubrió a su primera esposa siéndole infiel. Según la leyenda, el sultán ya había mandado matar a tres mil mujeres cuando conoció a Sherezade.

Sherezade.

La protagonista de la saga de cuentos “Las mil y una noches”, tenía un plan para salvarse y, de paso, al resto de mujeres de su reino tras ser la elegida por el sultán para ser su siguiente víctima. Para ello instruyó a Duniazad, su hermana menor a la que pidió que en el momento adecuado pusiera en marcha la maquinaria de narraciones “… que, con la ayuda de Alá, han de ser la salvación de las jóvenes del reino”.

Cuando Shariar se retiraba a sus aposentos con Sherezade, ésta rompió repentinamente a llorar, exclamando “Oh, poderoso rey, tengo una hermana pequeña de la cual quisiera despedirme!

El rey mandó llamar a Duniazad. Y, tal y como le instruyó Sherezade, su hermana apenas llegó, le dijo: “Hermana mía, cuéntanos por favor una historia que nos ayude a pasar la noche”. El rey aceptó escuchar la narración de Sherezade. Llegó el alba sin que Sherezade hubiera dado fin a esta historia.

—¡Oh, hermana mía! —exclamó entonces Duniazad — ¡Cuán dulces y sabrosas son tus palabras, cuán llenas de delicia!

—Pues nada son —contestó Sherezade— comparadas con lo que os podría contar la próxima noche, si es que el rey tiene a bien concederme un día más de vida.

El rey pensó que sería una lástima matar a su esposa sin haber oído el final de la historia.

Y la misma decisión tomó al día siguiente y a los siguientes días, todo ello porque Sherezade (recordemos que tenía un plan) sabía interrumpir su narración en el momento propicio (siempre justo cuando despuntaba el amanecer) o bien alargaba sabiamente un relato, o lo entrelazaba adecuadamente con otro.

Las historias no tenían fin, de ello dependía su existencia, y había que crear todo tipo de artimañas para alargarlas. Incluso podía hacer que un personaje de un cuento contara a su vez un cuento, de modo que la historia se prolongaba—al fin ya la cabo también pretendía prologar su propia vida— algo más de lo estrictamente necesario noche a noche, semana tras semana, mes a mes sin alcanzar nunca un final que rompería el embrujo.

Así se sucedieron, una tras otra, mil y una noches, ciento cuarenta y tres semanas, casi treinta y tres meses, casi tres años. Cada minuto de intriga era un minuto más de vida. Mantener el éxtasis con el que el rey Shariar siempre vivió la narración de las historias que contaba su mujer era vital.

Tanto tiempo trascurrió, que de la unión de Shariar y Sherezade habían nacido tres hijos varones. De modo que cuando ella hubo terminado la historia de la noche mil y una, puso al rey Shariar ante la disyuntiva de incumplir el propósito de todos sus anteriores matrimonios o dejar huérfanos a sus propios hijos. El rey Shariar acaba de tal manera enredado en la tela tejida por su esposa y sostenida por él mismo, que no pudo cumplir su plan inicial pero, al menos, puso fin a su reino de terror.

El efecto Sherezade.

El efecto Sherezade es como un sedante. Al igual que los cuentos que le contaba Sherezade al Rey Shahriar, que prometen continuar al día siguiente, no pretenden describir la realidad, solo tienen como efecto y objetivo prolongarnos la vida un poco más y eso nos tranquiliza. Mientras dura la historia, sabemos que lo esencial, la propia vida, también dura y hacemos que la triste realidad sea “habitable”.

Quizás los hombres necesitamos la repetición de lo viejo, intuir que lo que hoy es cierto mañana también lo será aunque sepamos a ciencia cierta, que necesariamente todo en la vida es transformación constante. Lo malo es que esta estrategia llevada a sus límites deja a las personas suspendidas en el limbo cuando lo que se necesita es estar preparado para la muerte, para el cambio.

Con el personaje de Sherezade rescatamos el tema de la mentira como antídoto para soportar la vida, o al menos para no perderla. El poder de seducción de la palabra (recuerden que es con lo que construimos la realidad) y que en Sherezade durará mil y una noches, puede ser diabólico.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_